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SIGLO XX, CAMBALACHE...

Una antropóloga y escultora ve este siglo en cerámica

2 de marzo de 1987

La cerámica, un material cotidiano, y Bogotá, una ciudad distante que ciñe las relaciones al beneficio que reportan, han producido juntas un resultado inusual. Hana Bibliowicz (Bogotá, 1950) abre al público, en su casa-taller Homo Habilis, su "Reconstrucción siglo XX", tras seis años de haber iniciado esta reflexión en cerámica, ejerciendo como arqueóloga que desentierra símbolos hasta abarcar la época.
Hana es antropóloga de la Universidad de los Andes e historiadora de la Universidad de Albany, pero encuentra después en el arte y la cerámica, la respuesta a la pregunta que se hizo con muchos de sus compañeros: si la antropología era un arte o una ciencia. Produjo esta instalación para la cual tuvo que modificar su casa, ampliarla hacia arriba para financiarse, transformar su hábitat y abrirse al mundo, a la propia hostilidad de Bogotá. Desde noviembre último plantó un par de enormes esculturas en el andén. Dieciséis toneladas de arcilla moldeadas por sus dos únicas manos, con errores y experimentaciones, hasta llevarlas al horno industrial de Alfagres que la apoyó.
Algo de esta obra se había filtrado al exterior cuando en el 30 Salón Anual de Arte en 1986, expuso su "Arte en Colombia" en el que personajes diminutos escalaban y se resbalaban (de verdad) en una columna clásica que lucía imperturbable. Es la misma mirada la que está desarrollada minuciosamente, como una reconstrucción arqueológica en la que el contexto queda reconstruido, sin volver empalagosa la forma ni hiperrealista el conjunto: un cierto abandono consigue ser sugestivo.
Es una tarea monumental, individual, para esta epoca de consumo inmediato equivaldría a una pirámide o una catedral, que apunta como todas las obras de arte y como la misma vida común y silvestre, a revelar una ubicación en el mundo, a desentrañar lo que la cultura intenta traspasar a través nuestro y que no debe pasar como a través de un vidrio, intacto.
El esquema de partida para Hana Bibliowicz fue desmenuzar en esta empresa (aunque no tiene la más remota intención comercial, no hay otra forma de llamarla) la frase manida que forma el andamiaje occidental: "La pareja es la base de la familia y ésta la base de la sociedad". De ella partió para examinar a la mujer como prolongadora de la especie, en todas sus versiones: mujer alada, la perra, mujer partida, como si buscara el símbolo a través del cual se condensa la información de una época. Esta, la parte interior, es plásticamente la más interesante de la instalación, pero desemboca obligatoriamente en el patio donde la reconstrucción combina en una escala bien guardada, edificios, objetos, esculturas, murales, plantas, agua, en una exploración múltiple de la forma y del material, para comunicar al máximo.
Los visitantes que vencen el miedo inicial de timbrar en casa ajena, son llevados por entre las formas por la curiosidad despaciosa, por la visión que esta mujer propone. El patio visto a través de la ventana, como un paisaje transfigurado, resulta más sugerente que sumido el observador dentro de él.
Ella no incorporó el hierro y mezcló esmaltes con la arcilla misma, para suprimir toda bonitura o facilismo, toda una labor manual y mental, una alquimia cuyo resultado es la reconstrucción y transformación de los envases en que este siglo mete al individuo para ir formando bloques con ellos. Así lo propone formalmente Hana Bibliowicz a partir de subdividir el cilindro como figura completa.
Lo que más fascina es el olvido total del requisito utilidad o rentabilidad y su entrega a los conceptos que la antropología y la historia hacen salir en la cerámica y el dibujo: ni siquiera se concede exhibir los bocetos, que por miles, sueltos y buenos, sirvieron a esta puesta en escena: "Son sólo para los alumnos a quienes interesa el proceso; para el público, la magia de la obra terminada". Años como maestra de escultura y cerámica en la Universidad de los Andes y su taller Homo Habilis, le proporcionaron dos conclusiones: "No pretendo enseñar, sólo enamorar al alumno del material y luego él buscará toda la información" y aquella otra de que si bien por "el camino de la docencia se puede aprender mucho, jamás se puede plasmar algo".
Su vida, los cambios que su familia tuvo durante estos seis años de reclusión, le servían de material para este laboratorio. La obra la concibió como un rompecabezas para armar con la idea de llevársela, por lo pronto en un video, para Estados Unidos y Europa. Continuar en una peregrinación su investigación ciencia-arte y técnica, que desde hace 10 años la había llevado a Ráquira, para rehacer la tradición de estos ceramistas. Ahora respira aliviada y dice: "He conocido mejor gente en estos dos meses que en toda mi vida", porque en su casa abierta, como parte de la reconstrucción ha previsto unas mesas en las que el diálogo con los visitantes es su pago. Bien valía seis años, piensa.