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Vive la France!

‘Amélie’, la película que se estrena esta semana en Colombia y que triunfa de manera arrolladora en Estados Unidos, es el principal exponente de un fenómeno cultural y comercial sin precedentes en los últimos tiempos., 49326

19 de febrero de 2002

La semana pasada la revista Time en sus predicciones de lo que será 2002 no dudó en destacar el auge que goza por estos días el cine francés en el mundo entero y que podrá alcanzar cuotas aún más altas. En menos de un año la

asistencia de los espectadores norteamericanos a películas de ese país europeo pasó de 28,5 por ciento a 41 por ciento mientras que el porcentaje de las producciones de Hollywood descendió del 62,9 por ciento en 2000 al 50 por ciento en la temporada pasada.

Algo difícil de imaginar pocos años atrás, pues al cine francés se le identifica muy a menudo con el llamado ‘cine de autor’ y estas producciones por lo general han sido estereotipadas como densas, sicológicas, lentas, más orientadas a un público especializado que a las grandes masas que van al cine a entretenerse. Una visión muy parcializada, claro está, pues los inventores del cine también han realizado en los últimos 100 años muchas películas para el gran público y en el género de la comedia muy pocos podrían rivalizar con directores y actores de la talla de Jacques Tati o Louis de Funès.

La cinta que terminó de impulsar el fenómeno del cine francés en Estados Unidos es Le fabuleaux destin d’Amélie Poulin (Amélie), del aclamado director Jean-Pierre Jeunet, conocido también por su película Delicatessen. Esta producción, que se estrenará este fin de semana en Colombia, superó los 20 millones de dólares en taquilla en Estados Unidos mientras que en Europa alcanzó los 80 millones de recaudación. La película narra la historia de una joven que cree haber nacido para hacer felices a los demás. Amélie hará lo posible para cambiar la vida de quienes no han encontrado el rumbo de sus vidas.

Pero la tierna y original historia de Amélie, recompensada no sólo en taquilla sino con cinco nominaciones en la próxima entrega de los Premios Oscar a mejor película extranjera, mejor guión original, mejor dirección de arte, mejor fotografía y mejor sonido no es un caso aislado.

Son muchos los títulos que han acaparado la atención del público. Actualmente los norteamericanos están fascinados con Le pacte de Loups (Pacto de lobos), del director Christophe Gans, cinta que ya supera los siete millones de dólares en taquilla. En los primeros 10 meses de 2001 las películas en francés lograron atraer a 3,3 millones de espectadores, que dejaron en taquilla 17,5 millones de dólares. Esto significa que en esos 10 meses doblaron los ingresos que habían logrado durante todo el año 2000. Sin duda, un período récord para el cine francés, con tres películas con ingresos superiores a los tres millones de dólares: Le placard, de Francis Veber (6,5 millones), Harry, un amigo que te quiere, de Dominique Moll (3,8 millones) y La viuda, de Patrice Leconte (3,2 millones) mientras que Bajo la arena, de François Ozon, también franqueó la barrera del millón de dólares. Otros éxitos notables en 2001 fueron Le Goût des autres, de Agnès Jaoui; Lumumba, de Raoul Peck, y Baise-moi, de Virginie Despentes y Coralie Trinh Thi.

Estas cifras no tienen en cuenta superproducciones francesas rodadas en otro idioma, como El quinto elemento o Juana de Arco. En este rubro el cine francés también ha obtenido resultados notables en los últimos tiempos en Estados Unidos con realizaciones como El beso mortal del dragón, de Chris Nahon (36,7 millones de dólares); Los visitantes en América, de Jean Marie Gaubert (4,8 millones) e Himalaya, de Eric Valli (2,2 millones).

La fascinación que produce el cine de Francia también se ha desbordado en Europa con el aumento de un 40 por ciento de espectadores en el último año. En Alemania, España, Gran Bretaña, Italia y Suiza estas producciones atrajeron a seis millones de espectadores durante los primeros seis meses del año pasado, mientras que en todo el año 2000 esta cifra fue de 4,2 millones. En la provincia canadiense de Quebec el número de asistentes se incrementó en un 143 por ciento, pasando de 280.000 espectadores en 2000 a 685.000 en 2001.

El hueso más duro de roer ha sido Gran Bretaña. Allí la aceptación de estas cintas descendió levemente en comparación con el año anterior (ver recuadro). El polo opuesto ocurre en Alemania, en donde se pasó de 482.851 espectadores a 1.342.677 en un año. La cinta Los ríos del color púrpura fue un verdadero éxito con 800.000 espectadores.

Una industria pujante

Detrás de este éxito arrollador del nuevo cine francés hay algo más que casualidades y golpes de suerte. Se trata de una industria que el país en general se ha tomado muy en serio. Una de las principales fuentes de ingresos proviene de los canales de televisión, que financian el 36 por ciento de las producciones. Canal +, una cadena de televisión por cable, invierte cada año más de 126 millones de dólares en cine francés. El Compte de Soutien, un fondo que administra el Centro Nacional de la Cinematografía (CNC), recibe aportes de diversos frentes, como por ejemplo impuestos a la boletería y derechos por la divulgación de las películas a través de la televisión y los videos caseros. El presupuesto anual del CNC es de unos 350 millones de dólares. También recibe el aporte de inversionistas internacionales que se asocian en coproducciones. Se calcula que por ese rubro el cine francés recibió en 1999 40 millones de dólares. Los productores franceses que se involucran en creaciones de otros países también logran beneficios que reinvierten en su país.

Todo esto es el resultado de una estrategia de expansión a gran escala que comenzaron a generar 10 años atrás productores de cine y televisión. Canal + se ha establecido en varios países europeos (España, Italia, Bélgica, Escandinavia, Polonia) mientras que empresas como UGC y Pathé han adquirido y construido complejos cinematográficos en diversas naciones europeas. También se han desarrollado redes de distribución que han permitido proyectarlo de una manera muy eficaz en el mundo entero.

Al frente de esta tarea se encuentra Unifrance, una asociación que desde 1949 se ha dedicado a promocionar el cine francés en el extranjero. Esta entidad organiza eventos como el Encuentro Europeo de Cine Francés, en París, y festivales de cine francés en Yokohama (Japón), Praga (República Checa), Budapest (Hungría) y Acapulco (México). Este último festival, del que ya se han realizado seis ediciones y que en 2001 adoptó el nombre de franco-mexicano, es su principal vitrina para América Latina. Los distribuidores colombianos que asistieron a este festival compraron varios títulos, que en los próximos meses se verán en el país. Desde películas infantiles y juveniles, como Pulgarcito y Yamikazi, hasta la superproducción Vidocq, pasando por películas de terror como Un juego de niños, comedias como La bicicleta de Ghislain Lambert, dramas como Betty Fisher y otras historias, El empleo del tiempo y Una golondrina trajo el verano y Trouble every day, una película bastante underground.

En Colombia también ha crecido de manera notable el interés tanto del público como de los distribuidores por el cine francés. En parte esto se debe al impulso que le da la embajada de Francia a la divulgación de la cinematografía de su país, pero sobre todo a la buena respuesta del público colombiano por estas películas, que antes no veía sencillamente porque no se exhibían. Las cifras son elocuentes. En 1998 se presentaron en Colombia cuatro películas francesas. Un año después se presentaron 10. En 2001 la cifra subió a 15 y para 2002 se esperan más de 30.

El cine francés, sin sacrificar su identidad, ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos y prueba, una vez más, que no sólo de Hollywood vive el hombre.