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SALTO DIFICIL

En "Educando a Rita" quedan claras las diferencias entre los actores de teatro y de T.V.

19 de marzo de 1990

Un profesor de alguna universidad británica, acepta ser tutor de una joven desaliñada, de clase media baja, inculta, mal hablada, veleidosa, un poco frustrada pero con una inteligencia provocadora y una gran capacidad para el dialogo.
Ella es peluquera en algún suburbio de la ciudad, el, sobra decirlo, es un intelectual. Esta es la situación cómico-dramática que presenta "Educando a Rita" de William Martin Russell, la obra que por estos días se presenta en el Teatro Colon, bajo la dirección de Julio Cesar Luna y con la actuacion del director y de Helena Mallarino, en el papel de Rita.

La obra toda está construida sobre la base de una intensión irónica. El mismo titulo ya lo es. Cuando en "Educando a Rita" la ironia aflora a la superficie en forma de chiste, es fácil percibir su sentido, interpretarlo y disfrutarlo. Pero cuando no es asi, cuando bajo el nivel de la superficie, se oculta toda una trama ironica, la obra exigira toda una percepción particular que solo es posible alcanzar cabalmente por su relación con el contexto.

De ahí que la pieza "Educando a Rita" en toda su integridad tenga un significado particular para un espectador ingles y otro significado más general para nuestro público. No es que el tema o la situación no sean universales. Es que, la manera de ser tratado el argumento allí arrastra tantas peculiaridades de una cultura, que compromete un sentido del humor, implica una entonacion particular y desarrolla de tal manera una situación que le da a sus personajes su verdadera carta de identidad.

Haber interpretado la obra no signitica tener el diálogo al dedillo enunciarlo bajo una edición correcta. Es necesario captar el poder que el lenguaje guarda dentro de sí, explorarlo y despertarlo a la vida autentica de los personajes. Todo esto lamentablemente falta a la obra de Julio César Luna.

Aquí estaría el primer paso, la razón de fondo, diriamos, que distancia la obra del póúlico, que la priva de todo su poder dramatico y desde luego de su exquisito sentido del humor. Entonces el público asi es abandonado a un estado de simple curiosidad de completa ociosidad mental.

Sin embargo, vamos a supone que, aun prescindiendo de todo aquello, del contexto que es el espejo en donde la obra se mira, de las sutilezas, del fondo, etc. y tomando la obra en su situación simple, pura y superficial dejemos descansar todo su interés en su anecdota o en su fabula. En este nivel, la puesta en escena que practica Julio César Luna ha sido elaborado con completa pulcritud. La escenografía y la iluminación reproduce las cualidades realistas de la obra, el uso de lo previsible y, aunque una banda sonora inutil y fuera de lugar da el toque de mal gusto a la representacion, hay que decir que tecnicamente la obra alcanza un alto nivel. Pero lo que resulta al cabo exasperante es ese desacuerdo desproporcionado entre el nivel tecnico y las capacidades artísticas de la personas comprometidas en el montaje. Habría que señalar la causa de semejante desequilibrio; o al menos, barruntar una sospecha acerca del camino que se tomó para llegar a semejante resultado, satisfactorio nivel más rutinario y convencional, pero inaceptale ante la exigencia de una práctica teatral seria e inteligente. Es muy posible que la razón de tal inadecuación se encuentre en ese paso que los actores de televisión dan en busca de la experiencia teatral.
Tantas veces los actores de televisión, cansados o desilusionados de un trabajo mecanico, frio, un poco inocuo, ante las camaras, buscan una experiencia en donde su capacidad, conocimiento, arrojo y sensibilidad se ponga al servicio de una idea elevada al arte escénico, que ofrezca una posibilidad de llevar a cabo una experiencia que valga la pena vivirse. Pero tambien tantas veces en ese transito se olvida el actor que debe someter sus principios dramáticos a profundas transformaciones y entonces tras este olvido arrastra consigo aquellas coordenadas con las que se mueve en el set.

Es muy probable que de la televisión al teatro solo haya un paso, pero este exige una profunda elaboración del personaje, una transformacion completa de su arte. Helena Mallarino lo intuye y por eso en ella es notoria alguna elaboración de su papel.

Y aún, a riesgo de-ir demasiado lejos, es necesario señalar como las dificultades que implica dirigir y actuar en una misma abra, pronto se convierten en definitivas incompatibilidades. El director debe estar al lado del público, tomandole el pulso a la obra, llevando sus acordes, siguiendo en detalle su marcha, estableciendo su dinámica, componiendo sus estrategias, conduciendo su linea de acción, su ritmo, en fin legislando sobre su acontecer. Pero si el director esta sobre el escenario preocupado por su papel, nada de esto es posible verdaderamente.

Julio Cesar Luna tiene sin duda grandes capacidades escenicas y un valioso sentido profesional, pero con "Educando a Rita" se adormecio sobre su rutina y disipó su talento en una experiencia que exigiria algo más que una pobre puesta en escena.-