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Una mente brillante

El matemático John Nash va a enseñarle algo a la humanidad no sin antes bordear la locura, 49739

Ricardo Silva Romero
1 de marzo de 2002

Director: Ron Howard

Protagonistas: Russell Crowe, Jennifer Connelly, Ed Harris,

Christopher Plummer, Judd Hirsch



John Nash esta vivo. Tiene 73 años, sufre de esquizofrenia y recibió el premio Nobel de Economía en 1994. Está sólo con su mente, con esas ficciones que lo acompañan a todas partes, y dice que ahora piensa racionalmente, como cualquier científico, pero que sospecha que la locura puede llevar a importantes descubrimientos. Hoy, después de años y años de intentarlo, es capaz de convivir con su pesadilla. Las alucinaciones y las voces que lo persiguen por los campos de la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey, ya hacen parte de su cotidianidad. Su familia sabe estar con él. La comunidad científica lo admira.

Una mente brillante cuenta la historia de su gran batalla: por un lado, el conmovedor intento de sobrepasar los límites de la propia mente para dejarle algo fundamental a la humanidad, y, por el otro, la esperanza de no perder la cabeza en el proceso. Sí, esa es una de las grandes virtudes de esta extraordinaria película: que se centra por completo en la búsqueda de ese hombre atormentado, John Forbes Nash Jr., y logra descender hasta el fondo de su personalidad con compasión y respeto, y sin la menor intención de hacer de su drama un espectáculo. No, no se trata de llorar o de reírse. Se trata de reconocer, en los fantasmas de una mente brillante, lo fácil que es quedarse atrapado en las propias ficciones.

Así es. La película, narrada desde el punto de vista de Nash, consigue que vivamos en carne propia la experiencia de aquellos personajes que hablan solos por la calle, ven al mundo como una red de signos que se vuelven contra ellos mismos y combaten enemigos invisibles y conspiraciones inexistentes todos los días. Nos recuerda, gracias a la figura de Alicia Nash, la brillante esposa del científico, los niveles de humanidad que alcanzan las familias marcadas por este tipo de enfermedades. Las precisas actuaciones de Russell Crowe y Jennifer Connelly, claro, lo hacen todo evidente.

Ron Howard, el director, que suele encontrarse con buenas historias por el camino, era, sin duda, el hombre que tenía que filmar esta biografía: sí, en sus manos las películas no son profundas búsquedas artísticas, pero sí tienden a ser justas con las vidas que cuentan. Es cierto que en un primer momento Willow, Cocoon, El Grinch, Todo en familia, El rescate y Apolo 13, sus largometrajes más populares, no parecen tener mucho en común, pero es cierto que todos son, en el fondo, relatos que merecen ser contados.

Es a eso, pues, a lo que ha llegado Ron Howard con Una mente brillante: a la historia más necesaria de su carrera, a la que más merecía ser relatada. Y no, no ha desaprovechado la oportunidad. Sin llevarse créditos en la sala de montaje, sin efectismos ni trucos, les ha permitido, a Nash y a su esposa, ser tan reales como el público. Sí, ahí están. Respiran, caminan, enmiendan los errores cometidos. Están vivos. . .