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SALON ENTRE MURALLAS

Un nivel parejo y un magníficó escenario son las notas más destacadas del XXXII Salón Anual de Artistas Colombianos, que se realiza en Cartagena.

6 de marzo de 1989

El marco no podía ser mejor. El Centro de Convenciones de Cartagena fue el sitio ideal para albergar las 147 obras de los 88 artistas que por estos días, y hasta el próximo 28 de febrero, toman parte en el XXXII Salón Anual de Artistas Colombianos. Un recinto espacioso, una magnífica distribución y un cuidadoso trabajo de curaduría, hicieron agradable la visita de esta muestra, que posiblemente sea la más pareja, en cuanto a calidad, que se haya celebrado en los ultimos años.
Los problemas que debió afrontar el XXXII Salón comenzaron en noviembre del año pasado, cuando los coletazos del huracán "Joan" hicieron de las suyas en el Coliseo Naval, lugar originalmente designado para realizar la exposición. Esto obligó a postergar su inicio y a cambiar de sede. El pasado 27 de enero la muestra fue abierta al público en el amplio salón Barahona del Centro de Convenciones, en un cambio de sede que a todas luces resultó benéfico para el evento. Valió la pena esperar.

En lo que tiene que ver con el aspecto artístico propiamente dicho, el Salón deja ver una nueva actitud de la mayoria de artistas. No hay una escuela que predomine, no hay una tendencia claramente definida. Los artistas colombianos, tanto escultores como pintores, y aun los fotógrafos, siguen manejando un lenguaje propio, innovando con los materiales y las técnicas. Un punto importante para resaltar en esta ocasión es el concerniente al desarrollo de todo ese flujo de ideas, que tradicionalmente se han quedado planteadas sin mayor evolución. Este año. buena parte de los participantes en el Salón llegaron con obras en las que se puede apreciar una mayor elaboración de propuestas que habían sido presentadas en años anteriores.

Seguramente por eso, se nota un mayor trabajo y, aunque todavía subsisten como un vicio o una manera de disimular la falta de talento, los trabajos efectistas no dan del todo la pauta. Es una muestra que se hace ver con calma, que obliga a una mirada detenida. Como es ya costumbre, la pintura marca la parada en cuanto a número de participantes y, ahora, en cuanto a calidad. La utilización de técnicas novedosas, la elaboración de otras ya conocidas, como en el caso de Diego Mazuera Gómez, uno de los premiados por el jurado, que trabaja acrilico con arena y tierras, va a la par con el desarrollo de una temática definida. En cuanto a la escultura, hay cosas interesantes, aunque nada descollante, lo mismo que en los ensambles. La fotografia es tal vez la menos favorecida y no muestra nada verdaderamente novedoso.

En general, se trata de un buen Salón. No se puede afirmar que alcanza la calidad que se quisiera, pero en comparación a lo presentado en añoS anteriores, el de Cartagena es el mejor. Parece como si los artistas colombianos estuvieran en un momento de reflexión, en el que se están elaborando planteamientos presentados de tiempo atrás. Si el Salón Anual de Artistas Colombianos es un reflejo válido de lo que pasa en la plástica nacional, se puede afirmar que los artistas colombianos no están matriculados en ningún movimiento por el momento. Cada cual tiene su propio lenguaje, sus temas, inquietudes y técnicas, así como sus propios desarrollos.
Sin que se pueda decir si eso es bueno o malo, lo cierto es que en Colombia hay arte para todos los gustos.

El jurado de premiación, integrado por la mexicana Raquel Tibol, la venezolana Bélgica Rodríguez y los colombianos Carolina Ponce de León y Juan Antonio Roda, otorgó cuatro premios de un millón de pesos, y tres menciones. Los premiados fueron: Diego Mazuera Gómez, Miguel Angel Rojas Ortiz, Bibiana Vélez Covo y Hugo Zapata. Las menciones recayeron en Edelmira Boller, Fabián Rendon Tobón y Pedro Ruiz Correal.

En cuanto a las decisiones del jurado de premiación, los galardones se otorgaron por unanimidad y, fuera de uno que otro artista que se sintió decepcionado, todo el mundo está de acuerdo en que el fallo fue acertado.
Como lo dijo a SEMANA uno de los participantes en el Salón, "los premios estuvieron bien dados, pero había muchas obras que también podían haber estado entre las ganadoras, lo que demuestra que el Salón estuvo parejo".

La cosa se pone de otro color cuando se toca el punto de la selección de participantes. De acuerdo con el reglamento que rigió para esta verión, todos los artistas que quisieran participar debían enviar cinco diapositivas de igual número de obras, a entros regionales de donde fueron emitidas a Bogotá. Con base en estas diapositivas, un jurado de selección decidió qué artistas y qué obras iban a estar presentes en Cartagena.

Esta práctica, a toda luces, es injusta y, por lo menos, facilista. Por muy buena que sea la foto de la obra, no leja de ser un elemento de juicio basante débil para descalificar el trabajo le un artista, especialmente en el caso le la escultura, donde parámetros como el volumen y la profundidad no son fácilmente apreciables. Además, na buena obra puede verse afectada por una mala diapositiva. Utilizar ese sistema para escoger a los participantes es tan irresponsable como criticar un evento sin haberlo visto, basándose únicamente en un testimonio fotográfico. De ahí que, a pesar del aceptable nivel del Salón de Cartagena, queden dudas sobre la idoneidad en la escogencia. Seguramente, muchos trabajos valiosos se quedaron por fuera por un album fotográfico, y otros muchos ocupan un lugar en el Centro de Convenciones por la misma razón.

Al parecer, es hora de replantear tal sistema. Antes existian los salones regionales, como una especie de ronda eliminatoria. Colcultura debe pensar en una fórmula alterna, de no ser posible la reimplantación de los salones regionales, para subsanar este inconveniente. Sería conveniente que el jurado de selección viera las obras en vivo, in situ, para poder tener elementos suficientes para su elección. Claro está que eso traería problemas de tiempo y de costos, pero garantizaría un alza en la calidad del evento. En estos días se ha estado hablando de la posibilidad de realizar el Salón Nacional cada dos años, lo que permitiria un proceso de selección más riguroso y que los artistas mediten y trabajen con más profundidad en sus obras.

Lo de Cartagena es interesante con un nivel que, sin ser el que todo el mundo espera, mejora el de años anteriores, el Salón Anual de Artistas Colombianos se presenta como un evento de gran importancia para la plástica nacional, pero que debe optimizar sus criterios y exigencias si no quiere caer en la rutina y en la mediocridad de las que, por lo menos e la presente edición, se ha salvado. -