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SOPA DE LETRAS

Política, sátira y cuentos infantiles, algunas novedades bibliográficas del momento

12 de octubre de 1987

Roberto García-Peña describe en el prólogo del libro "Gobierno y Oposición: Elementos para una Reforma del Estado", a su autor, Jesús Pérez González Rubio, como un hombre en stand-by. Este concepto tal vez puede ser aplicable al aspecto burocrático porque si algo caracteriza a este abogado de la Universidad de Cartagena, es nunca haber cesado de estudiar, pensar y analizar la problemática nacional.
"Chucho Pérez" como lo llaman cariñosamente sus amigos es reconocido más que todo por ser uno de los mejores politólogos y constitucionalistas del país. Este libro, publicado por la Javeriana -a través de su programa de Estudios Políticos-, trata el tema de mayor actualidad en el momento: el binomio gobierno-oposición, que la administración Barco montó después de casi 30 años de gobiernos de responsabilidad compartida.
Aun cuando Pérez González Rubio es un partidario incondicional del experimento barquista, el propósito del libro no es tanto apoyar la iniciativa del Presidente como el de tratar de conceptualizarla y redondearla incorporando elementos que hoy pueden parecer utópicos pero que, seguramente, podrán ser realizables en un corto tiempo.
Pérez González Rubio propone en su obra una ampliación del control democrático a través de debates en el Congreso a los ministros, de mociones de amonestación y del control de resultados, entre otras medidas. Propone, también, una organización política más legítima desde el ángulo democrático, mediante la circunscripción electoral nacional con un enfoque propio. La modificación del sistema electoral con miras a que coincidan la mayoría presidencial y la parlamentaria, y la clarificación del esquema gobierno-oposición, para citar sólo algunas medidas que el autor considera susceptibles de cambio. Los gobiernos de partido exigen un cierto sentido de compromiso y un gran espíritu de tolerancia, por lo cual es preciso que estas colectividades huyan de las posiciones extremistas y arrogantes, entre las cuales se ubica el sectarismo, pues no hay que olvidar que quienes hoy se encuentran al frente del Estado bien pueden ser reemplazados mañana, si el fallo de las urnas les resulta adverso, es otra de las proposiciones del libro.
Jesús Pérez expone una teoría singular que, casi siempre se expresa a sotto voce, la libertad de los votantes está comprometida por instituciones como el "libre nombramiento y remocion de funcionarios", "los auxilios parlamentarios", y los grupos armados, ya sean de izquierda o de derecha.
Sin duda alguna, el libro de Pérez González Rubio se convertirá en herramienta de primera mano para analizar los resultados de este experimento político y como punto de partida de futuros estudios sobre el tema.
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"A sus plantas rendido un león", la nueva novela del argentino Osvaldo Soriano es una burla contra el nacionalismo gaucho, el honor bonaerense, las guerras internacionales, los comunistas, las guerrillas, los héroes de trastiendas en el desierto, la diplomacia occidental, los amantes infieles, los subversivos, los agentes secretos y centenares de personajes y circunstancias que repletan el cine y la literatura de los últimos años. Incisivo, demoledor, con un aliento corrosivo que recuerda los mejores momentos de Evelyn Vaugh, Soriano cuenta la cándida y triste historia de un cónsul argentino de mentira, ubicado en un desordenado país africano, en momentos en que estalla la Guerra de las Malvinas.
Soriano, conocido en todo el mundo por las traducciones de sus divertidas novelas "No habrá más penas ni olvido" y "Cuarteles de invierno", además de su libro inicial, "Triste, solitario y final", alcanza con esta novela, publicada por una nueva editorial española"Mondadori (la misma que ha lanzado el libro de Eligio García sobre el rodaje de "Crónica"), un mayor grado de madurez y audacia, una nueva mirada sobre las contradicciones políticas y humanas de sus personajes para quienes, cegados por la ambición y las ganas de trastocarlo todo, el buen humor está por encima de todo aunque hagan el ridículo, aunque sus actos se hundan en la indiferencia ajena. Los peronistas y revolucionarios, Laurel y Hardy compartiendo suspenso con Bogart, han sido remplazados por este cónsul que teme a la soledad y el recuerdo de la difunta esposa mientras copula con esa muchacha inglesa que escribe y recibe cartas que después dejará en su embajada. El espectáculo de los africanos explotados por los blancos, los rusos espiando a los occidentales, los árabes transportando armas, los diplomáticos que se mienten mutuamente y en medio de esa desolación, esas francachelas, el personaje ridículo del cónsul tratando de conspirar contra él mismo.
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Las relaciones del escritor indio Salman Rushdie con Nicaragua comenzaron cuando Hope Somoza, mujer del dictador, se mudó a la misma calle donde vivía el narrador en Londres y, durante algunas semanas tuvo que soportar las fiestas, las aceras ocupadas por los Rolls y numerosos personajes siniestros que frecuentaban a la señora, hasta cuando Rushdie se mudó y tuvo un hijo, exactamente un mes antes del 17 de julio de 1979, cuando los Somoza cayeron y huyeron. Cuando la administración Reagan inició su ofensiva contra los sandinistas, Rushdie se interesó por el tema y en julio de 1986 permaneció durante tres semanas investigando, preguntando, hurgando, asombrándose con los logros de la Revolución, criticando y el resultado es este libro, "La sonrisa del jaguar", traducido por Bárbara McShane y Javier Alfaya, y editado por Alfaguara.
