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Wang parece tenerlo todo. Es una pianista de primer nivel, una de las virtuosas mejor preparadas del mundo. Aparentemente no hay obra que escape al dominio estratosférico de sus manos.
Wang parece tenerlo todo. Es una pianista de primer nivel, una de las virtuosas mejor preparadas del mundo. Aparentemente no hay obra que escape al dominio estratosférico de sus manos. | Foto: getty images

Música

Un asunto compacto

Una reflexión a propósito de grabaciones de Yuja Wang: todo parece indicar que el disco está vivito y coleando. Por Emilio Sanmiguel.

29 de enero de 2022

Estas grabaciones, en el formato de compact disc, que tienen el común denominador de la presencia de la pianista china de 35 años Yuja Wang, parecen ratificar lo que se viene diciendo: que el disco está de regreso… aunque en realidad nunca se fue del todo.

Mejor poner las cosas en claro: nada reemplaza la experiencia de la música en vivo. Pero eso tiene tanto de largo como de ancho. Depende del intérprete, de los instrumentos, de la acústica del recinto donde se haga la música, hasta del momento mismo. Porque no siempre el músico está en condiciones de darlo todo o no se produce la electricidad entre el escenario y el auditorio.

El disco parece obviarlo todo, aunque tampoco es tan sencillo. Las compañías disqueras no son todas del mismo nivel. En la cúspide están, entre otras, EMI, Sony, Decca, Phillips y Deutsche Grammophon, objeto de esta reseña. Su prestigio se basa en la tradición, en ser el medio de divulgación del arte de las grandes estrellas y en la tecnología de sus grabaciones. Si un artista, o una orquesta, entra a formar parte del catálogo de ellas, es porque sobresale más que sus colegas, o rivales.

El proceso de grabación es una obra de arte. Que lo diga la colombiana Martha de Francisco, por años ingeniera de sonido de Philips: no se trata solo de captar la música, es necesario darle vida a la grabación, trabajar las distancias, manipular la atmósfera y dotarla de humanidad: no es gratuito que si se aguza el oído se pueda sentir la respiración del intérprete y hasta oír cómo los dedos acarician el teclado del piano.

En últimas, es decisivo el sistema de reproducción: a mejor equipo de sonido mejor calidad.

La historia es sencilla: el disco de larga duración logró el milagro del estéreo, que consiguió recrear al máximo la atmósfera sonora. Fue desplazado por el CD, que milagrosamente eliminó los inevitables ruidos. Con increíble velocidad las disqueras pusieron en el mercado sus novedades y llevaron al CD lo más representativo de sus catálogos.

| Foto: getty images

Internet cambió las reglas del juego con el streaming, es decir, la transmisión en directo, mediante el computador primero y luego en los celulares. Aparentemente, el sistema permite tener acceso a todo lo que existe.

Pero, a la final, quedan cabos sueltos. El primero, muy subjetivo, desde luego, tiene que ver con el instinto coleccionista del melómano clásico, que ama poseer el disco, como si de un fetiche se tratara. Tanto así que, para sorpresa del mundo, el disco de vinilo está de regreso en el mercado. El segundo tema tiene que ver con el sonido mismo, que es la razón de ser de todo el asunto, pues hasta el momento todo parece indicar que la calidad en el streaming no es la misma y no colma las expectativas de los grandes conocedores. Todo el arte tras las actuaciones de las grandes estrellas no se convierte en realidad para un oyente que, de contera, reproduce la música en computadores personales o, peor aún, en teléfonos celulares.

Lo cierto es que la discusión está abierta. Las grandes compañías de streaming aseguran que no solo ponen a disposición, por un precio ínfimo, todo lo que existe, lo cual no es cierto, con la misma nitidez del vinilo o el CD. Expertos como el ingeniero acústico y crítico de música Manuel Drezner han puesto tal afirmación públicamente en entredicho.

Obviamente las disqueras, como Deutsche Grammophon, han preferido no ignorar la realidad del streaming, pero jamás han abandonado la producción del disco compacto y nuevamente el vinilo, y siguen sirviendo de vehículo para divulgar el arte de grandes estrellas, como la pianista Yuja Wang.

Wang parece tenerlo todo. Ante todo, es una pianista de primer nivel, una de las virtuosas mejor preparadas del mundo. Aparentemente no hay obra que escape al dominio estratosférico de sus manos. Pero ofrece algo adicional, con pocos antecedentes en la historia del piano: es una provocadora, capaz de irritar al sector más conservador de la llamada música clásica. Hace de su figura un medio de divulgación de su oficio, aparece enfundada en trajes llamativos que se ciñen como guantes a su cuerpo, escotes generosos y altísimos stilettos que despiertan oleadas de aplausos y algo de reserva: Mark Swed, de Los Angeles Times, por ejemplo, planteó la posibilidad de restringir la admisión a cualquier amante de la música menor de 18 años si no iba acompañado de un adulto; de sobra está decir que su declaración desató una monumental controversia.

En todo caso, Wang no defrauda y, en estos compactos, donde no entran en juego ni sus trajes ni sus stilettos, queda demostrado que, efectivamente es una virtuosa de primer nivel. En el primero se le mide al que puede ser el más grande reto que puede enfrentar un pianista: el Concierto n.º 3 en re menor, de Sergei Rachmaninov, que resuelve de manera gloriosa; claro, cuenta para ello con el apoyo de la Sinfónica Simón Bolívar y la dirección de Gustavo Dudamel, con un ingrediente sorpresa, porque se trata de una grabación en vivo del año 2013. El complemento no es menos interesante, el Concierto n.º 2 en sol menor, de Sergei Prokofiev, musicalmente en las antípodas del Rachmaninov y resuelto con una agresividad acorde con su talante y con la angulosa música de Prokofiev.

El segundo presenta otra faceta de Wang, porque trae los dos Conciertos de Ravel. En el N.º 1 en sol mayor surge la intérprete provocadora, especialmente cuando va, al final del segundo movimiento, al legendario trino, que la mayor parte de sus colegas busca resolver de modo etéreo pero que ella enfrenta con inusual decisión. En el N.º 2 en re mayor, el célebre Concierto para la mano izquierda, surge la amante del jazz. El acompañamiento corre por cuenta de a Tonhalle-Orchester Zürich, dirigida por Lionel Bringuier. En un golpe de originalidad, Wang separa los conciertos con una deliciosa versión de la Balada op. 19, de Gabriel Fauré.

El tercero es en realidad un álbum de cuatro compactos, donde Wang es apenas coprotagonista, porque la estrella es el francés Lionel Bringuier, pianista, chelista y director que muestra lo mejor de sus credenciales en la obra orquestal completa de Ravel. Están los conciertos ya reseñados y en Tzigane el solista es el violinista Ray Chen. Extraordinaria versión del Bolero y, sin duda la cumbre está en la música completa para el ballet Daphnis et Chloé.

Bienvenido el disco, el real, el que en realidad nunca se fue.