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RECUERDOS DEL PODER

Siete años de anécdotas en las memorias de Valery Giscard.

11 de julio de 1988

Una mañana, el presidente francés Valery Giscard d'Estaing se encontraba en su despacho cuando fue visitado por un grupo de altas personalidades, que en ese momento se hallaba excitado con la presencia de quien consideraba un auténtico genio, el inventor de un avión capaz de descubrir, desde el aire, la existencia de yacimientos metálicos y petrolíferos del subsuelo, en la tierra o en el mar, con una simple pasada. El Presidente, como era su costumbre en reuniones así, escuchó en silencio las explicaciones que parecían un cuento de Bradbury o García Márquez por todas las maravillas que encerraban, tomó algunas anotaciones y agradeció la visita. Un año después y mientras miraba informes ministeriales, encontró que los ensayos con el avión habían continuado, con grandes inversiones pero sin resultados prácticos. Pidió que lo llevaran en uno de esos vuelos de búsqueda y se asesoró con algunos técnicos de confianza. En una de las pantallas aparecía una mancha sospechosa que, supuestamente, era una veta de algún mineral. Sin decir una sola palabra pidió que regresaran a París. Ya en su despacho y mientras los funcionarios esperaban alguna reacción, Giscard soltó repentinamente una enorme carcajada y puso en evidencia la candidez de sus ministros: lo que se había guardado durante tantos meses con tanto secreto, con tanto recelo, no era más que un simple intento de estafa por parte de un vivo quien, además, no era francés.

Esas carcajadas son el mejor símbolo del genio y la actitud ante la vida que han caracterizado a un hombre, un estadista que acaba de publicar un libro, no de memorias, no de recuerdos nostálgicos sino de reflexiones sobre temas, personajes, sucesos y situaciones que tuvo oportunidad de protagonizar y compartir mientras fue Presidente de los franceses durante siete años. El libro se llama "El poder y la vida" y ha sido publicado por Aguilar. Tiene 352 páginas que se leen rápidamente porque el lenguaje del autor y la respectiva traducción son ligeros, amenos y llevan al lector hasta el mundo desconocido y prácticamente prohibido de los estadistas.

Muchas preguntas que la gente común y corriente se formula ante quienes detentan el poder, especialmente el poder absoluto como ocurre en Francia, aqui están respondidas porque Giscard, sabiendo el alcance de su obra analiza temas apasionantes como la soledad del poder, la incomunicación en que se encuentra quien está ejerciendo el gobierno, la incomunicación que se establece entre gobernante y gobernados, el desgaste de los mandatarios y, como dice uno de los grandes politólogos que tienen los españoles, José María de Areilza, el momento en que el gobernante llega a sostener un auténtico proceso erótico con ese poder que le han entregado.

Giscard evita lo trascendental, no quiere sentar cátedra sobre un tema que tantos reyes, príncipes, presidentes y dictadores han tratado por mano propia o ajena a lo largo de la Historia. La sensación que queda es que durante esos siete años tomó notas, guardó apuntes porque sabía que un hombre como él, periodista y escritor reconocido, aprovecharía después esa experiencia insustituible para redactar estas reflexiones, de las cuales emergen los retratos de personajes que en su momento, como el Sha de Irán, se vieron destrozados por las circunstancias.

Compasivo pero analítico, mordaz pero cerebral, Giscard logra con el Sha el que puede considerarse uno de los momentos más cálidos y emocionantes de este libro, porque lo mira en la cima del poder, analiza los distintos elementos que lo apoyan y, enseguida revela el rápido deterioro que lo convierte en un monarca que ya nadie quiere recibir, después que muchos gobernantes le habían pedido favores personales.

Y al lado de las descripciones humanas, sociales y políticas en torno a la caída del soberano persa, hay que destacar el retrato que Giscard logra de quien fue su mejor aliado en los años setenta para impulsar los planes de la Comunidad Europea, el canciller socialdemócrata alemán Helmut Schmidt, con quien sostuvo largos e íntimos diálogos. Llegó a conocer sus temores y aspiraciones, descubriendo sus orígenes judíos, compartiendo logros y frustraciones con quien representaba al enemigo mortal de otras épocas. Respetuoso con los líderes franceses, a Mitterrand lo trata con deferencia y al contrario de Pompidou y Chirac, Giscard no se siente heredero de las ideas y el reino del general De Gaulle.

Como culminación de estas reflexiones, el autor de este libro que tiene un titulo muy expresivo, "El poder y la vida, deja ver su aspiración, su sueño íntimo de convertirse alguna vez en presidente de un hipotético gobierno europeo dentro del cual pueden caber todas las ambiciones de sus colegas y rivales. Como escribió alguien, la ventaja de Giscard es que no es un conservador reaccionario ni un gaullista nostálgico, ejerce a gusto su condición de liberal de centro. --