En una nación pequeña, con menos de tres millones de habitantes y varias contiendas simultáneas que reducen ese número, el fantasma de Sandino y los héroes que lucharon contra las sucesivas dictaduras campean en el ambiente y las más cotidianas de las actividades. Las máscaras son los símbolos que mejor resumen los sentimientos y los estados de ánimo de los nicaraguenses, quienes las usan para divertirse, pelear y morir. Sergio Ramírez, Luis Carrión, Jaime Wheelock, Daniel Ortega, Ernesto Cardenal, Miguel D'Escoto, Rosario Murillo, son algunos de los personajes ya convertidos en leyendas que desfilan por estas páginas mientras el escritor indio habla con los campesinos, contempla sus rituales para las cosechas, anota cifras económicas, habla con funcionarios, discute inútilmente con Cardenal sobre los conflictos de los escritores en Cuba, comprueba la aficion de los jóvenes por los cantantes norteamericanos, las películas viejas, las gaseosas calientes, la escasez de fríjoles, la dependencia de Moscú, la herencia de los Somoza como un pésimo recuerdo, los planes agrarios que se estancan, la soledad de las calles porque escasean los autos y la gasolina, la señora Violeta Chamorro y su periódico bloqueado, el buen humor de los sandinistas y su seriedad oficial, la mala imagen que los periódicos norteamericanos sostienen alrededor de Ortega y sus gafas de 3.500 dólares, todo esto durante tres semanas que le sirvieron para contemplar la sonrisa del jaguar que acecha entre el verde húmedo de la selva. Es un libro que no deja indiferente al lector porque es la mirada personal de un hombre que ha escrito dos obras maestras como "Hijos de la medianoche" y "Verguenza" y sabe que la pelea contra el colonialismo apenas comienza.
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Pilar Lozano es una de las periodistas que mejor conoce los cuatro costados del país. Su pasión por los viajes a sitios extraños la hizo merecedora a un Premio Simón Bolívar en 1979 con la serie "Las puntas de Colombia", constituida por relatos sobre los lugares más apartados de nuestra geografía. Con atuendo y espíritu de exploradora de lejanías, recoge en su saco de noticias no sólo los datos para la nota periodística, sino las atmósferas, las nostalgias y los rostros que esconden algún drama humano perenne.
En alguno de esos viajes de su oficio, navegó de noche en un barco oceanográfico sobre las aguas de la isla de San Andrés y sintió con la misma intensidad la emoción frente a las estrellas y el estremecimiento ante las criaturas remotas de ese mar Caribe cercano y transparente. La laboriosidad y seriedad de los científicos del agua pudieron evocarle por contraste figuras como la de su abuelo paterno, un viejo maravilloso y aventurero, de esos que con el relato de sus cuentos cumplían antiguamente el papel que hoy desgasta la televisión.
Siempre inquieta e inconforme, en 1982, después de haberse ganado otro Premio Simón Bolívar por un informe de radio sobre las sectas religiosas, viajó a Boston en plan de estudios, y en el acuario de esa ciudad -un edificio de vidrio con todos los animales marinos a la vista- volvió a sentir la sensación por el contenido ventral de los océanos. Conoció allí a una gran tortuga que volaba en el agua con alas de águila. El llamado poderoso de las entrañas del mar la llevó a mirar en libros ilustrados el detalle de aquellas criaturas abismales. Aprendió de pulpos, de peces cirujanos, de morenas.
Supo de los velos con que se visten las medusas, de los pétalos hambrientos de las anémonas, de las chispas eléctricas del zooplancton.
Un día, sumida en la soledad de latina en Estados Unidos y agotada ya la lista de amigos a quienes escribirles carta, Pilar Lozano produjo, casi de una sola sentada, su primer libro de cuento infantil: "Socaire y el capitán loco", que es simultáneamente una especie de sublimación de sus pasiones submarinas, de memoria mágica de su abuelo y de autobiografía de sus más secretos deseos de mujer eternamente niña.
Cinco versiones tuvo este libro que hoy aparece publicado por Carlos Valencia, en la colección de Literatura infantil, y con ilustraciones insuperables de Olga Cuéllar. La primera en Boston, dos en Madrid y otras dos en Bogotá. En la mochila de su autora itinerante, el manuscrito fue enriqueciéndose de sencillez, con la asesoría de biólogos y con el implacable juicio certero de su hijo Juan Salvador, a quien están dedicadas las 73 páginas de aventuras marineras.
Pilar Lozano, hoy corresponsal de El País de Madrid y colaboradora independiente de varias revistas nacionales, juzga que el periodismo es lo que le ha permitido vivir las experiencias de donde surgen los libros. Su óptica es eminentemente infantil: "Me fascinan las cosas simples -explica-, me gusta sonar con estrellas que tienen pecas y con árboles que se abren".
"Socaire y el capitán loco" tiene mucho más que esto. Como lo indica el nombre de su pequeña protagonista: Socaire, que significa "al abrigo del viento". O el pensamiento del travieso capitán, quien "créía que el hombre, tarde o temprano, terminaría viviendo en una ciudad submarina hecha totalmente de vidrio". Y, por su puesto, "él quería ser su primer habitante".