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TROPICO SURREALISTA

Ofelia Rodríguez expone en la Galería Garcés Velásquez una obra en la que el inconsciente tiene la palabra.

22 de abril de 1991

La estética es lo de menos en la obra de Ofelia Rodríguez, que expone por estos días la Galería Garcés Velásquez, de Bogotá. Y es que el arte no siempre tiene que estar pendiente de la forma, de la figura plasmada en el lienzo, de la proporción y el equilibrio s de su intencional ruptura-, en busca de agradar el ojo del espectador.
El arte, como vivencia profunda, puede ser el responsable de cualquier aventura fantástica, onírica e irreverente. ¡Que lo diga el surrealismo...! La voz de la razón se calla y se le da la palabra al inconsciente, para que tome en sus manos la realidad, la destruya en mil pedazos y la vuelva a arMar a su antojo.
Asi es la obra de Ofelia Rodríguez. Por eso, a primera vista, el cerebro parece no entender esas imágenes. Hay que mirarlas sin ideas preconcebidas, sin el afán de ubicarlas en un estilo, sin la preocupación de encontrarles una razón... y una causa. Hay que dejarlas llegar al propio inconsciente, para que las procese sin temores, sin inhibiciones. Al final se entenderá que esa mezcla despiadada de elementos pictóricos corresponde a esa mezcla despiadada que ejerce la mente cuando en su reposo trata de armar la realidad a partir de las vivencias cercanas, de las angustias que se proyectan hacia el futuro y de la nostalgia por los tiempos idos.
Ofelia Rodríguez pertenece a esa línea de artistas que quieren sentir el rigor de su oficio, que rechazan una técnica cuando la sienten bajo control. Su arnbición es no ponerle jamás un punto final a su búsqueda. Su arte, sin más, es una búsqueda infinita. Esta artista barranquillera, radicada desde hace varios años en Europa, está inspirada en esa naturaleza caribe de tiburones, iguanas y serpientes. Está inspirada en esa percepción dolorosa de su país que corresponde a las imágenes de los noticieros y a las primeras planas de los periódicos -imágenes que para ella son más intensas por el hecho de estar lejos, por el hecho de no poder contrastar esa violencia con las notas amables y Oplimistas que pocas veces llegan a convertirse en noticia-. Y está inspirada, así mismo, en su necesidad de huir por un momento del hierro y del cemento de la metrópoli. Su necesidad de recuperar, para sobrevivir, el verde del trópico, el azul de su Caribe.
En sus lienzos las figuras van surgiendo de manera intuitiva. A veces llega con un color en la cabeza, con una idea para trabaiar sin boceto previo, y al entrar cn contacto con sus herramientas todo cambia, porque lo que creía definitivo para un nuevo motivo pictórico resulta apabullado por la incontrolable voz de su interior. Ella está segura de que existe un principio ordenador que se encarga de darle forma a la sensibilidad.
Cuando se encierra en su estudio, su trabajo se convierte en un rito. A Ofelia Rodríguez le gusta -más aun, necesita establecer una relación muy estrecha con la obra. Involucrarse con ella. De ahí surgió, por ejemplo, la idea de realizar costura sobre el lienzo: es una buena manera de sentir cada puntada, de darle la vuelta cada vez que la aguja pasa al otro lado. La idea del surrealismo cuadra a la perfccción con su manera de sentir el arte. No cualquier persona podría plasmar en las grandes superficies monocromáticas un recorte de tela estampada, un pico de loro, una aleta de tiburón, una fotografía en screen, un vendaje o una caja de madera.
Se trata de una fantasia muy ligada a las costumbres populares, a la artesania como medio de expresión, a las raices tropicales. Pero una fantasía expresada en lenguaje universal. Entendible en la medida en que el surrealismo pueda ser entendible.