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SEÑAL EN BAJA FRECUENCIA

LA NUEVA PROGRAMACION DEL CANAL CULTURAL TRAJO MAS DECEPCIONES QUE SORPRESAS.

18 de marzo de 1996

Hace ya dos meses que se inauguró con bombos y platillos la Señal Colombia, la nueva imagen del canal cultural que, desde ese día, se ofreció como una espectacular alternativa en una agresiva campaña publicitaria a través de los canales comerciales y los medios escritos. Con nuevas cortinillas, un atractivo logo, reinas de belleza acabadas de aterrizar de Cartagena, modelos despampanantes y periodistas de prensa escrita como María Jimena Duzán y Patricia Lara, se cerró con broche de oro la oferta del canal. Este espectacular paquete que parecía ofrecer muy buenos contenidos condimentados con los encantos de presentadoras glamorosas, y temas un poco light como la cocina, los aeróbicos y la moda, fueron ofrecidos como la feliz conclusión del programa bandera del anterior ministro de Comunicaciones, Armando Benedetti. Sin embargo, la decepción definitivamente le ganó a las expectativas en una programación que hasta el momento se ha caracterizado por la improvisación, la falta de coherencia y el popurrí. Esto no quiere decir que la totalidad de la programación sea de baja calidad o que el proyecto haya fracasado. No se pueden negar indudables logros individuales, muy buenas ideas y que, para muchos televidentes este canal comience a ser una alternativa como lo demostraron algunas encuestas publicadas recientemente en el periódico El Tiempo. Pero lo que sí es evidente es la falta de una política de programación del canal y muy poca claridad conceptual de lo que debe ser la producción audiovisual cultural. Esto se refleja en la descuadernada colcha de retazos que permite involucrar bajo el mismo techo las chocantes entrevistas de Poncho Rentería con los aburridísimos trabajos manuales de Camándula, y los desteñidos informes de moda, un programa que está a años luz de las interesantes experiencias de Teleantioquia en ese género. Esta improvisación y falta de coordenadas no se ven bien en un canal que no empezó de la nada y que tenía muy interesantes experiencias previas que pudo haber aprovechado. Porque en este momento del balance hay que recordar que si bien Señal Colombia se ha presentado de algún modo como la gran renovadora de la programación cultural, pioneros como Audiovisuales y la Unidad de Televisión de Colcultura tenían una experiencia de años elaborando una eficiente y rica programación alternativa que no supo canalizar la nueva etapa. Aunque ambas programadoras tienen hoy en día sus franjas en Señal Colombia, no fueron llamadas para la reestructuración de la nueva programación del canal. Pero no solo ellos fueron sacados del banquete de las decisiones. Tampoco se tuvo en cuenta el trabajo de Felipe Camargo, el anterior director del Canal 3, que llevaba años pensando y descubriendo estrategias para revitalizar este canal. Y mucho menos se hizo una convocatoria pública para permitir la entrada de nuevos talentos marginados de la televisón comercial. La tabula rasa que se hizo de experiencias anteriores, la resolución de la nueva programación a puerta cerrada, la entrada de muchas personas que sólo tienen hasta ahora su primera experiencia en televisión y la falta de readecuación de un personal técnico (muchas veces obligado a trabajar tres jornadas laborales diarias, según directivos de Acotv), se expresan ahora en toda esta serie de programas que, o francamente no se justifican en este canal, o son buenas ideas malogradas por una deficiente producción. Como conclusión sigue habiendo más de lo mismo, y la parte de la programación efectuada por Audiovisuales (Maestros, Brújula Mágica, etc.), y Colcultura (Imaginario, Señales de vida, etc.) saca la cara como siempre. Hay excepciones como los nuevos e interesantes programas de la franja de opinión y hay una rica variedad de cine. Pero un estilo definido, una política de programación clara y una verdadera voluntad de crear una propuesta alternativa no se alcanzan a ver hasta el momento. Ahora la palabra la tiene la Comisión Nacional de Televisión que debe revisar unos contratos vigentes hasta el próximo mayo que, a decir verdad, no parecen haber pasado la prueba de fuego.