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Una emoción sin confines

Hevia y Madredeus, artistas de la península ibérica, comprueban que la unidad cultural trasciende las fronteras. El debate tiene ya 100 años.

Juan Carlos Garay
24 de septiembre de 2001

La geografia es caprichosa: traza a veces fronteras administrativas donde no hay sino hermandad cultural y uno termina obligado a aceptar la existencia de dos naciones donde en realidad sólo habita un pueblo. Sucede claramente con Portugal y España; o al menos con Portugal y las regiones españolas aledañas, Galicia y Asturias.

A ambos lados de la frontera importantes voceros han clamado que son más los vínculos que las diferencias e incluso en los albores del siglo XX llegó a plantearse la creación de un sólo Estado ibérico. El historiador Menéndez Pelayo decía creer en la existencia de “una unidad intelectual y sentimental ibérica”. Y del otro lado de la línea divisoria, con menos diplomacia que elocuencia, el poeta Teixeira de Pascoaes acuñaba su famosa frase: “Galicia es un bocado de Portugal bajo las garras del león de Castilla”.

Dos discos recientes muestran la evolución de las expresiones musicales a uno y otro lado de esa frontera arbitraria y el resultado sonoro sería capaz de reavivar el debate. Por supuesto que la política no es competencia de la música y nadie espera (al menos en este centelleo de la historia que llamamos el presente) la llegada de un nuevo orden que borre literalmente las líneas divisorias. Pero algo queda claro después de escuchar a José Angel Hevia, de España, y al grupo Madredeus, de Portugal, y es que lo compartido es mucho.

El primero, Hevia, ha venido abanderando un rescate del folclor escondido de Asturias. La gaita, que es su instrumento, estuvo mucho tiempo relegada al discreto papel de acompañamiento en los cantos de misa. Y el gaitero la ha sacado de las iglesias para regresarle su lugar en la música de todos los días. Lo que sale a flote en su disco Al otro lado son evocaciones de silbos oídos durante la infancia, de coplas aprendidas del abuelo y, en fin, de todas esas cosas que hacen que una música pertenezca a un lugar y no a otro.

El segundo caso es el del grupo portugués Madredeus que, curiosamente, sacó también su música de una iglesia. Su primer disco, allá por el año 87, fue grabado en la capilla del antiguo Convento de Xabregas (al este de Lisboa). Ese particular sonido nos hizo entender, a quienes ahora nos contamos como fans, que su búsqueda era la de cierta actitud de recogimiento. Y esa atmósfera se ha quedado para siempre con ellos, aunque en sus posteriores discos recurrieron a estudios de grabación convencionales. Y en su nuevo álbum, Movimento, se arriesgan ya con sintetizadores que los aleja de su antigua sonoridad acústica.

Por supuesto que hay diferencias entre Hevia y Madredeus. La más obvia es la de sus instrumentos: la gaita asturiana es extrovertida, en tanto que las guitarras lusitanas suenan mucho más íntimas. Y sin embargo, al cabo de una audición acuciosa uno termina descubriendo que hay un sentimiento en común.

Es esa emoción a la cual —hay que aceptarlo— se acopla mejor una palabra portuguesa que cualquier expresión castellana: saudade.

Hace ya más de 100 años, el escritor asturiano Leopoldo Alas aportaba al debate sobre la unidad de las dos naciones observando: “Podrá ser discutible si España y Portugal deben juntarse en un sólo Estado en breve término; pero no cabe discutir si conviene que dos pueblos hermanos y vecinos se conozcan mejor y, por consiguiente, se estimen más”. Hoy, la simultánea presencia de las tonadas españolas de Hevia y las canciones portuguesas de Madredeus es tal vez ya un acercamiento musical a esa idea tan espirituosa.