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QUIJOTES A RITMO DE SALSA

Joven matrimonio fracasa en su intento por fundar en el país un semanario "independiente"

15 de diciembre de 1986


Cuando días antes del 9 de abril de este año comenzaron a aparecer unos grandes carteles, fijados en las principales calles de Bogotá, en donde aparecía inscrita la leyenda: "Espere el segundo Bogotazo", muchos pensaron que se trataba de la publicidad de una nueva organización de izquierda. Los servicios de inteligencia ni siquiera lo dudaron y emprendieron una investigación que no tuvo que ser muy exhaustiva porque en pocas horas llegaron hasta las oficinas (localizadas en uno de los barrios más tradicionales de la capital, Chapinero) del semanario Zona, que era en realidad lo que se estaba anunciando tan espectacularmente en los carteles.

La visita sorpresiva (allanamiento la llamaron muchos) causó revuelo, pero en cuanto los detectives se encontraron con los dueños de la nueva publicación, todas las dudas quedaron despejadas. Se trataba de dos jóvenes con apariencia de "hijos de papi" y de finos modales. La forma como respondieron a los múltiples interrogantes que hicieron los investigadores, fue suficiente para despejar, por lo menos en ese momento, cualquier sospecha. Bastó entonces una amonestación para que no siguieran utilizando ese tipo de propaganda que, aunque original y osada, dadas las condiciones del país "no era la adecuada para una publicación de intelectuales", según dijeron los agentes.

Quiénes son los dueños
El, Ramón Jimeno, es un joven de 32 años, abogado de la Universidad de los Andes. Ella, Marcela Caldas, es una joven de 28 años, graduada en comunicaciones en New Haven, Estados Unidos. Los dos se habían conocido veinte años atrás cuando estudiaban en el colegio Helvetia de Bogotá y se reconocieron hace cuatro años en Nueva York, cuando Marcela realizaba un master sobre Estudios Latinoamericanos en New York University y Jimeno era editor asociado de Nacla (revista especializada en América Latina). Como en las baladas de Julio Iglesias, "desde el día en que se conocieron no se volvieron a separar". A pesar de su juventud, ella ya había estado casada durante tres años y él dejaba atrás dos matrimonios y un hijo.

La feliz pareja decidió fijar su residencia en el exclusivo y bohemio sector del Greenwich Village de Nueva York en una town house, construcción típica del oriente de esa ciudad y que se convirtió en el lugar obligado de las tertulias de colombianos, latinoamericanos y muchos extranjeros que se encontraban para soñar juntos y realizar, el que ha sido para muchos, su mayor anhelo: vivir en Nueva York. En ese grupo estaban, entre otros, Liliana Villegas, Víctor Laignelet, Liliana Tafur, María Elvira Talero, Harold Alvarado Tenorio, Leonel Góngora, Fernando Dávila, Olga Vieira y Patricia Gómez.

La ausencia de una información detallada sobre lo que acontecía en Colombia llevó a este grupo de "privilegiados" a comenzar a forjar una idea: la creación de una agencia de noticias de América Latina, pero a medida que avanzaban en el análisis de costos y de viabilidad de la empresa, esta pasó a ser un sueño irrealizable. Entonces fijaron su atención en otro proyecto no menos romántico pero sí menos costoso: un semanario colombiano independiente. La publicación estaría al margen de intereses partidistas de izquierda o de derecha y de las "grandes dinastías de los medios de comunicación". Comenzaron a seguirle la pista a innumerables publicaciones que, como el Village Voice o Under Ground, se inscribían dentro de su concepción. Y aunque todos acariciaban el proyecto, a ninguno, salvo a Ramón y a Marcela, se le convirtió en una obsesión.

Esta obsesión pareció tomar cuerpo cuando la pareja Jimeno-Caldas se fue a una casita en la bahía de Maryland, a descansar del "agite" neoyorquino y a sacar en limpio esas ideas de más de dos años de discusión y "asamblea permanente". Tres meses de calma y el proyecto estaba listo. Sin embargo, para esa época --agosto de 1984--, Ramón Jimeno recibió una propuesta de los sandinistas: encargarse de montar la oficina de noticias de la Agencia Nueva Nicaragua, con sede en Washington.

