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| Foto: Archivo particular

ENTREVISTA

“ ‘Sal’ es una película que invita a jugar”

William Vega es el realizador de esta inquietante película colombiana que se destaca por su cinematografía y por su particular historia. Actualmente en cartelera.

16 de abril de 2018

Se estrenó durante el pasado Festival de Cine de Cartagena, Ficci, y tuvo plena aceptación del público. Hace una semana llegó a los teatros del país y sus bondades han sido reconocidas por la crítica. Su historia, que se desarrolla en el desierto, es la de un hombre que busca a su padre, pero un accidente hace que quede bajo la protección de una pareja. Allí muchas cosas de su vida tomarán otro sentido. 

Su director es William Vega, el mismo de La sirga, catalogada como una de las mejores en esta etapa del nuevo cine colombiano. SEMANA habló con él

SEMANA: En ‘La sirga’ la protagonista es una laguna; en ‘Sal’, el desierto. ¿Por qué en sus películas la región-paisaje es fundamental?

William Vega: Como en la vida social, el territorio nos define. Tanto en La sirga como en Sal he querido explorar las relaciones que los seres humanos establecen o podrían establecer por y con el espacio. En ambas películas los personajes están marcados por el lugar que los convoca. Como diría Camus, “un rostro que ha estado cerca de una roca, se convierte en roca”. Esa ha sido la búsqueda en las dos apuestas, entornos que afecten a los personajes y por consiguiente a la historia.

SEMANA: No como telones de fondo…

W.V.: No, son espacios, atmósferas que construyen un ordenamiento simbólico del mundo de los personajes. En La sirga, una jovencita huye del fuego y encuentra refugio en la humedad, el barro y en el escudo protector de la laguna. En Sal, el entorno es una suerte de exteriorización de un hombre sin identidad que busca una; vacío, yermo, infructífero.

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SEMANA: ¿Por qué en ambas películas hay una búsqueda familiar: de un tío, en ‘La sirga’, o de un papá, en ‘Sal’?

W.V.: Tengo la impresión de que el acontecer humano se traza como un mapa, como un viaje con interminables estaciones. He sido migrante y siento que cuando nos encontramos ajenos a nuestro lugar de origen afloran todas nuestras vulnerabilidades. Quedamos sin suelo, sumergidos en otro estado y esto hace que las búsquedas se conviertan en el brío para alcanzar una tabla salvavidas. En esos lugares de transición, la búsqueda de lazos familiares parece inevitable. La búsqueda de afecto que nos recuerde ese núcleo familiar perdido es vital para sobrevivir. Por eso en las dos películas es fundamental la idea del viaje y por defecto de construcción de relaciones. Las relaciones que se tejen en el hogar son una representación de las que plantea el acontecer social. En Sal, la búsqueda del padre se convierte en una excusa para representar la necesidad por encontrar una ideología, algo en qué creer.

SEMANA: Hay similitudes de ‘Sal’ con ‘Los últimos días del desierto’ (la película de Rodrigo García), no solo por el paisaje sino también por la relación padre e hijo. ¿Hubo algo de ella a la hora de pensar y ejecutar esta película?

W.V.: Justo cuando terminamos el rodaje de Sal, en agosto de 2016, tuvimos la oportunidad de ver la película de Rodrigo García por una invitación que nos hizo su distribuidora en Colombia. De hecho, pudimos tener una videoconferencia con él. Para mí y para el equipo fue una grata sorpresa y sí que encontramos similitudes no solo por el entorno y las relaciones que se esbozan sino porque yo siento que la historia de Heraldo es la de un mensajero que ha quedado atrapado en ese lugar. Una especie de mesías que no sabe que lo es.

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SEMANA: ¿Cómo ha recibido el público en general una película que se sale de lo tradicional?

W.V.: Tanto en el FiCCi 58 como en lo que lleva la película en cartelera, la reacción del público ha sido muy valiosa. Lo que ha ocurrido al final de las proyecciones es que los espectadores se acercan a preguntar si su interpretación de la película es la correcta. Por lo general, su interpretación siempre es más interesante que mía. Esto es lo que ocurre cuando uno plantea una obra abierta, cuando lo que se le entrega al espectador es una serie de puntos que él debe conectar. En ese sentido la película invita a un juego, un vaivén entre la obra y el espectador que me supera a mi como autor. Hay quienes se pueden sentir incómodos con esto pero es lo que ocurre en cualquier juego. En este, el espectador es el protagonista, quien asocia. Por eso creo profundamente que esta es una película para el público.

