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Rumba colombiana, ‘english-style’

Paradójico: la salsa vieja es el punto de partida para un muy moderno experimento sonoro. Detrás está un británico que sabe de rumba.

Juan Carlos Garay
7 de agosto de 2000

Como no soy precisamente experto en música salsa (soy, por lo demás, pésimo bailarín) no supe muy bien qué pensar cuando llegó a mis manos el disco del proyecto Sidestepper. Era claro que no se trataba de uno de esos aberrados híbridos trópico-eróticos. El punto de partida, más bien, es la vieja salsa de alta calidad que hoy anda, como ciertos marsupiales, en vía de extinción. Pero, al mismo tiempo, su lenguaje es tan nuevo que opté por preguntarles a dos reconocidos salsómanos para partir de opiniones contundentes.

De entrada, no es fácil analizar un disco así. Resulta que antes el productor discográfico era simplemente aquel personaje encargado de grabar la música y supervisar la calidad del sonido. Pero con tanta nueva tecnología ahora el productor puede ser un instrumentista más. Luego de despachar a los músicos se encierra en el estudio de grabación y experimenta como un científico en su laboratorio: agrega efectos, realza ritmos y, en fin, puede hacer que el disco suene menos parecido a lo que se tocó que a la manera en que él desea que suene.

El productor, en este caso, se llama Richard Blair y es inglés. Bien es sabido que los europeos tienen grandes impedimentos para compenetrarse con la cultura latina, y en especial con eso que llaman sabor. Intente usted enseñarles a muchos de ellos lo que es el tumbao y lo verán tan exótico como inescrutable. Pero la historia de Blair es la de un aprendizaje que parte del amor a Colombia, a su vida nocturna y a su música.

Por azar Richard Blair fue encargado de la ingeniería de sonido de un disco de Totó la Momposina en 1992. Ese primer contacto con los ritmos afrocaribes le abrió un universo antes insospechado y no lo pensó dos veces cuando Totó lo invitó a visitar Colombia. La ‘visita’ duró casi siete años porque el productor británico encontró, además de grandes amigos, posibilidades musicales que sencillamente permanecían inexploradas. El disco de su proyecto Sidestepper es el resultado de aquellos años durante los cuales ese gusto inicial por los sonidos exóticos se convirtió en verdadera compenetración y comprensión del tumbao.

Así, Blair invitó a músicos colombianos de distintas disciplinas para una serie de ‘descargas’ salseras. Hace un aporte invaluable Iván Benavides y surgen verdaderas sorpresas, como la presencia fugaz de Andrea Echeverri (entre paréntesis, ¿habrá pensado Andrea en ampliar su espectro musical? Es que el rock es un género tan limitante para una voz tan especial...). Luego el científico va a su laboratorio y agrega eso que nos ha dejado perplejos como oyentes: su sello sonoro.

Sello con conocimiento de causa. Le pregunté a Richard Blair si esos siete años en Colombia habían sido de ardua investigación de nuestra música. “Investigación y rumba”, me contestó, recordándome de paso que la música, más que objeto de estudio, es experiencia vital.

Por cierto, los dos empedernidos salsómanos (que han preferido permanecer en el anonimato) brindaron diagnósticos favorables. “No es malo”, dijo el primero. El segundo se arriesgó un poco más; esbozó una sonrisa sutil, como de Mona Lisa, y me confió en voz baja: “Es muy interesante”.