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Sombras del 11 de septiembre

Un polémico libro que contradice la versión oficial del gobierno de Estados Unidos.

Luis Fernando Afanador
9 de septiembre de 2002

Thierry Meyssan
La terrible impostura
Editorial El Ateneo, 2002
253 paginas

Según Thierry Meyssan, un reconocido intelectual de izquierda, colaborador de la prestigiosa revista Maintenant y director de la Red Voltaire, una organización que defiende las libertades individuales, los acontecimientos del 11 de septiembre están plagados de dudas y contradicciones.

Para empezar: ningún avión se estrelló contra el Pentágono. En efecto, en las fotografías tomadas instantes después del estallido por la Associated Press, no se observan los restos del Boeing 757 de American Airlines, lo cual resulta imposible. Como lo es que un aparato de un centenar de toneladas de peso y a una velocidad de 800 kilómetros por hora únicamente haya destruido el primer anillo de la construcción. Además, ¿es posible creer que el sistema de radares fue incapaz de localizar un Boeing en una zona de varias decenas de kilómetros de radio? Que el dispositivo de seguridad que protege al Departamento de Defensa, reestructurado por completo luego del aterrizaje de un Cessna en el césped de la Casa Blanca en 1994, ¿no se activó?

Sólo un misil del ejército de Estados Unidos que emita un código de seguridad puede entrar en el espacio aéreo del Pentágono sin desencadenar el disparo de antimisiles. Como, por ejemplo, el AGM, un misil de última generación que se asemeja y suena igual a un avión civil y que puede llegar a producir un incendio instantáneo. De ahí, la lógica conclusión de Meyssan: este atentado no pudo haber sido cometido más que por militares estadounidenses contra otros militares estadounidenses.

Si hubo falsificación en los atentados del Pentágono, se pregunta Meyssan, ¿por qué no en los hechos ocurridos en el World Trade Center de Nueva York?

A primera vista, los hechos son indiscutibles, pero, a medida que se entra en los detalles aparecen más contradicciones. Entre diferentes pilotos profesionales entrevistados -los aficionados lo descartan de plano- muy pocos se consideran capaces de realizar la nada fácil operación de estrellar un Boeing con la precisión en que fueron alcanzadas cada una de las Torres Gemelas. "El ancho de las Torres Gemelas es de 63,70 metros. La envergadura de un Boeing 767 es de 47,60 metros. En los videos se observa que los aparatos chocaron con precisión en el centro de sus blancos. Un simple desplazamiento de 55,65 metros y los aviones habrían fallado su blanco". Sin embargo, existe un método infalible para lograrlo: utilizar balizas. La señal emitida desde el blanco atrae al avión, que es guiado automáticamente.

Y la existencia de una baliza en el Word Trade Center "fue atestiguada por radioaficionados que detectaron su señal. Fue detectada porque interfería las emisiones de las antenas de televisión situadas en las Torres". Era necesaria la presencia de cómplices en tierra. Es más, no se necesitaban piratas en el avión, ni rehenes: "Pirateando las computadoras de a bordo antes del despegue es posible tomar el control del aparato en vuelo gracias a la tecnología Global Hawk puesta a punto por el Departamento de Defensa". ¿Es más fácil creer en esta hipótesis o en una operación dirigida desde una cueva en Afganistán y realizada por un puñado de fundamentalistas islámicos? Messyan no cree tener la verdad pero le parece que la versión oficial no resiste un análisis crítico.

Como en todo crimen, se impone una pregunta obvia: ¿quién es el beneficiado? El lobby militar e industrial que había visto disminuido considerablemente su presupuesto y su poder en los últimos años. Y el lobby energético interesado en pasar un oleoducto a través de Afganistán para sacar petróleo del mar Caspio. Detrás de la cruzada entre el bien y el mal no habría más que otra simple y vulgar aventura colonialista. Las acusaciones de este libro -audaces, escalofriantes- son en todo caso muy bien documentadas y argumentadas. Merecerían que Washington se pronunciara. Porque, como dijo Le Monde al desaprobar este libro, "la falta de información alimenta rumores".