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En 2001 Liliana Montes incursionó en los ritmos del Pacífico, y su disco fue escogido como el mejor álbum colombiano del año. Ahora presta su voz a un proyecto electrónico

música

Voces y sonrisas

El regreso de Liliana Montes y el debut de Gina Savino nos muestran un panorama variado y brillante para la voz femenina.

8 de marzo de 2008

Ya andábamos curiosos preguntándonos qué sería de la cantante caleña Liliana Montes. Agradó hace 10 años con un debut lírico llamado Viceversa; luego nos enamoró con Corazón Pacífico, esa refrescante proyección del folclor de la costa Pacífica que esta revista nombró 'Mejor disco colombiano de 2001'. Entonces empezó a desaparecer, salvo por una participación como corista de Sidestepper que llevó a Richard Blair a decir: "Es la única vocalista que conozco que siempre canta con una sonrisa". Corría el año 2003. Como el gato de Alicia, nos dejó su sonrisa y se desvaneció.

La buena noticia es que Liliana ha regresado, un tanto camuflada, como vocalista del proyecto electrónico Suramericana de Sueños Sonoros. Su nombre no aparece en la portada ni en la contratapa: para descubrirla hay que explorar la grabación. En estricto rigor, no podemos decir que éste sea el esperado tercer disco de Liliana Montes. Pero sí es una exquisita demostración de los alcances de su voz, que ahora suena bastante cómoda en un mar de sonidos electrónicos.

Las sesiones de grabación, que tuvieron lugar en París, fueron poco convencionales. Más que un proceso de composición hubo, como dicen los créditos del disco, un "diseño sonoro". A la cantante le mostraron una serie de armonías computarizadas y a partir de ahí le propusieron improvisar frases musicales. Los resultados son diversos: plegarias a la luna, imágenes surrealistas de ballenas que nadan en una gota, y un estribillo que gana vitalidad gracias al acento valluno: "Mirá pa'lante, cogé camino". Siempre será grato oírle a Liliana nuevas sonrisas.

En el otro extremo, el de los ejercicios acústicos, nos acaba de sorprender otra voz femenina. La bogotana Gina Savino lanzó su primer disco, llamado Un lugar. Ella viene de la radio universitaria, donde presentó por algunos años programas de jazz mientras completaba sus estudios de canto. Y no se dice por piropo, pero sí, a veces la presentadora parecía cantar también.

Tal vez en algún momento, programando grabaciones de todas las épocas, tuvo el impulso de hacer un aporte más artístico que referencial. El resultado es un álbum breve, de menos de 40 minutos, que, sin embargo, son suficientes para realzar una voz que no parece conocer límites armónicos. Y el acompañamiento sencillo (guitarra y algo de percusión) ayuda al carácter etéreo de su música: es que Gina canta, pero casi sin palabras.

Alguna vez, refiriéndose a la pieza 'Sun King' de los Beatles, Gustavo Gómez escribió que se trataba de "una delicada mezcla de arameo, checo y esperanto... y si no, para el caso da igual". Esa misma expresión se podría aplicar a varios momentos del disco Un lugar, donde el oyente alcanza a reconocer palabras de otros idiomas pero no importa su significado; es su sonido el que va trazando la música.

Sin embargo, el mérito de Gina Savino consiste no tanto en cantar en un lenguaje inventado sino en manejar su voz como instrumento, estableciendo, según ella, "un equilibrio entre las ganas de decir algo y la sensación de que no es necesario ponerlo en palabras". Por eso el oyente encontrará canciones cuyo texto es una sola línea o, incluso, textos que prescinden de todas las consonantes, como el hipnótico "a-e-í-o-u" que abre el disco. A través de esa expresión minimalista la cantante logra transmitir una gama inmensa de emociones, y eso es mucho más de lo que podemos decir de muchos intérpretes.