A pesar de que la idea era tentadora a nivel de remuneración, los Jimeno-Caldas lo pensaron dos veces porque se trataba de un trabajo que, aun cuando periodístico, implicaba un alto costo político. Según la pareja, era colocarse desde muy temprano un INRI. Sin embargo, una charla con los encargados del proyecto en Nicaragua, fue suficiente para entender que los "nicas", en ese momento, más que vender la imagen del sandinismo, pretendían conocer el Tío Sam por dentro. Sus principales inquietudes se centraban en cómo se tomaban las decisiones en el Congreso norteamericano, qué pensaba la opinión pública gringa de Nicaragua y con qué grupos de presión se podría trabajar para conseguir neutralizar la política reaganiana.

Así que los Jimeno-Caldas empacaron sus maletas y partieron para Washington, con la esperanza de que esta nueva labor enriquecería el proyecto de su semanario. " Y fue así--apunta Marcela Caldas--, ya que allí logramos desmitificar un poco la idea que tenemos los latinoamericanos sobre ese bloque sólido de decisiones que es el Congreso de los Estados Unidos". "Cuando cambió la orientación informativa de los sandinistas y se intentó colocar por encima de los principios básicos de la información un interés político, renuncié", dice Ramón Jimeno.
Y fue esa renuncia la que posibilitó, de una vez por todas, el surgimiento de Zona.

Paso a Zona
De Washington llegaron a Bogotá Ramón Jimeno, Marcela Caldas y un bebé de tres meses, a finales del año 85, con dos computadores Kaypor, que serían parte del capital de trabajo del semanario. Reactivaron los contactos y reunieron a gente como Silvia Dusan, Eduardo Arias, Salomón Kalmanovich y Alejandro Angulo, jesuita del Cinep, entidad que apoyaba el proyecto.

Pero como del dicho al hecho hay mucho trecho, los problemas de orden financiero no se hicieron esperar. Muchos de los que ofrecieron aporte económico se corrieron. Pero la pareja no se desalentó. Pensó que hasta que no se viera el resultado, muchos no invertirían. Por eso, decidieron crear la empresa, en la que ellos serían socios mayoritarios con ocho millones de pesos.

Y el 9 de abril en la Teja Corrida, localizada en el "Village" bogotano, se hizo el lanzamiento oficial de Zona, que arrancaba con la idea de que un nuevo estilo de periodismo y su no compromiso partidista serían suficiente carta de presentación para salir adelante sin publicidad. "Cuando vimos el periódico no lo podíamos creer --dice Marcela Caldas--, y aunque tenía grandes errores sobre todo en diagramación, estábamos convencidos que por el camino se irían arreglando las cargas".

Ese primer número vendió diez mil ejemplares en Bogotá y unos tres mil en Cali y Medellín. El número dos se agotó. El éxito: una entrevista exclusiva con Juan Guillermo Ríos, días después de su salida del noticiero de televisión y en donde no dejaba títere con cabeza. De ahí en adelante, y a pesar de haber publicado "noticias gordas", dice Jimeno, como los fondos secretos de Reagan para la campaña de Alvaro Gómez, que según ellos recogió el New York Times, o de ser el primer medio en publicar las actas del consejo de ministros del 6 y 7 de noviembre sobre los acontecimientos del Palacio de Justicia y haber denunciado la instalación de radares, por parte de Estados Unidos, en San Andrés, "no hubo más ediciones agotadas. Tampoco pudimos aumentar el tiraje y el magnífico equipo empezaba a desmoralizarse. Esto y las deudas que crecían, nos llevaron a reconsiderar la empresa". Y Marcela anota: "La falta de un alinderamiento, de una línea editorial o de una determinada posición política, es lo que más se nos criticó. Pero quisimos entregar al lector diferentes elementos para que cada cual se hiciera su propia opinión".

Sin embargo, muchos critican a Zona por todo lo contrario: es decir, porque aunque tenía buenos temas, su tratamiento era poco periodístico, lo que hacía a la publicación inaccesible para la mayoría.

Sea lo que fuere, a los Jimeno-Caldas su quijotada les costó personalmente ocho millones. Por ahora, la pareja se está recuperando del agotamiento físico y emocional, y espera una nueva oportunidad. Típicos exponentes de la generación de la salsa, como Rubén Blades confían en que "la vida te da sorpresas".--