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SEÑALES DE ALERTA

Con la decisión de Fernando Botero de donar su colección internacional a Bogotá y no a Medellín la crisis del Museo de Antioquia toca fondo.

31 de agosto de 1998

La noticia cayó en Medellín como un baldado de agua fría. La colección internacional de arte moderno de Fernando Botero, que había sido ofrecida por el pintor colombiano a la capital antioqueña como un aporte al desarrollo de los jóvenes artistas de la región, finalmente tendrá como destino Bogotá por decisión expresa del propio Botero, quien se cansó de esperar una iniciativa concreta de las autoridades locales en relación con el lugar donde irían a exhibirse las obras.
Se trata de una colección que los expertos han avaluado en 40 millones de dólares y reúne obras de artistas tan reconocidos en el mundo como Pablo Picasso, Chagall, Degas, Ernst, Francis Bacon y Henry Moore, entre otros. Son más de 60 piezas representadas en escultura, pintura y dibujo que Botero comenzó a coleccionar hace unos 25 años y hoy tiene distribuidas entre su apartamento en Nueva York y un depósito en Suiza. "Desde hace aproximadamente año y medio venía teniendo contactos con las autoridades de Medellín con el ánimo de que respondieran a mi propuesta de formar un gran museo con algunas de mis obras y mi colección personal de otros artistas. Pero todo se fue en trámites y alargues hasta que, finalmente, tomé la decisión de donarla a Bogotá en vista de que en Medellín no noté mucha seguridad en que el proyecto se llevara a cabo", le dijo a SEMANA Fernando Botero desde su estudio en Pietrasanta.
La iniciativa de Botero había coincidido con el interés de las directivas del Museo de Antioquia, el más importante del departamento, de dotarlo de una nueva sede, pues la actual no sólo se quedó pequeña sino que está ubicada en un sector de creciente deterioro. Pero hasta el instante de la determinación de Botero de trasladar su colección a Bogotá, las autoridades locales no habían resuelto ni el lugar ni el presupuesto para su construcción.
Entretanto el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, había tenido la oportunidad de comunicarse con el pintor hace pocas semanas, para expresarle su deseo de construir en la capital del país un gran museo dedicado a su obra que hiciera parte del parque que el burgomaestre tiene pensado construir en el sector donde hoy queda San Victorino. A Botero la idea no le sonó mucho, pues ya tenía la experiencia del prometido museo en Medellín. Así que, en definitiva, optó por donar su colección al Banco de la República, por ser, según el propio Botero, la única institución capaz de encargarse de su mantenimiento y exhibición en la actualidad. "Todavía falta concretar algunas cosas, comenta Botero, pero por el momento está definido que mi colección de arte moderno, sumada a unas 30 obras mías, pasarán a poder del banco para que sean ubicadas en la Casa de Exposiciones de la Biblioteca Luis-Angel Arango. Si el banco decide utilizar la sala para otros menesteres, mi obra y mi colección pasarán automáticamente al Museo Nacional", puntualizó el pintor, quien, de paso, afirmó que el objetivo es que la exhibición sea inaugurada en el año 2000.

Peor, imposible
Aunque el artista colombiano mantuvo su promesa de regalar a Medellín cerca de 40 obras de su autoría, independientemente de la donación a Bogotá, lo cierto es que la determinación de Botero en relación con su colección internacional de arte no sólo ha dejado a los antioqueños pasmados de la tristeza sino que ha hecho rebosar la copa de la crisis por la que atraviesa el Museo de Antioquia en la actualidad.
Fundado hace 117 años, el de Antioquia es el segundo museo más antiguo del país después del Museo Nacional y entre sus pertenencias no sólo figura la muestra más numerosa de la obra de Fernando Botero (16 esculturas y 18 pinturas) sino la más importante colección de artistas antioqueños con obras que resumen cerca de 400 años de historia del arte en el departamento. Sin embargo su situación económica no puede ser más alarmante. "Nuestro presupuesto anual apenas sobrepasa los 400 millones de pesos, cuando el mínimo para sobrevivir es de 1.000 millones", comenta su directora, Pilar Velilla. Esta disparidad numérica es la causante de que el museo tenga hoy un déficit de 500 millones de pesos, hace cerca de seis meses no pague servicios públicos y esté colgado en el pago de nómina.
A todo esto se suma la falta de recursos para adelantar trabajos de restauración y mantenimiento de las piezas de su colección y la insuficiencia de una sede cuyo tamaño sólo da para exhibir apenas el 7 por ciento de un total aproximado de 3.000 obras. El otro 93 por ciento está guardado en bodegas. Como si fuera poco, la afluencia de público ha ido descendiendo en los últimos años. La más reciente campaña lanzada por el museo para promover la visita de los colegios sólo fue respondida, según su directora, por el 0,03 por ciento del total de estudiantes de Medellín, y en general, al museo asiste anualmente el mismo número de personas que va en un día a un partido de fútbol.
Ni siquiera el anuncio de la donación de Fernando Botero sirvió de aliciente para proponer soluciones a la crisis. La propia Pilar Velilla intentó llamar la atención del alcalde de Medellín, Juan Gómez Martínez, y del gobernador de Antioquia, Alberto Builes, a comienzos de este año sobre la necesidad de iniciar los trabajos de una nueva sede que permitiera recibir la colección del pintor colombiano con las mínimas exigencias requeridas. Incluso según ella hubo contactos con varios empresarios antioqueños, incluido el presidente del Sindicato Antioqueño, Nicanor Restrepo, y con personalidades como el ex presidente Belisario Betancur y María Emma Mejía. Pero la reacción llegó tarde. En una rueda de prensa posterior a la decisión de Botero Gómez Martínez se comprometió a asignar 900 millones de pesos destinados al análisis de proyectos para la nueva sede, mientras en torno de su decisión comenzaron a circular propuestas sobre el sitio adecuado para construirla.
El propio Gómez Martínez es de la idea de reubicarlo en el antiguo Palacio Municipal, aledaño a la actual sede del museo, ubicada en inmediaciones del parque Berrío, en pleno centro de la ciudad; o bien en el edificio Vásquez, frente al Centro Administrativo La Alpujarra. Por el contrario, un grupo liderado por representantes de la facultad dE arquitectura de la Universidad Nacional, la Sociedad Antioqueña de Arquitectos y la Biblioteca Piloto de Medellín, ha promovido la iniciativa de construirlo a la manera de un gran parque que estaría localizado en los terrenos que hoy ocupa la Fabrica de Licores de Antioquia.
Sin embargo, en este sentido la última palabra la dio el gobernador Alberto Builes, quien se negó a financiar este proyecto durante su administración debido al déficit presupuestal del departamento.
Así las cosas la situación del Museo de Antioquia, patrimonio indiscutible de la vida artística de Medellín, está lejos de definirse. Y si las soluciones no llegan pronto muchos son los que opinan que los antioqueños corren el riesgo de quedarse sin el pan y sin el queso, es decir, sin la colección de Botero y sin su museo insignia.