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TIEMPO DETENIDO

La fotógrafa mexicana Flor Garduño inaugura en el Museo Nacional la exposición Testigos del tiempo.

5 de enero de 1998


Tan sólo un instante, el instante de eternidad del disparo del obturador, es suficiente para que Flor Garduño deje reflejada en la memoria del papel fotosensible esa América que se niega a morir, esa que algunos historiadores han querido exterminar con la llegada de los españoles pero que surge cada día con más fuerza en México como en Guatemala, en Perú como en Bolivia.
El instante en que Flor Garduño recoge un gesto, una sonrisa, un eco de visión del futuro en cada rostro, ese mismo instante sirve para recorrer la memoria. Y ese es, precisamente, el resultado de su libro Testigos del tiempo, en el cual reunió el material de 10 años de trabajo en Latinoamérica con motivo de la celebración de los 500 años del descubrimiento. Las fotos, 72 en total, se convirtieron a su vez en una exposición itinerante que se inició en Suiza, donde reside actualmente la artista, y ha recorrido buena parte del mundo hasta llegar esta semana al Museo Nacional, de Bogotá, donde estará exhibida hasta el 15 de enero.
A los 40 años Flor Garduño es una de las fotógrafas más importantes de su generación en México. Después de servir de asistente del destacado fotógrafo M. Alvarez Bravo, Garduño decidió su profesión. Pero además decidió que trabajaría en blanco y negro, según ella "para retratar esa atmósfera que se aleja de lo puramente objetivo". Así realizó su primer libro-exposición, Magia del juego eterno, material de cinco años de viajes por el territorio indígena mexicano; y así también Bestiarium, la relación mitológica entre hombre y animal en la cultura mexicana; Testigos del tiempo (la exposición de paso por Colombia) y Mesteños, la relación entre los indios de Norteamérica y sus caballos.
Carlos Fuentes opina que el rasgo característico del trabajo de Flor Garduño en Testigos del tiempo reside en "penetrar en ambos tiempos, el inmenso y el mínimo; el ahora, el 'ahorita' inclusive, sin perder el contacto con el tiempo anterior y el que está por venir". Y eso es, justamente, lo que Flor Garduño le hace sentir al espectador.