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Un tranvía en Bogotá

La semana pasada se estrenó en el Teatro Nacional La Castellana la obra 'Un tranvía llamado deseo', bajo la dirección de Fabio Rubiano.

21 de julio de 2003

Para cualquier director es un reto hacer esta obra, es casi como dirigir a Shakespeare: uno siempre quiere hacerlo pero nunca cree estar preparado", dice Fabio Rubiano, director de Un tranvía llamado deseo, la obra que se estrenó la semana pasada en el Teatro Nacional La Castellana. Y es que esta obra, escrita en 1949 por Tennessee Williams, es uno de los grandes hitos del teatro contemporáneo.

La primera representación se hizo en Broadway en una legendaria puesta en escena con las actuaciones de Marlon Brando y Jessica Tandy. Desde entonces se han hecho innumerables montajes: en 1950 en Londres fue representada por el gran actor Laurence Olivier y por Vivien Leigh. Años más tarde Ingmar Bergman hizo una versión en Suecia y el director italiano Luchino Visconti hizo una con las actuaciones de Marcello Mastroiani y Vittorio Gassman. El texto también ha sido llevado varias veces al cine: en 1951 el director Elia Kazan hizo una versión protagonizada por Marlon Brando y Vivien Leigh que ganó tres premios Oscar y recientemente se hizo otra película con actuaciones de Jessica Lange y Alec Baldwin.

Rubiano conocía estos antecedentes y por eso era consciente del desafío. El director colombiano le explicó a SEMANA: "La dificultad de dirigir estos clásicos del teatro es que cada quien tiene una visión propia de ellos y esperan que se represente esta misma visión. Sin embargo yo intenté hacer una propuesta original que no estuviera tan influenciada por las anteriores". Sin duda, los espectadores deben esperar una visión bastante singular ya que Rubiano se ha destacado por escribir y dirigir obras de vanguardia como Cada vez que ladran los perros, Amores simultáneos y Opio en las nubes.

La obra narra la historia de Blanche Dubois (Fanny Mikey), una joven viuda y arruinada que llega a Nueva Orleans a vivir en la casa de su hermana Stella (Ana María Sánchez). Allí se encuentra con su brutal cuñado Stanley Kubaski (Patrick Delmas). Entre los dos se establece una relación de odio y de deseo que termina con la reclusión de la mujer en una clínica de reposo.

Una de las dificultades de hacer Un tranvía llamado deseo es que la acción se sitúa en la década de los 40 en Estados Unidos. Williams quería mostrar cómo la sociedad norteamericana de la posguerra estaba moralmente destruida. Detrás del conflicto entre Blanche, Stella y Stanley se esconde el retrato de una sociedad violenta y machista. Por eso Rubiano se preocupó por hacer una representación más cercana a la realidad colombiana (por ejemplo, reemplazó el jazz por el bolero y el póker por el dominó). "No era mi intención principal situar la obra en la realidad colombiana aunque sí hago algunas analogías con la sociedad de nuestro país como, por ejemplo, el machismo y la violencia de los personajes".

Todo el peso de la historia recae en el personaje de Blanche. De hecho, la obra puede ser leída también como el estudio de la sicología de esta mujer traumatizada y abusada. Este personaje requería una actriz muy versátil ya que el éxito de la obra dependía, en parte, de su representación. Por eso para este difícil papel Rubiano escogió a una de las actrices más experimentadas de Colombia: Fanny Mikey. Ella le relató a SEMANA cómo fue su experiencia: "El proceso de montar el personaje de Blanche fue muy exigente. Requirió una preparación intensa pues estudié todos sus estados sicológicos: el miedo, la decepción y la locura. Además no me inspiré en ninguna de las otras representaciones famosas. Aunque sí las he visto -por ejemplo vi a Vivien Leigh en Broadway hace muchos años- no me he inspirado demasiado en ellas, apenas las recuerdo".

La obra estará en el Teatro Nacional La Castellana hasta el 28 de septiembre.