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Este cuadro es uno de los polémicos autorretratos de Durero dibujado en 1500 cuando el artista tenía 29 años. En esta ocasión se pintó con características similares a las de Jesucristo y completamente de frente como solía hacerse con los reyes.

ARTE

Un grande del Renacimiento en Bogotá

Por primera vez 113 grabados de Alberto Durero, uno de los artistas más importantes de la historia, están en el Museo del Banco de la República. Razones para no perdérselo.

2 de agosto de 2014

Sin duda los siglos XV y XVI fueron unos de los más ricos en materia de arte. Genios como Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Rafael y Jan van Eyck experimentaban con diferentes técnicas y creaban obras maestras que aún hoy cautivan al mundo. Entre esos grandes está Alberto Durero, el alemán que pintó cuadros tan famosos como la Liebre joven (1502), Autorretrato de Durero (1498) y Adán y Eva (1507).

El pasado jueves el Museo del Banco de la República inauguró la exposición Durero, grabados 1496-1522 que trae por primera vez a Colombia 113 originales del genio de Núremberg, cuyo talento convenció a alemanes, holandeses y austríacos de que el artista no era un mero artesano.

Durero nació en Núremberg en 1471 y desde muy pequeño se convirtió en un brillante aprendiz de xilografía y orfebrería. En 1494, como solían hacer los artistas de la época, viajó a Italia para estudiar la obra de los maestros. Allí conoció una nueva manera de hacer y pensar el arte: el Renacimiento. Con el Medioevo tras de sí, los italianos se dedicaban a estudiar las matemáticas, la naturaleza y el cuerpo humano.

Miguel Ángel, por ejemplo, duró años memorizando cada uno de los músculos y tendones del cuerpo para dibujar a hombres y mujeres a la perfección, mientras Leonardo da Vinci analizó las leyes de la física y se fijó en los gestos de las personas. A través de la construcción de la perspectiva y la cuidadosa observación de los fenómenos de la naturaleza, los artistas habían logrado convertir el lienzo en una ventana al mundo.

Pero cuando volvieron la mirada hacia los clásicos de Grecia y Roma se encontraron con un ideal de belleza basado en la armonía matemática. En vez de olvidarse de esa conquista de la realidad y perseguir un ideal geométrico, decidieron combinar las dos tendencias y pintar el mundo con proporciones perfectas. Esa dualidad entre el gótico y el imaginario del Medioevo, y la investigación y la experimentación artística del Renacimiento, aparecen constantemente en la obra de Durero, que revelan el camino que lo llevó a convertirse en un hombre y un artista de esa época.

Los grabados en blanco y negro ilustran motivos religiosos e historias del fin del mundo en las que ángeles y caballeros luchan contra dragones alargados. Una y otra vez los paisajes del norte se intercalan con los italianos y las características de la religión mediterránea con las banderas de la reforma luterana. Entre los grabados y las xilografías del alemán hay maravillosas ilustraciones de libros de la época pero también imágenes sueltas que revelan al espectador la forma como este genio entendía su momento histórico. “Con Durero –dice Rosa Perales Piqueres, curadora de la exposición– el grabado dejó de ser el oficio de un artesano y se convirtió en obra de arte.” Y es que precisamente con esa idea él concebía y tallaba los moldes.

El nivel de detalle de los grabados es enorme. A partir de ellos Rembrandt, uno de los maestros del claro-oscuro, aprendió la técnica de luz y sombra. Basta con mirar las pequeñas imágenes para intuir que quien las hizo era un perfeccionista empedernido. “Para llegar a las proporciones perfectas del cuerpo humano –explica el artista Carlos Nariño– Durero pintaba el cuerpo del hombre y la mujer partiendo de un rectángulo.” Los grabados y las pinturas revelan esa búsqueda por las proporciones perfectas que culminó en su Adán y Eva de 1507.

A pesar de que el de Núremberg es un reconocido pintor, sin duda sus grabados le dieron su mayor fama. Gracias a la imprenta Durero hacía miles de copias de sus xilografías que recorrían Europa y llegaban a América en manos de los conquistadores. Estas imágenes lo posicionaron como uno de los artistas más grandes e influyentes del momento. Pintores y aprendices de dibujo alrededor del mundo copiaban sus imágenes para aprender y con ello aumentaba su fama. Su trabajo influyó en el expresionismo alemán de comienzos del siglo XX y tal vez Cézanne haya tomado de Durero la idea de pintar a partir de figuras geométricas.

Entre sus clientes más fieles estaba el emperador Maximiliano I de Habsburgo quien le encargó El gran carro triunfal de Maximiliano I, una de las obras más importantes de la exposición. Al fondo derecho de la sala están Caballero, la muerte y el diablo y La Melancolía que se cree tienen un aire autobiográfico. El primero muestra a un caballero medieval y al diablo en el camino. El segundo tiene una Victoria cansada después de incontables experimentos y largas horas de estudio. Cada imagen representa uno de los mundos que constituyen la obra y el pensamiento del artista. Las imágenes hablan del hombre medieval que se convirtió en un maestro del Renacimiento.