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Andrés López Para muchos es el pionero del ‘stand-Up’ en Colombia. Después del éxito de ‘La pelota de letras’, que cumple diez años, ha sacado dos shows: ‘Me pido la ventana’ y ‘Llegar a Marte’. Presentará este último en el Teatro Gimnasio Moderno hasta el 5 de octubre.

HUMOR

Stand-up comedy: todos quieren hacerlo

Cada vez más actores y comediantes deciden incursionar en el mundo del ‘stand-up comedy’.

27 de septiembre de 2014

Desde hace años quedó atrás eso de que la única forma de reírse en Colombia era ver Sábados felices. El panorama cambió, la chispa evolucionó y hoy el país se carcajea de otras formas. Una de ellas es con el stand-up comedy, un tipo de humor que empezó a sonar en el país hace 15 años y que hoy está presente en muchos teatros. 

La historia comenzó en 1999 con la primera oleada, liderada por Antonio Sanint y Julián Arango con Ríase el show, obra que abrió las puertas a varios comediantes que hacían de teloneros del acto central. Sanint recuerda: “Queríamos tener un nuevo segmento para la comedia en Bogotá y así educar al público mostrando que existían otros géneros. La única regla era que no se podían contar chistes”. Dos años después, hubo otro gran  avance del stand-up con una temporada en el  Hard Rock Café con 12 comediantes. Y, luego, con un show en el Teatro Nacional llamado Si es tan fácil por qué no lo hacen ellos. 

Pero en 2004, con La pelota de letras, de Andrés López,  cambió todo. Como explica Diego Camargo, comediante y promotor del género en Colombia, marcó una visión totalmente distinta del humor en el país. “Antes nos reíamos de las diferencias regionales, del típico chiste del costeño, del pastuso y del cachaco. Con ‘La pelota de letras’ la gente empezó a ver reflejada su cotidianidad de otra manera, en medio de humor negro”.

La televisión dio el impulso definitivo con Comediantes de la noche, un programa que reunía a un grupo de jóvenes que cada fin de semana presentaban sus ingeniosas rutinas. Y así se generó una nueva ola en el país. 

Hoy el furor no tiene límites.  No solo hay clubes de comedia en todo el país, sino que cada vez más gente se interesa en hacerlo y piden talleres de stand-up.  Así, algunos cafés y restaurantes empezaron a ofrecer noches de micrófono abierto y teatros como el R101 o La Comedia (único especializado en humor), dedican un día a la semana a esas rutinas. 

Y el público también lo reclama. En el Teatro Nacional las boletas se agotan siempre que hay un show de este tipo.  En promedio, un solo comediante puede llegar a hacer 150 funciones al año y sus shows pueden durar varios meses en cartelera. “Sin duda, el género va en aumento tanto en tamaño como en calidad”, opina Leonor Estrada, mánager de varios comediantes y gestora del Teatro La Comedia. 

A los ya clásicos Andrés López, Antonio Sanint, Julián Arango, Diego Camargo, Mauricio Quintero, Beto Arango o Gonzalo Valderrama, se suman ahora nombres como Alejandra Azcárate, Ricardo Quevedo, Julio Escallón, William Aguirre, Sergio Leguizamón, Rafael López, Iván Marín, Alejandro Riaño, Freddy Beltrán, Catalina Guzmán y Liss Pereira, entre otros.  

La lista sigue creciendo: cada vez más personas quieren incursionar en el stand-up. Sin embargo, algunos consideran que esta  popularidad en los últimos años ha hecho que el género se contamine. Según Diego Camargo, “algunos dicen que hacen ‘stand-up’ porque es lo que está de moda, lo que vende, pero si se mira desde un punto de vista ‘purista’ eso no es lo que están haciendo”. 

En este tipo de comedia quien sube a la tarima debe ser brutalmente honesto y dar una opinión clara sobre el tema del que está hablando. Camargo explica: “Uno debe demostrarle a la gente por qué está diciendo lo que dice. No se trata de contar chistes o anécdotas divertidas”. 

El stand-up también exige profundidad y un sentido crítico, algo que apenas comienza en el país. Porque, como dice Gonzalo Valderrama, uno de los precursores del género en el país, desde el principio en Colombia se ofreció como un producto comercial y, como si fuera poco, al público nacional le cuesta alejarse del humor blanco. Cuando nacieron en Estados Unidos, estas rutinas se caracterizaron por su despiadada crítica a la sociedad. Sus intérpretes, como Mort-Sahl, Lenny Bruce, George Carlin o Richard Pryor, hablaban de lo que nadie se atrevía: raza, religión, sexo y política. Algunos terminaron en la cárcel.
Si bien puede ser cierto que no todo lo que se está haciendo bajo ese título corresponda al género, además de los teatros, cada vez más las empresas privadas contratan a estos artistas para sus presentaciones corporativas. Pagan sumas que oscilan entre los 3 y 15 millones de pesos con unos costos de producción bajos,  pues para la mayoría de los shows solo se necesita un micrófono, una butaca y unas luces). También, según Iván Marín, otro de los muchos comediantes que ha salido en giras internacionales con sus rutinas, “hoy Colombia es un país de referencia en la región para los comediantes”.
  
Aunque haya uno que otro colado que se lanza a hacer este tipo de humor, sin saber exactamente lo que eso significa, el hecho es que el stand-up comedy colombiano llegó para quedarse.