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SIETE AÑOS DE MALA SUERTE

Los ganaderos explican por qué este año los toros "no dieron juego"

30 de marzo de 1987

No es sólo que hayamos tenido malos toros esta temporada.
Mansos, sin peso y sin cuernos.
Es que van a seguir saliendo malos por lo menos siete años más. Y la razón es, paradójicamente, la importación de sangre fresca de las ganaderías de España.

"El que se haya refrescado la sangre con sementales y vacas españolas no es garantía de que los toros vayan a salir buenos"--dice el ganadero Fermín Sanz de Santamaría (Mondoñedo). Y Felipe Rocha (Achuryviejo) va más lejos: "La verdad es que el 80 ó 90 por ciento del ganado que trajimos todos los ganaderos hace seis años era manso y de desecho. Los españoles nos metieron el dedo hasta las agallas". Lucas Caballero (Clarasierra) certifica, lúgubre: "Un error dura siete años". El aficionado Julio Mora, de la peña taurina Blanco y Negro, se consuela: "Los toros que hemos visto tenían mucha casta, pero eran ásperos, difíciles. La sangre de refresco sólo podrá verse en tres o cuatro generaciones". "Doce o catorce años--insiste Rocha. Nos faltan por lo menos siete para poder volver a sacar a las plazas toros decentes. Van a tener que tener paciencia".
El error que hay que pagar consistió, para empezar, en el momento en que se hizo la compra. Cuando los colombianos llegaron a comprar--más de mil quinientas vacas de vientre y doce sementales, las dos terceras partes para ganaderías de "dineros calientes"--acababan de pasar por allá los venezolanos y los ecuatorianos.
Las ganaderías vendedoras no eran muchas: Joaquín Buendía, Baltasár Ibán, Núñez, Juan Pedro y Alvaro Domecq.. Y no podían dar para tanto quedaban los desechos de tienta.
"Aquí todo es sangre Santacoloma --explica Caballero--y todo el mundo se afianzó en Joaquín Buendía que es un zorro". "El toro "Chivito" un solo semental es el que ha hecho el daño más grande añade Rocha "La proporción de desechos de tienta que estamos teniendo es monstruosa mucho más alta que la que venía de atrás".

La catástrofe, sin embargo, no afectó por igual a todos los ganaderos. Dice Sanz de Santamaría: "Mis toros, aunque todavía estoy en experimentación, en laboratorio, han dado buen juego. De los seis que mandé a Cali--la única corrida que vendí en Colombia-tres salieron buenos, uno fue indultado". Caballero explica que "el problema es más grave para los ganaderos nuevos. Las ganaderías ya establecidas, con 40 ó 50 años de selección, reciben mejor el golpe de la sangre fresca".

Muy bien. Pero en las plazas el público insiste en gritar "¡ganadero pícaro!" cuando le sacan al ruedo toros sin edad, sin peso, y que no embisten. Felipe Rocha aclara: "Nos pueden pedir edad, trapío y pitones: pero no que embistan. De cada cien toros bravos, sólo cinco son bravos, y eso no es culpa del ganadero: es que los toros son así. Pero no pueden castigarnos por haber importado, que era precisamente lo que nos pedían la afición y la prensa". Y todos los ganaderos están de acuerdo en que el problema de fondo es de dinero: la ganadería brava es un mal negocio en Colombia. "En Lima y en las plazas venezolanas me pagan una corrida entre el 10 y el 20 por ciento más que aquí", explica Sanz de Santamaría.
"Lo cierto es que estábamos subvencionando la fiesta brava --asegura Rocha--por tradición heredada, por esa locura que se llama la afición".
Caballero da cifras: "Sacar una corrida cuesta 3.400.000, y hasta el año pasado nos la pagaban en 2.800.000. Este año, a 3.500.000, por lo menos ya no quedamos en rojo. Antes la pauta de los precios la ponía Cali, y los demás empresarios de plazas pretendían pagar de acuerdo con el aforo, que en casi todas es menor que el de Cali.
Ahora, con la Santamaría en manos de una corporación sin ánimo de lucro, la va a imponer Bogotá".

Sin embargo, este año fue Bogotá la que salió peor librada. Fue en la Santamaría donde se presentaron los peores toros de la temporada. Camilo Llinás, presidente de la corporación, explica a SEMANA que el problema fue de tiempo: desde noviembre, cuando quedó en pie la corporación, hasta febrero, ya no había dónde escoger las corridas. Los ganaderos le dan la razón: "Ya teníamos todo lidiado--explica Rocha. La empresa se vio forzada a comprar lo que había, y nosotros a ayudarla, porque Bogotá no se podía quedar sin tempo rada. Hubo que sobrealimentar, para poder presentar toros en dos meses.
Pero tampoco se puede decir que la empresa fuera elástica: de cincuenta toros veinte fueron rechazados".

Aldo Buenaventura, asesor de la Santamaría, concluye con dos recomendaciones: seleccionar con el rigor debido--no sólo en la plaza, sino en las tientas que hacen los propios ganaderos--, y preparar las corridas con la debida anticipación. Pero, sea como sea, parece que de todos modos vamos a tener que esperar siete años. --