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TERROR MILLONARIO

Con un costo de 50 millones de dólares "Gremlins 2" sorprende por sus efectos especiales.

13 de agosto de 1990


Esta temporada significa el triunfo total de esos jóvenes con barba, egresados de universidades tecnológicas y con almas de niños que les permiten ejercer impunemente su oficio: especialistas en efectos, especialistas en trucos, capaces de mover a lo largo de más de 90 minutos un centenar de muñecos horribles, destructores, salvajes y oscuros que no pueden mojarse, no resisten la luz solar ni pueden comer después de la medianoche. Esta temporada, como lo prueba el éxito de películas como "Dick Tracy", "El vengador del futuro" y "Volver al futuro III", entre otras, el entusiasmo de los espectadores, el fervor de los críticos más renuentes y la reacción de la taquilla pertenecen totalmente a esos efectos especiales que en la segunda parte de "Gremlins" alcanzan su apogeo.

El director Joe Dante, una especie de niño prodigio de este universo de computadores y recursos sorpresivos, repite historia y personajes y se embarca, con el respaldo de la empresa Amblin, de Steven Spielberg a contar lo que pasa cuando la humilde morada del anciano chino que cuidaba el muñequito original, Gizmo, es derribada después de su muerte y convertida en un soberbio complejo arquitectónico donde los ascensores hablan y los inodoros dan la bienvenida a los usuarios. Gizmo tiene que huir y es atrapado por uno de los gemelos que trabajan en un laboratorio, que juega con la genética; Gizmo recibe un baño de agua fría y tal como ocurrió en la primera película, de su cuerpo brotan bolas peludas que pronto se convierten en esos monstruos desagradables, los "Gremlins" que se apoderan del edificio.

De ahí en adelante el espectador no tiene descanso. Se ríe, se asusta, se sorprende, se emociona, se divierte, se retuerce en su butaca, cierra los ojos, los abre y descubre que tendrá que mirar de nuevo la película porque hay tantos trucos, tantos efectos especiales, tantos golpes, tantas carcajadas que los 24 fotogramas por segundo son incapaces de albergar tantas agresiones visuales. Con ese personaje que es una burla contra Donald Trump y sus millones, y la pareja que intenta remediar el caos, Gizmo y sus derivados se toman la película hasta el final en medio de un centenar de alegorías, burlas y alusiones a tantos símbolos culturales, comenzando por Batman y terminando con la canción de "New York, New York". El resto apela a la resistencia física y la diversión del espectador.

La verdadera estrella de la película se llama Rick Baker, responsable de los efectos especiales de dos excelentes muestras del género de horror, "Hombre lobo americano en Londres" ganadora de un Oscar por sus logros técnicos y el video de la canción "Thriller" con Michael Jackson rodeado de esos muertos vivientes que surgen en medio de la neblina y los cementerios.

Joe Dante, quien comenzó su carrera con una estupenda historia de suspenso, "Piraña", y más tarde, al lado de Spielberg dirigió esa obra maestra de la ciencia-ficción, "Viaje insólito", con el astronauta miniaturizado e introducido a la corriente sanguínea de un vendedor asustado, no quería hacer la secuela de "Gremlins" si no contaba con un auténtico respaldo financiero y técnico. Le dieron 50 millones de dólares para gastar y contrataron a Rick Baker quien durante año y medio concibió los nuevos "Gremlins", dando a cada uno la personalidad chocante y agresiva que se requería, y logrando que ninguno se pareciera a los demás. Por eso el espectador tiene que seguir la aventura de cada pequeño monstruo porque se comportará de una manera específica.

Cuando el público descubre que estos "Gremlins" son peores que los anteriores, más destructores, más cínicos, más violentos, entiende que Baker es la auténtica estrella de una película que es una burla sangrienta a tantos símbolos y adelantos norteamericanos, comenzando por el dinero y la tecnología. -