SEMANA: ¿Por qué contar una historia sobre la ausencia del padre y en un lugar donde hay ausencia de todo?

W.V.: Sal está inspirada en su propio protagonista. Heraldo Romero Astaíza creció con la ausencia de su padre, Heraldo Romero Sánchez, quién se había convertido en un mito, en una leyenda. Heraldo hijo, el actor, me contaba cómo había pasado parte de su vida queriendo saber cómo habría sido esa leyenda como padre. Sentí una fuerte conexión con esa búsqueda, pues crecí en un hogar de padres separados en donde aparecía constantemente la necesidad de querer estar más cerca de él, por saber más de su vida. A mi alrededor esta historia se repetía. Por distintas razones, en mi círculo de amigos y conocidos, la figura del padre era distante o ausente. Ya sea porque el padre había migrado por una mejor economía, o porque las relaciones no habían funcionado o porque había muerto.

SEMANA: Es evidente en la película la necesidad del padre…

W.V.: Una suerte de generación sin padre es muy común en estas sociedades. Como dije antes, esta búsqueda por el referente paterno se traduce en cierta manera en la búsqueda de la ideología, la necesidad de tener algo en qué creer. Esa ausencia de Heraldo como personaje se exterioriza y se biomagnifica en el entorno desértico.

SEMANA: ¿Esa visión casi posapocalíptica de ‘Sal’ tiene alguna inspiración y un propósito especial?

W.V.: Venimos de varios años en que la agenda mediática y política han hecho recurrente el término posconflicto. Los imaginarios alrededor de esta noción son confusos. ¿Qué viene después del conflicto?, ¿Cómo sería ese posible futuro? La historia humana no es progresiva. Es caprichosa y se muerde la cola. Más que una línea ascendente me parece más a un espiral en la que estamos condenados a repetirnos. Quise plantear una película atemporal que no se pudiera ubicar en un lugar ni en un tiempo específico. Que se construyera a partir de una mixtura de tiempos. Podría ser una película del pasado o de un lugar remoto del presente o de un futuro distópico. En cualquiera de esos tiempos, el conflicto está presente. Siempre ha estado entre nosotros y seguirá estando.

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SEMANA: La sal tiene infinidad de lecturas y usos: desde superstición (mala suerte) o, si se quiere, de sanación. ¿Cuál es la suya?

W.V.: De acuerdo, la sal tiene una enorme connotación negativa: mala suerte, poco saludable...Me pregunté qué ocurriría si todos los recursos con una carga positiva desaparecieran y solo quedara la sal. Seguramente se resignificaría y adquiriría otro valor. La asocié con lo que ocurre en una roca en el Pacífico llamada Malpelo, la base en la que se fundamenta su ecosistema es el estiércol de las aves. Luego trabajé sobre esta idea y esta sociedad residual hace lo propio con la sal. Salomón funda su república independiente gracias a este elemento. Se le da un cambio de signo y vuelve a tener valor. Además es el elemento que permite que el protagonista sane. Como dice Salomón, “el cuerpo humano y el planeta es una perfecta combinación de agua y sal y esto permite nuestras conexiones químicas y eléctricas”. Por otro lado, es un juego de palabras pues descubrimos que el propósito del protagonista es sal-ir de este lugar.  

SEMANA: Usted es de Cali y esa ciudad se asocia, cinematográficamente, con Luis Ospina, Carlos Mayolo y Andrés Caicedo, entre otros. ¿Qué diferencia a esta nueva generación (usted, Ruiz Navia, César Acevedo o Jorge Navas) de aquella?

W.V.: Quizás la generación de nuestros antecesores estaba más comprometida con el cine de género. De ahí toda esa gran exploración que produce el gótico tropical y el interés por el vampirismo. En ese sentido, nos diferencian los referentes: obras y autores que seguramente afectan nuestras maneras de asumir la cinematografía. Creo que nuestra generación aún no termina por definirse. Siento que hay rasgos en los que dialogan nuestras películas, pero quiero creer que seguimos en una búsqueda formal y de contenidos que afortunadamente aún no termina.