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Si se calla el cantor...

El mismo día murieron, a los 78 años el flautista francés Jean-Pierre Rampal y a los 94 el tenor y maestro de canto colombiano Luis Macía.

Emilio Sanmiguel
26 de junio de 2000

Teóricamente poco tenían en común el flautista francés Jean-Pierre Rampal y el tenor colombiano Luis Macía. Salvo la música y la lamentable casualidad de que murieran el mismo día de la semana anterior. Rampal en París, víctima de un ataque cardíaco, y Macía en su casa de Bogotá, un poco vencido y agotado por el paso de los años.

Pero algo más acercó la existencia de estos seres humanos excepcionales por encima de las anécdotas de que el tenor aplaudió al flautista francés en varias oportunidades en Bogotá.

Los unió la certeza de desbordar el reducido escenario de sus presentaciones y conciertos. En el caso de Rampal, por todo el mundo, porque fue una estrella internacional. Para el profesor fue el escenario del Teatro Colón de Bogotá y el micrófono de la radio en los años 40 y 50.

Rampal se dio el lujo de escribir con mayúsculas el nombre de su instrumento, así lo explicó en sus memorias de 1989: “Hace 40 años no se concebía que la interpretación de un concierto para flauta se confiara a un músico ajeno a las filas de la orquesta; poco a poco, reconozco que a partir de mis arduos esfuerzos, se empezó a aceptar la trascendencia del verdadero papel de un solista especialmente preparado para ello. Lo mismo que en su momento hicieron Segovia con la guitarra, Zabaleta con el arpa y Landowska con el clavecín”; con ello, de paso, inició un nuevo magisterio de su instrumento.

Guardadas proporciones, lo propio ocurrió con el profesor Macía. Porque al final de la década de los 20 y principios de los 30 ingresó al Real Conservatorio de Bruselas, en Bélgica, para iniciar sus estudios musicales, que coronó en 1933 cuando obtuvo el primer premio en canto. Paradójicamente este hombre, que desde niño tuvo serios problemas de visión, fue un visionario cuando decidió permanecer unos años más en Europa y estudiar pedagogía musical. Cuando regresó creó la cátedra de canto en el Conservatorio Nacional, con el profesionalismo y rigor que esta disciplina amerita: se inventó la profesión de cantante en el país.

¿Los frutos? Parecidos en esencia. Rampal permitió la restauración de un repertorio colosal abandonado prácticamente desde el siglo XIX. La popularidad que hoy tiene el Concierto de Mozart para flauta y arpa o la Partita para flauta sola de Bach deben mucho a su entereza. También queda una importante cantidad de literatura musical para su instrumento escrita en las últimas décadas. Grabó obras de 98 compositores, desde el italiano Alberti hasta el japonés Toru Yuki, pasando por Beethoven, Debussy, Ibert, Penderecki y Vivaldi.

De la voz del profesor Macía quedó apenas un disco en acetato con actuaciones en vivo que recopiló Hernán Restrepo Duque, suficiente para admirar la calidad de la voz, el buen gusto del canto, la refinada técnica, la autoridad y un elegante y expresivo sentido de la interpretación. A pesar de que los problemas de visión se agudizaron hasta ocasionarle la ceguera total, no perdió la entereza y hoy los frutos de su magisterio están en la voz de sus más destacados discípulos: Marina Tafur, Carmiña Gallo, Marta Senn y Alejandro Ramírez. A través de ellos llevó su canto al Covent Garden de Londres, a la Opera de París, Scala de Milán, Liceu de Barcelona, Colón de Buenos Aires, Opera del Estado de Viena, Festival de Salzburgo...

Rampal fue un artista íntegro y comprometido, un innovador que incluso participó activamente de la vida cultural subterránea del París de la guerra. Macía fue el paradigma del legítimo maestro en su conversión espiritual a través del dolor, en la generosidad al transmitir su arte y en la infinita capacidad de dar ejemplo.