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QUE PASA SEÑOR MINISTRO

Con todo y ministerio, muchas instituciones culturales están a punto de desaparecer. Análisis de María Mercedes Carranza.

20 de julio de 1998

Hace año y medio se acabó la orquesta Sinfónica de Medellín por asfixia económica. La Orquesta Sinfónica de Barranquilla se encuentra en estado de coma, pues desde octubre pasado no se pagan los sueldos a susintegrantes. Y ahora nos enteramos de que se van a liquidar el Teatro Experimental de Cali (TEC), que dirige el maestro Enrique Buenaventura, y el Ballet de Cali, que fundó Gloria Castro. Y, como si fuera poco, la Orquesta Sinfónica del Valle atraviesa por una crisis de tan grave magnitud que en breve va a desaparecer también. La causa es la misma: plata.
La impotencia y la resignación que se han apoderado de nuestra sociedad no puede llevarnos a presenciar impávidos una catástrofe tal. Pues, aunque suena raro en esta Colombia, de tantas, tan dolorosas y tan graves catástrofes, la desaparición del TEC, una institución que durante más de 30 años pudo sortear toda clase de asedios políticos y económicos, es una catástrofe para este país que necesita como ninguno de los mecanismos de convivencia y tolerancia que proporciona la cultura.
El TEC se ahoga por unos 100 millones de pesos. ¿Mucho, señor Ministro de Cultura, señor gobernador del Valle, señor alcalde de Cali? Pero eso sí, hagámosle al grupo un entierro de lujo, imponiéndole a Enrique Buenaventura _como se le impuso hace un mes_ la medallita al mérito del Ministerio de Cultura. ¿No es esta una burla casi indecente cuando al maestro le ha tocado destinar su pensión de jubilación a tapar huecos del TEC?
Por las mismas razones es una catástrofe que se liquide la Orquesta Sinfónica del Valle, una institución que en 1999 cumple 20 años de trabajo. Y se va a liquidar, pues ha recibido en este año tan solo 100 millones de pesos de los 900 que, por partidas iguales, deben entregarle la Gobernación, la Alcaldía y el Ministerio de Cultura. Esos 100 millones de pesos hacen parte del presupuesto de 300 millones que le corresponde desembolsar a éste último; en diciembre le entregarán otros 100 millones de pesos y los 100 millones restantes ¡en marzo de 1999! La Gobernación y la Alcaldía no han entregado hasta ahora un peso.
Y todo se vuelve más sórdido si se tienen en cuenta dos hechos: que una orquesta sinfónica como la del Valle, que ha llegado a figurar entre las cinco mejores de América Latina, requiere un presupuesto mínimo de 2.000 millones de pesos al año y que la Ley de Murphy es la única ley que se cumple en Colombia: cuando se fundó la orquesta, hace 19 años, Colcultura aportaba el 38 por ciento de su presupuesto y hoy, con 300 millones de pesos, el Ministerio solo contribuye con el 11 por ciento.
Y por las mismas razones es una catástrofe que desaparezca el Ballet de Cali, fundado en 1988 por Gloria Castro, como cuerpo artístico de Incolballet, la escuela que la misma artista organizó hace 20 años. Por todo capital cuenta con 230 millones de pesos que le debe entregar en cuotas mensuales la Gobernación, la cual desde abril no gira un peso.
Se logró detener la renuncia de los 35 bailarines gracias a un préstamo de Infivalle. Pero el Ballet tiene una deuda laboral grande y sabe que con la boletería y la plata de la Gobernación no sale adelante. "Nos hundimos irremediablemente", dice Gloria Castro. Entre tanto, el Ministerio y la Alcaldía de Cali permanecen mudos.
Es obvio que no puede sustraerse a la Gobernación del Valle y a la Alcaldía de Cali de la responsabilidad que tienen frente a esas tres instituciones que, luego de tantos años de trabajo, se ven abocadas a desaparecer y más cuando un intelectual como Gustavo Alvarez Gardeazábal es la primera autoridad del departamento. Pero también es obvio que la responsabilidad mayor le corresponde al Ministerio de Cultura porque, como tal, su obligación es la de velar por las instituciones del sector, bien sea aportando los recursos requeridos o gestionándolos con organismos internacionales y con las autoridades locales o, en fin, propiciando una fórmula efectiva. Pero no puede dejarlos morir con los brazos cruzados.
Y que no vengan a alegar que se trata de fundaciones privadas y que, por lo tanto, no le corresponde al Estado ocuparse de ellas. Esa disculpa equivaldría a una falacia, pues sabemos muy bien que, a raíz de la eliminación de los auxilios por parte de la Constitución del 91, un gran número de instituciones debieron convertirse en fundaciones para poder contratar con el Estado y recibir los aportes como remuneración por la prestación de sus servicios a la comunidad.
Además un Ministerio de Cultura debe tener políticas de respaldo a la gestión que adelantan las distintas instituciones públicas y privadas y debe actuar como intermediario entre éstas y ciertas instancias de los sectores económicos, políticos y gubernamentales inaccesibles a aquéllas. Se presume también que el Ministerio está para hablar de tú a tú en el Consejo de Ministros, en Planeación Nacional y en el Conpes para defender presupuestos y no permitir que se ahoguen por falta de recursos las tan escasas instituciones que han logrado sobrevivir durante décadas, cuando no había Ministerio.
Resulta difícil imaginar que éste se creara para dar muerte lenta y sepultura a esas instituciones. Por eso, señor Ministro, díganos qué pasa.