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Se acabó la vaina

Emiliano Zuleta, leyenda de la música del Valle de Upar, murió a los 93 años la semana pasada, en Valledupar. Semblanza del autor de 'La gota fría'.

12 de febrero de 2006

Hace unos años Lorenzo Morales le propuso a Emiliano Zuleta hacer un pacto de sangre: cuando uno de los dos muriera, el otro dejaría de tocar el acordeón. Ahora 'Moralito' no sólo tendrá que soportar la tristeza que le deja la muerte de su viejo rival y gran amigo, sino que también tendrá que abandonar para siempre el instrumento para el cual vivió. En esta puja, como en otras tantas en la vida, también le ganó el viejo Emiliano a Lorenzo Morales. "Me lleva él o me lo llevo yo, pa que se acabe la vaina". Y la vaina se acabó 67 años después de haber compuesto La gota fría. Fue el viejo Mile el que dejó en la Tierra a la persona que le inspiró los versos de la canción que lo haría famoso desde el momento en que la compuso. La letra de La gota fría se empezó a expandir rápidamente por los departamentos de Cesar y La Guajira, hasta el punto que ya era más que una leyenda cuando Carlos Vives la difundió por el resto del país y el mundo, en su álbum Los clásicos de la Provincia. "Yo no hice famosa 'La gota fría', 'La gota fría' me hizo famoso a mí", dijo con sinceridad Carlos Vives la semana pasada durante el entierro del Viejo Mile en Valledupar. Y es que esa canción nació con la misma buena estrella que lo hizo el viejo Emiliano el 11 de enero de 1912, en la Jagua del Pilar, municipio de Urumita. El hijo de la vieja Sara, aquella que quedó inmortalizada en la canción del maestro Rafael Escalona, fue desde pequeño un hombre al que le sobraba inspiración, agilidad mental y picardía para improvisar un verso sobre cualquier episodio de su vida. Esa espontaneidad para componer -que heredó de su madre, decía ella-, la destreza para tocar el acordeón -que heredó de la vena musical de su padre, dice la gente- y las ganas de cantar sus propias canciones fueron la clave para que Emiliano se convirtiera en uno de los músicos más completos del folclor vallenato. Todo aquello en una época que en la que, según él, ellos tocaban solos "sin caja y sin guacharaca, todo era canto y acordeón". Porque si hubo algo claro en la vida de Emiliano Antonio Zuleta Baquero es que nació para el vallenato. Al fin y al cabo, pocas personas son capaces de componer y aprenderse largas canciones sin saber leer y escribir. Y pocas son capaces de tener la determinación del joven Emiliano que le robó uno de los seis acordeones a su tío Francisco Salas -que tenía un carácter fuerte donde los haya- y huyó del pueblo hasta cuando dominó aquel instrumento que lo llevaría a la gloria, no sólo del mundo musical, sino del femenino. El viejo Mile se vanagloriaba de que por su vida pasaron muchísimas mujeres y que a cada una de ellas, así hubiera sido un amor pasajero, le había dedicado una canción. Se cree que pudo haber compuesto más de 400 temas, aunque de ellos sólo 50 se grabaron, según dice el periodista Luis Mendoza, que escribió un libro sobre Zuleta, titulado La gota fría. Además de las mujeres, que marcaron sin lugar a dudas su universo musical, fueron las pujas con Lorenzo Morales y su hermano Antonio Salas las que dieron origen a sus canciones inmortales. Porque el Viejo Mile, según reconoció en vida, era un hombre rencoroso. "Es que también soy muy envidioso", le confesó a Alberto Salcedo en un reportaje que le hizo para la revista El Malpensante. Con Morales se reconcilió una vez en la plaza de Urumita cuando, después de conversar un rato, se dieron cuenta de que los que ganaban con este enfrentamiento eran otros. Eran aquellos que con toda autoridad iban por ahí diciendo que en Gaucoche había un tipo que tocaba como los dioses el acordeón, y otros tantos que contestaban con arrogancia que no, que el de la Jagua tocaba mejor. Tardaron mucho tiempo en hacer las paces pero, al final, Zuleta y Morales descubrieron que habían nacido para quererse, relata Salcedo en su crónica. Lograron una amistad tan sólida, que a donde lo invitaban el Viejo Mile se llevaba a su amigo Lorenzo, porque creía que él también debía recibir reconocimiento. Comprendía que sus enfrentamientos habían sido los que originaronlas canciones que lo hicieron famoso. Además, Morales -que, según decía Zuleta, estaba más enfermo que él- solía viajar con frecuencia hasta Valledupar para visitarlo. Para ese entonces al viejo Mile ya le habían puesto un marcapasos y le habían prohibido la parranda y el ron, dos de los grandes amores de su vida. Al final de su vida sólo podía tomar whisky, y eso que con mucha agua y a escondidas porque sus hijos le tenían prohibido beber. A pesar de estas precauciones, la muerte tampoco perdonó al Viejo Emiliano. Ya estaba viejo y cansado. Dicen que tenía ganas de morir. Les pidió a sus hijos que lo sacaran de la unidad de cuidados intensivos y lo dejaran vivir en paz. Ya había hecho demasiado en la vida. Como dijo Andrés Becerra, uno de sus inseparables compañeros de parranda: "Él fue el más prolífero de los acordeoneros, él es el padre de la dinastía más grande que tiene la música vallenata". Por su parte, Lorenzo Morales, también afectado por los años y las enfermedades, tendrá que esperar su muerte sin tocar el acordeón porque lo que hizo fue un pacto de sangre. Hasta en su muerte el Viejo Mile se salió con la suya.