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Una mirada al pasado

Medellín le rinde homenaje a Benjamín de la Calle, el fotógrafo de Yarumal que capturó para siempre con su cámara a la sociedad antioqueña de comienzos de siglo.

27 de septiembre de 1993

EL FOTOGRAFO RICHARD BEARD CONmovió a los ingleses con escenas de los barrios obreros londinenses a finales del siglo pasado. Lewis Wicles Hine, el sociólogo estadounidense que cambió los libros por una cámara, dejó para la historia la inclemencia de los antros neoyorquinos decimonónicos. Y aunque en Colombia la memoria visual con visos de documento social no es abundante, fotógrafos como Rafael Mesa (1875-1958) y Melitón Rodríguez (1876- 1942) lograron dejar también un gran legado histórico nacional con su trabajo. A esta generación pertenece Benjamín de la Calle, un retratista de plaza, misterioso y homosexual, nacido en Yarumal Antioquia, en 1869, quien con su cámara recogió los contrastes de clase de la sociedad de Medellín de principios de siglo, cuando la capital provincial comenzaba su ascenso hacia la modernidad un período que los estudiosos llaman la "edad de oro" de la fotografía en Antioquia.
En homenaje a De la Calle, la Fundación Antioqueña para los Estudios Sociales, FAES, y el Banco de la República, en su sede de Medellín, inauguraron por estos días una exposición itinerante de la obra del insigne fotógrafo antioqueño. La exhibición hace parte del proyecto de rescate y difusión de la memoria visual antioqueña, en el que han aparecido también artistas como Francisco Mejía, Gabriel Carvajal, Rafael Mesa, Carlos Rodríguez; y aparecerán próximamente Jorge Obando y Melitón Rodríguez.
Descendiente de comerciantes y formado en Medellín bajo la dirección del maestro Emiliano Mejía, De la Calle trabajó primero en Yarumal y en poblaciones vecinas como Santa Rosa de Osos y Entrerríos, donde atendió primordialmente a una clientela de mujeres y niños. En 1899, al llegar a Medellín, instaló su estudio cerca de la plaza de mercado. Por aquel entonces circulaban por la plaza, codo a codo, desde acaudalados comerciantes y empresarios hasta bulteadores, arrieros, travestis y prostitutas. A diferencia de Melitón Rodríguez, un retratista de alta sociedad, De la Calle prefirió al ciudadano común y corriente; ese tipo de ciudadano que pasa por la plaza de mercado, observa el aviso del estudio, pregunta cuánto vale una placa y se deja llevar por la ilusión de perdurar. Si en el trabajo de Rodríguez sobresale la belleza y la bondad del modelo, en el artista de Yarumal predomina el tono áspero y duro.
De la Calle proporcionaba a su más humilde clientela, en la calidad de préstamo, chales, blusas y chaquetas, pero hacía poco por ocultar los enormes pies descalzos del campesino que buscaba sus servicios. No se le consideró necesariamente como un retratista de desposados, pero su trabajo fue del aprecio de matrimonios establecidos, novios o simplemente compañeros. De la Calle se las ingeniaba para delatar la verdadera naturaleza del nexo: a los casados de vieja data los sentaba separados, escasamente en contacto físico; a las parejas de enamorados los retrataba tan cerca como las circunstancias y el decoro lo permitían. Para ello se valía de varios elementos decorativos: telones con representaciones de bosques, lagos con velero, arco romano con columna rococó, una consola, un florero, un par de sillas rústicas, un tronco con plantas, un muro de piedra.
Pronto, su calidad atrajo al estudio a personajes públicos, empresanos, comerciantes, militares y políticos. Entre sus clientes más conocidos figuran Pedro Nel Ospina, Tomás Carrasquilla y Rafael Uribe Uribe. Después de una vida aparentemente tranquila y de haber reflejado a la sociedad antioqueña de su tiempo en placas fotográficas, en 1934 Benjamín de la Calle murió solo en su estudio, víctima de un cáncer que lo aquejaba desde hacía varios meses.
El pequeño universo de fotografías que ha sobrevivido y que fue encontrado por casualidad en manos de un peluquero, está compuesto de cinco mil negativos, de una producción calculada en más de 250 mil fotografías.
Según el crítico Santiago Londoño, sólo con este legado De la Calle tiene un puesto seguro en el arte fotográfico nacional, pues "supo ver ese otro yo de los sujetos, expresado en el disfraz esa forma de ser en el fingir, en la enajenación de oficios indecibles, en los vicios secretos, en los gestos congelados que desentrañan una interioridad y una apariencia salvada del olvido ".