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SIGUIENDO A DARIO

John de Andrea, utilizando una novedosa técnica, ha logrado esculturas a las que sólo les falta hablar.

29 de agosto de 1988

Era difícil creer que, en un plazo corto, apareciera otro artista de la talla del fallecido Darío Morales. Sin duda alguna, los desnudos del cartagenero alcanzaron un grado tal de perfección, que lograron el mayor reconocimiento en los principales centros artísticos del mundo. Su reconocida destreza en la pintura se hizo patente en sus figuras de bronce -quién no se sintió sobrecogido ante la mujer desnuda que está entrando en la bañera- y dio como resultado la obra escultórica más importante de los últimos años en el país.
Ahora, en ese mismo campo, aunque utilizando técnicas bien diferentes, un norteamericano está sorprendiendo al mundo con el realismo de sus esculturas. A sus 47 años, John de Andrea ha logrado figuras prácticamente perfectas, a las que sólo les hace falta el movimiento para estar vivas. Hijo directo del hiperrealismo, De Andrea conoce y maneja a la perfección todos los secretos del cuerpo femenino.
Para empezar, el artista realiza el molde modelo en polivinilo, material que le permite imitar con bastante acierto la textura de la piel humana. Luego viene la parte de la pintura. Armado con óleo y pincel, John de Andrea se da a la tarea de darle color a sus figuras, pinta los ojos brillantes los dientes esmaltados y, como él mismo lo afirma, "pinto incluso esa mancha de la piel prácticamente invisible, pero que se convierte en una prueba de que la escultura está viva". El pelo, las uñas, todo está con impresionante realismo en estas figuras, que sólo parecen esperar un soplo divino que les dé la vida.
Si hay algo que caracterice a las esculturas de John de Andrea es la placidez de sus poses. Despojadas de toda acción y de cualquier jalón sentimental, esas mujeres desnudas esperan, descansan, duermen o reflexionan. Sin embargo, gracias al polivinilo y al color que el autor les imprime, la ilusión de verdad que hay en ellas -mucho mayor que la que se alcanza en la escultura tradicional en mármol o bronce- impacta fuertemente a quienes las observan.
De Andrea se mantiene fiel al lema "Más verdadero que lo real", que inspiró a las tendencias realistas. Lo cierto es que, aunque el hiperrealismo pasó de moda en muy poco tiempo, los mejores exponentes de ese arte conservan un público que está dispuesto a pagar grandes sumas de dinero por adquirir sus obras, posiblemente cautivado por la proeza técnica que implica la perfecta imitación de la vida. Todas estas razones han llevado a que la obra de este norteamericano que desde 1971 se ha dedicado a perfeccionar su arte, haya causado admiración entre los públicos de París y de Bruselas, donde estarán expuestas durante todo el otoño.
Este artista ha tocado los limites de lo real, utilizando para ello el modelo que a través de la historia ha inspirado a los más grandes artistas: la mujer. Como lo expresara el escritor Pierre Bourgeade en el catálogo que acompanó a la exposición de obras de John de Andrea en París, en su obra hay "mujeres que no son mujeres, objetos que no lo son, sueño mezcla de realidad. Las figuras de John de Andrea nos llevan a ese punto de fusión que inspira la atracción carnal y la admiración puramente espiritual.
Un punto de fusión que sólo tiene un nombre: Amor".