En tiempos en los que se especula sobre el momento en el que se expedirá el certificado de defunción de los libros, cuando aparecen nuevos modelos de e-books a ritmos vertiginosos y cuando es noticia diaria la digitalización de bibliotecas por parte de Google, pareciera que pensar una ciudad industrial que gira en torno a la cultura del libro es una idea ingenua. Sin embargo, la industria editorial coreana ha logrado reunirse en torno a Paju, conocida también como la ciudad de los libros. Un lugar que se extiende a lo largo de 400 hectáreas y en donde los editores de todo tipo de libros (desde manuales de computación hasta poesía vernácula coreana) se han reunido como si se tratara de una especie de Brasilia de la edición.
En 1989 al editor Yi Ki-Ung se le ocurrió impulsar el proyecto de Paju inspirado en el pueblo galés Hay-on-Wye, famoso por sus librerías. Era un momento álgido para la industria editorial, pues, después de años de represión, por primera vez en Corea del Sur se podía imprimir libros de toda índole sin censura. Así, Yi Ki-Ung aprovechó el plan de desarrollo industrial del gobierno y se reunió con varios editores para crear esta ciudad del libro. El Estado les cedió la tierra y les facilitó la infraestructura para construir las vías, y la industria editorial coreana pagó los gastos de los arquitectos. En mayo de 2007 la primera fase de esta ciudad estuvo lista para albergar 130 casas editoriales y 57 empresas (entre imprentas y distribuidores).
Pero Paju no busca ser sólo una fría ciudad industrial. También quiere ser reconocida como ciudad-museo. Para esto se convocó a arquitectos que, a la cabeza de los británicos Florian Beigel y Philip Christou, diseñaran edificios que integraran el paisaje (un gran pantano, rodeado por campos de arroz, atravesado por el río Han y cercado por colinas) con lo más vanguardista de la arquitectura contemporánea. Así, Beigel y Christou pidieron a los arquitectos interesados en trabajar en el proyecto que se inspiraran en los pictogramas del idioma coreano a la hora de diseñar las edificaciones de este 'pantano urbano': "La ciudad parece una página de pictogramas con el sol y el horizonte sobre ella. En coreano se usa la misma palabra para espacio y vacío, la arquitectura en Paju tiene en cuenta esta noción filosófica y hasta los arquitectos estudiaron el pensamiento de Confucio para enriquecer sus espacios", declaró Christou en la Bienal de Arquitectura de Venecia de 2008.
Y aunque parezca un capricho arquitectónico volver a la filosofía antigua para diseñar una ciudad moderna, ese espíritu de recurrir al humanismo para confeccionar cada rincón de Paju late desde el mismo momento en el que Yi Ki-Ung gestó el proyecto. Ha sido él quien lo ha bautizado la "ciudad para recuperar la humanidad perdida", tal vez aludiendo al vertiginoso ritmo de Seúl, localizada a tan sólo 30 kilómetros de Paju, o al pasado militar de la ciudad que, al ser fronteriza con Corea del Norte, ha albergado bases militares norteamericanas. Así, una de las construcciones más impresionantes de este proyecto urbano es el Mimesis Museum, del arquitecto portugués Álvaro Siza, que está diseñado a partir de la forma de las páginas de un libro curvándose al viento. O las majestuosas oficinas diseñadas por el grupo arquitectónico Sanaa de Japón, en donde las grandes terrazas convierten los espacios de trabajo en "espacios habitables para humanos", tal y como los concibió Yi Ki Ung originalmente.
La ciudad cuenta con museos, bibliotecas, auditorios y un espacio para la creación literaria. Sin embargo, no se ha pensado en crear residencias para que la gente pueda habitarla. A pesar de esto, se ha convertido en un ejemplo emblemático para demostrar que ideas que a primera vista parecen pertenecientes al terreno de la ficción se pueden concretar en proyectos de desarrollo sostenible que como éste, hasta el momento, ha generado ingresos importantes a la economía coreana.
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urbanismo
Sólo para los libros
En Corea del Sur existe Paju, una ciudad creada casi por completo para la industria editorial. Un experimento en contravía de la creencia de que el papel es un asunto del pasado.
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