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RETORNO A LA PATRIA

Después de 11 años de ausencia Zorayda Salazar volvió con éxito al teatro Colón en el marco de la primera temporada de ópera de la compañía Jaime Manzur.

19 de mayo de 1997

Cuando en 1976 se fundó la Opera de Colombia el proyecto tuvo -y ha tenido siempre- toda suerte de detractores. Que la atacan porque sí y porque no. El único punto en el que coinciden tirios y troyanos es en el indiscutible hecho de que ha producido voces que se han convertido en una de las más amables y valiosas representaciones del país en el exterior.
La primera etapa de Opera de Colombia, que se construyó sobre la experiencia de cantantes como Carmiña Gallo y Marina Tafur, produjo rápidamente tres nombres que con el tiempo dieron mucho que hablar en los grandes escenarios del mundo: la mezzosoprano Sofía Salazar, la también mezzosoprano Marta Senn y la soprano Zorayda Salazar. A esta última le cupo la gloria de ser la primera colombiana en llegar al escenario de la Scala de Milán en mayo del 82. Regresó al año siguiente para anotarse una de las actuaciones más aplaudidas y mejor comentadas de toda su carrera en Anacreonte de Cherubini.
Salazar muy rápidamente se convirtió en una de las divas favoritas del público de las temporadas colombianas. Por su carisma y por sus condiciones vocales de soprano lírico de agilidad que le permitieron enfrentar uno de los repertorios más amplios y agradecidos de la ópera italiana. Pero también por su desenvolvimiento ágil y gracioso en escena, que facilitó mucho el trabajo de los grandes directores internacionales que entonces que visitaban el país: Michael Hampe, Willy Decker, Jan Slubach. En la temporada de 1985 cantó Despina de Cosí fan tutte de Mozart con un contundente éxito y, sin saberlo, se despidió del Colón por 11 años.
Acaba de regresar para cantar uno de sus roles más queridos y también de los más difíciles y comprometidos: Marina de Emilio Arrieta, una zarzuela que, convertida en ópera, es una de las piezas fundamentales del repertorio lírico español, título que inauguró la temporada de la Fundación Jaime Manzur en el Teatro Colón y que se prolongará hasta principios del mes de mayo con La leyenda del beso de Soutullo y Vert y Gigantes y cabezudos de Fernández.
Porque a pesar de las grandes noches en el Reggio de Turín, en la Opera de Dallas o en la Scala de Milán, esta caleña siente su carrera muy ligada al Colón bogotano. Por las noches triunfales de ovaciones interminables en Lucia de Lammermoor de Donizetti, Gilda de Rigoletto y Oscar de Baile de máscaras de Verdi, Carolina de Matrimonio segreto de Cimarosa, Musseta de Bohème de Puccini, y Susana de Bodas y Despina del Cosí de Mozart. También porque allí mismo consiguió parte de sus primeros aplausos cuando con apenas algo más de 15 años se inició como cantante de zarzuela de la compañía de Faustino García.
Pero, además, Zorayda Salazar quería regresar a cantar para el público de Bogotá luego del mal trago que tuvo que beberse en la temporada de 1985, cuando fue contratada para hacer su regreso al país como Gilda de Rigoletto de Verdi. Entonces, poco a poco, la atmósfera se fue enrareciendo en su contra y a favor de la soprano norteamericana Danielle Strauss, las relaciones se hicieron insostenibles con la directora de escena británica Karen Stone y con el director musical mexicano Enrique Patrón de Rueda, quien finalmente consideró que Salazar no era el tipo vocal idóneo para cantar la parte.
Sin embargo, con su regreso en Marina de Arrieta, Salazar ha demostrado ser una señora profesional de lo suyo y pone en evidencia que -digan lo que digan- sigue siendo una soprano lírico de agilidad. ¡Y puede hacer Rigoletto!