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¿VARGAS,VIL?

Cien años después de su novela 'Aura y las violetas', la polémica sobre la absolución o condena del escritor bogotano Jose María Vargas Vila, aún continúa.

17 de octubre de 1994

QUIZAS NO EXISTE UN ESCRITOR colombiano que haya sido más polémico que José María Vargas Vila. Tildado innumerables veces como hijo del demonio, llama el infierno e incorregible blasfemo, al mismo tiempo Vargas Vila se dio el lujo de ser, entre finales del siglo XIX y principios del XX, el escritor más vendido y más leído, no sólo en Colombia sino en España y toda Latinoamérica; de codearse con escritores de la talla de Rubén Darío y de frecuentar los círculos intelectuales y literarios de la epoca.
Político apasionado, indeclinable opositor de las tiranías, antiimperialista y anticlerical, Vargas Vila supo ganarse los odios más recalcitrantes, pero también el amor y la admiración de los miles de lectores que devoraban su prosa estrambótica e irreverente cada semana, en los diversos periódicos desde donde solía lanzar sus diatribas políticas y sus parrafadas literarias.
Así se conoció hace 100 años Aura o las violetas, para algunos su novela romántica por excelencia; para otros la más insulsa e intrascendente de todas ellas. A pesar de ser publicada por primera vez en Cúcuta en 1887, Aura o las violetas sólo se convirtió en lectura imprescindible de los jóvenes latinoamericanos a partir de 1894, cuando Vargas Vila comenzó a publicarla por entregas en el periódico político y literario Hispanoamérica, que dirigió y escribió el propio escritor desde Nueva York, antes de instalarse en París, durante la última década del siglo XIX . Curiosamente, la edición del libro siete años atrás había pasado totalmente inadvertida.
Con su publicación en Hispanoamérica, la novela comenzó a tejerle a Vargas Vila una enorme popularidad en todo el continente. Por supuesto, un ingrediente tan antigo como efectivo le había servido de catalizador: su prohibición. La romántica historia de un amor imposible, que le sirve de trama a Aura y las violetas, estaba 'envenenada' -como decían sus detractores eclesiásticos- de desviados razonamientos sexuales y, en general, de honda inmoralidad. La irreverencia del escritor bogotano, nacido en 1860, era todo un escándalo en una época donde las sotanas impartían cátedra sobre el bien y el mal, bajo las amenazas de la condena y el fuego eterno. Y como era de esperarse, el primer condenado fue Vargas Vila.
Los escritos posteriores fueron mucho más implacables que Aura. Ibis y Flor de fango no hicieron sino alimentar esa necesidad de desfogue típico de una juventud acosada por estrictas normas morales. Pero si sus novelas saciaron a los lectores románticos, sus escritos políticos levantaron más de una polvareda. Desde la tribuna periodística y los palcos de la oratoria, Vargas Vila irreverente e implacable como siempre, se empecinó en condenar las dictaduras latinoamericanas y a cualquier cosa que se le asemejara. En Colombia, sus diatribas contra Rafael Núñez durante el proceso de Regeneración, fueron famosas.
Paradójicamente, el propio Vargas Vila, que había tratado como nadie en su época todos los tabúes, se transformó en uno. Tanto que su vida se convirtió casi en una leyenda en la que entraron a formar parte cientos de anécdotas imposibles de comprobar por los historiadores, incluidas tendencias homosexuales y hasta travestistas.
Mientras vivió y pudo defender sus ideas contra la religión, el poder y todo lo que fuera prohibido, fue uno de los más cotizados autores latinoamericanos. Pero después de morir en Barcelona, en 1933, sus detractores se encargaron de sacarlo de las librerías, de las bibliotecas y de los colegios hasta dejarlo abandonado en el olvido.
Sin embargo, 100 años después de Aura, en los círculos literarios todavía subsiste el debate sobre la absolución o la condena de Vargas Vila. ¿Fue realmente un escritor destacado en las letras colombianas, pero encubierto por sus perseguidores; o simplemente fue un charlatán que no pasó de ser un novelista de pacotilla?
Defensores como la crítica literaria Consuelo Triviño, estudiosa de la obra de Vargas Vila, advierten que, ante todo, no debe sacársele de su contexto. En medio de una sociedad tan mojigata como la de comienzos de siglo, la irreverencia del escritor bogotano era la plataforma de la transformación ideológica y moral, la primera piedra lanzada contra un establecimiento social en decadencia. Por su parte el investigador Juan Gustavo Cobo Borda escribió sobre él que en cada línea suya "estaba presente de cuerpo entero, señalando características de su misión en la Tierra, reclamando para sí el monopolio del odio: nadie más persiguido; transformándose de héroe en apóstol, en oráculo, en Mesías".
El historiador inglés Malcolm Deas, otro de los expertos en la obra de Vargas Vila, no es tan benévolo. "Fue un buen escritor malo, comenta. Sin duda, es impresionante su influencia política y social durante su período, pero es fácilmente descartable hoy e incluso entonces. Su mejor influencia fue tal vez ese talento para la oratoria -o mejor, para el insulto- que después heredaron con sus mismas características Laureano Gómez y Jorge Eliécer Gaitán. De resto, es mucho lo que sobra en su extensa obra. Gran parte de ella es ilegible. Es más, reto a cualquiera a que sea capaz de leerlo por más de 30 minutos".
No tan implacable, el escritor Germán Espinosa se tranza por la misma línea. "Fue un escritor de época. Lo leyeron porque estaba de moda y utilizaba la pornografia para cautivar al lector. Pero como novelista escribía en un estilo muy rebuscado y almibarado, con desastrosos ritmos internos en su prosa ".
Aunque para la mayoría de los colombianos el autor bogotano ya entró en el olvido definitivo, hay quienes todavía ven en él al modelo de la irreverencia. Como escritor, Vargas Vila pasó de los mayores elogios a las peores opiniones. Por un lado, el pensador Anatole France dijo de él: "lo único que le falta es ser francés para estar a la derecha de nuestro padre Victor Hugo". Pero por el otro, Vargas Vila dijo alguna vez del poeta Santos Chocalo: "Los dioses no consintieron que Santos Chocano deshonrara el patibulo, muriendo en él. Ahí está vivo, después de haber fatigado la infamia". De esta frase se colgó Jorge Luis Borges para rematarlo: "Es la injuria más espléndida que conozco, tanto más singular si consideramos que es el único contacto del autor con la literatura".
Así, la polémica sobre su absolución o su condena sigue intacta. Sobre todo en estos tiempos en los que Aura y las violetas, sin sus rimbombantes adjetivaciones modernistas, no escandalizaría a nadie y, más bien, le haría una fuerte competencia a la mejor de las telenovelas de Delia Fiallo.-