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Antes de que obtuviera el Nobel, no era fácil conseguir libros de Tranströmer en Colombia. Estos tres títulos llenan con creces el vacío.

LIBROS

Tomas Tranströmer en español

Llegan a las librerías colombianas tres libros que reúnen toda la producción del premio Nobel de Literatura 2011.

Luis Fernando Afanador
12 de noviembre de 2011

Tomas Tranströmer

Para vivos y muertos (Hiperión)

Deshielo a mediodía (Nórdica)

El cielo a medio hacer (Nórdica)

Este año, las distribuidoras de libros se apresuraron a traer la obra de Tomas Tranströmer, el poeta sueco que acaba de ser galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Se trata de tres libros: Para vivos y muertos, de editorial Hiperión; El cielo a medio hacer y Deshielo a mediodía, de editorial Nórdica. Cada uno de ellos es una antología - más o menos completa- y con los tres reunidos se puede apreciar la totalidad de su trabajo literario con todos sus matices. Y cada cual tiene sus propias virtudes. El primero contiene una muy buena selección, ideal para familiarizarse con su poesía; el segundo es el más completo y el tercero trae su producción más reciente e inédita, además de ser el único bilingüe.

Tranströmer no solo escribió poesía: Visión de la memoria (incluido en El cielo a medio hacer) es un texto autobiográfico escrito a los 60 años, en el que con una prosa escueta, esencial, de emoción contenida, habla de los principales acontecimientos que marcaron su infancia: la separación de sus padres, la vida en un barrio popular, el abuelo, la guerra, la violencia en la escuela o, mejor, cómo aprendió a convivir con ella. Hasse, un muchacho grande y sombrío, siempre lo desafiaba a pelear y siempre terminaba venciéndolo. Hasta que Tranströmer, desesperado por la inutilidad de su resistencia activa, optó por la pasividad. Decidió relajarse totalmente -como si fuera un trapo o un cadáver- hasta cansarlo. "Me pregunto qué ha significado para mi existencia el método de transformarse a sí mismo en trapo sin vida. El arte de ser atropellado conservando el amor propio". Una singular psicología del desprendimiento que, a juzgar por la belleza del siguiente poema, fue afortunada en términos estéticos: "Fantástico sentir cómo el poema crece/ mientras voy encogiéndome. / Crece, ocupa mi lugar./ Me desplaza./ Me arroja al nido./ El poema está listo".

Allí también nos cuenta cómo, gracias a su profesor de latín, encontró su estilo poético, caracterizado por un verso de medida clásica, a la manera de Horacio: "Ahora, el incandescente texto romano había sido bajado a tierra. Pero en el instante próximo, con la próxima estrofa, volvía Horacio en latín con la maravillosa precisión del verso. Este cambio entre lo decrépito y trivial hacia lo sublime y delicado me enseñó muchas cosas. Eran las reglas de la poesía. A través de la forma (¡la Forma!) algo podía ser elevado. Las ruedas de la oruga habían desaparecido, las alas se abrieron".

Verso clásico más imágenes audaces, sugestivas: "Despertar es un salto en paracaídas desde el sueño". Como si Horacio hubiera sido desterrado al duro y brumoso paisaje escandinavo. Los bosques, el mar, la tormenta, la nieve, los acantilados, son algunos de los elementos que le permiten a Tomas Tranströmer construir su visión de mundo: "En el Norte andan los verdaderos linces, con garras afiladas/ y ojos soñadores. En el Norte, donde el día/ vive en una mina de día y de noche". Una naturaleza nada idílica que es más bien la pregunta -y la respuesta- de una conciencia sobre la orfandad del ser humano: "El mundo y yo dimos un salto el uno en el otro". Las acertadas versiones de Roberto Mascaró -un uruguayo exiliado en Suecia- nos permiten descubrir sin dificultad a un gran poeta que transmite el misterio y la alegría de estar vivos. "Aún sigue siendo hermoso sentir latir el propio corazón".

Todo estilo tiene su excepción. En los años ochenta, Tranströmer se acerca al haiku, forma con la cual había coqueteado desde que comenzó a escribir y que era para él la posibilidad de expresar la vida sin retórica: "Milagro. / El viejo manzano. / Está cerca el mar". Un ataque de hemiplejía que sufrió en 1990 y que le paralizó medio cuerpo -no puede hablar aunque sí escribir- lo hizo volver al haiku, que está presente en sus dos últimos libros: "Me ve la muerte: / problema de ajedrez. / Ya lo he resuelto".