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Martirio le imprime a esta colección de boleros el alma y el sabor del jazz

MÚSICA

Tratado de amorología

El bolero alcanza una nueva madurez en este proyecto de la cantante española Martirio: un álbum conceptual que cuenta una historia de principio a fin.

31 de marzo de 2007

Si existen canciones de amor, de desengaño y de perdón, ¿por qué no pensar en un disco entero que vaya narrando, una tras otra, las etapas de una historia de pareja? El año pasado, la cantante mexicana Julieta Venegas se acercó al concepto cuando grabó Limón y sal. Se hizo público que la inspiración provino de una experiencia personal y que las canciones fueron escritas a medida que Julieta iba viviendo ese proceso que va del enamoramiento al desencanto.

Pero, lastimosamente, los temas terminaron apareciendo en un orden barajado. "No es un disco tan conceptual, me respondió en una rueda de prensa. De hecho, creo que si lo escuchas basándote en el orden lo encontrarás medio esquizofrénico, porque suena como que lo dejé primero y lo encontré después".

Hubo que esperar unos meses más para encontrar un álbum en que el orden de los temas tuviera una vital exactitud. Se llama Primavera en Nueva York y se lanza justamente ahora que empieza la primavera en esas latitudes. Estilísticamente es una mezcla exquisita: son 12 boleros, pero están cantados por la española Martirio, con su estilo aflamencado y acompañados por un grupo de jazz donde se destaca el pianista Kenny Drew Jr.

Para Martirio, esa cantante que impregna de sabor andaluz todo lo que pasa por su voz, el disco representa un aire nuevo luego de un par de trabajos donde la sentíamos repitiendo fórmulas. Primavera en Nueva York se inicia con la tímida llegada del amor ("un temblor de dicha en todo mi ser") que luego desemboca en "pasión, locura, tormento divino". Al llegar al corte cinco, sin embargo, viene el frenazo en seco del adiós inesperado y la oímos entonces en pleno despecho ("que tu recuerdo es el daño más fuerte que me hago yo misma"). A la altura del corte 10 ya están sanando las heridas ("si me quieren sé querer, si me olvidan sé olvidar") y al final está como al principio, redescubriendo el amor, incluso con más profundidad: "¿cómo iba a pensar que hoy pudiera amar más hondo que ayer?".

La idea es fantástica y el resultado es, posiblemente, el primer álbum conceptual en la historia del bolero. Todo surgió en medio de una conversación con Nat Chediak, autor del imprescindible Diccionario del Jazz Latino, quien terminó convirtiéndose en el productor del disco. Trabajaron seis meses en la búsqueda de repertorio y al final se decidieron por 12 canciones, representando el transcurso de un año. "Es un tratado de amorología, explica Martirio, orgullosa. Hay una canción para cada estado de ánimo y por eso el bolero es terapéutico: si estás recién enamorado, si te acaban de abandonar, si estás anhelante, si estás nostálgico, tienes tu canción para que te acompañe porque cada estrofa es un mundo emocional".

La preparación de Martirio como cantante fue impecable. Escuchó a grandes intérpretes del bolero como Elena Burke, pero sabiendo que trabajaría con un ensamble de jazz se familiarizó también con la voz de Shirley Horn. Y descubrió encantada que "los boleros tienen la misma estructura de los estándares de jazz, pero en castellano".

Sólo una cosa queda ambigua y tiene que ver con el desenlace. Según el orden de las canciones ella vuelve a enamorarse, ¿pero regresa con su pareja o descubre un nuevo amor? Martirio se ríe con la pregunta, porque sabe que proviene de alguien que ha oído el disco con la atención que suele reservarse a los melodramas. "Eso depende de cada caso: o le metes mecha a tu relación o te vas por la vida y conoces a otra persona".