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Alexander Von Humboldt y Francisco José de Caldas.

Historia

Lo que Humboldt no le reconoció a Caldas

A propósito de la publicación en Colombia de una ambiciosa obra sobre Humboldt, vuelve la pregunta sobre por qué el científico alemán no le dio el debido reconocimiento a las investigaciones de Caldas en las que él se respaldó.

1 de septiembre de 2018

Francisco José de Caldas relata que Alexander von Humboldt lo vio desde lejos y no dudó de quién se trataba: “He leído sus notas”, habría dicho el prusiano. Se encontraron por primera vez al norte de Ibarra (hoy Ecuador) en 1802. Así comenzaría una relación que con los años ha despertado muchas conjeturas. Muchos investigadores ahondan en la más recurrente, según la cual el europeo no le habría dado el debido reconocimiento a las investigaciones del neogranadino.

Esa inquietud resurge con la reciente publicación de Humboldtiana neogranadina, una obra de cuatro tomos y seis volúmenes escrita y dirigida por el genetista Alberto Gómez, quien reconstruyó los pasos del naturalista y explorador cuando a comienzos del siglo XIX recorrió los territorios de lo que hoy son Colombia y Ecuador.

‘Memoria sobre la nivelación de las plantas que se cultivan en la vecindad del Ecuador, Francisco José de Caldas‘ (1802). Esta lámina podría construir un antecedente, o una producción simultánea, de la primera conocida de Humboldt. Ambas representan la distribución de las plantas útiles según la altura sobre el nivel del mar.

Para cumplir su cometido, durante ocho años Gómez visitó bibliotecas y archivos de nueve países, acudió a expertos y logró acceso a la información de la época. Así le dio forma a la colección publicada por la Editorial Javeriana con el patrocinio de otras cinco universidades: Cesa, Eafit, los Andes, el Rosario y el Externado.

Gómez relata que durante su trabajo sintió la necesidad de darles un espacio a los protagonistas de la ciencia en la Nueva Granada, en una época de incertidumbre en la que la ciencia no tenía prioridad alguna. Pero en el país trabajaban grandes investigadores, como José Celestino Mutis, el español que lideró la Expedición Botánica, el gran inventario de la naturaleza en este territorio, y el propio Caldas.

Por esa razón, le dedica mucho espacio a Caldas (1768-1816), un autodidacta nacido en Popayán que llegó a Santa Fe en 1790. El sabio, como se le conoce en la historia patria, era además un comerciante que viajaba en función de los mercados en donde vendía telas y otros bienes. A la par observaba la naturaleza, exploraba y hacía ciencia. Mauricio Nieto Olarte, autor de La obra cartográfica de Francisco José de Caldas (2006), dice que el erudito “era un hombre muy interesante porque carecía de los recursos propios para hacer investigación a la europea, un poco el drama de la ciencia en Colombia hasta el siglo XXI. Caldas representa a todos los científicos sin recursos, sin educación”.

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En esos viajes reunía la información que le permitió señalar, para ciertos lugares, la altitud máxima y mínima donde se encontraba alguna planta. Y así lo determinó para el trigo, el plátano, la yuca, la caña de azúcar y el cacao. Un trabajo que llamó La nivelación de las plantas y registró ante Mutis.

Caldas emprendió esas correrías unos seis años antes de la llegada de Humboldt a Cartagena, en 1801. Este pretendía partir por mar hacia Lima para encontrarse con la expedición del capitán Nicolás Baudin, que le daba la vuelta al mundo. Sin embargo, José Ignacio de Pombo, un ilustre comerciante, le insistió en que hiciera el viaje por tierra y por el río Magdalena. Sus razones: en el trayecto encontraría volcanes, gran vegetación y, especialmente, tendría contacto con Mutis y con el joven Caldas, que podría serle muy útil.

Mapa del río Magdalena, elaborado por Humboldt, según las observaciones topográficas y astronómicas que realizó mientras atravesaba Cartagena, Mompox, Honda y Mariquita hacia Santafé. Biblioteca Luis Ángel Arango, Sala de Libros Raros y Manuscritos.

Ese año el payanés había publicado en El Correo Curioso, periódico de Jorge Tadeo Lozano, una medición que despejaba una duda persistente por aquellos días. ¿Entre Monserrate y Guadalupe cuál cerro era más alto? El sabio resolvió la duda a favor del segundo y sorprendió por utilizar las estrellas y los planetas como referencia para medir latitudes y longitudes. Y, ante la falta de un barómetro, por ejemplo, aplicó un sistema con la temperatura del agua para calcular las alturas.

Alberto Gómez dice que Humboldt haría después la misma medición de las montañas y le dio exactamente igual. El hecho, como sus métodos, lo sorprendieron. Tal vez por esto, cuando encontró a Caldas en Ibarra, ya sabía de él. El europeo estaba allí para auscultar el Chimborazo, entonces considerada la cumbre más alta del mundo.

Tras este encuentro surgiría una corta relación intelectual en la que abordarían diferentes temas, pero ninguno tan importante como el que genera debate: la geografía de las plantas (fitogeografía), que estudia cómo varía la vegetación con los cambios de altitud. Ese trabajo, considerado uno de los grandes logros científicos de Humboldt, tiene coincidencias con la nivelación de las plantas de Caldas.

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El investigador Nieto Olarte, por ejemplo, menciona las grandes similitudes entre Caldas y Humboldt en sus formas de pensar la geografía, con mapas en los que representan perfiles de las cordilleras dibujados con diferentes alturas e identificados con las plantas correspondientes a las mismas.

Además, establecen la relación entre el clima y la vegetación, una enorme novedad en la época. Era un dato no menor si se tiene en cuenta que en los Andes tropicales la geografía cambia con la altura y no con las estaciones. Caldas lo había dilucidado.

Otra forma de verlo es que el payanés vivía en estas tierras y pensaba en lo mismo de Humboldt, pero con otro propósito: realizar una geografía útil para la economía del Nuevo Reino de Granada. Humboldt, entre tanto, quería explicar el orden del universo en una montaña.

El investigador Darío Valencia cree que el conocimiento del neogranadino, producto de sus muchos viajes, debió contribuir a los trabajos de Humboldt, pues ambos conversaron y compartieron excursiones durante su encuentro hacia principios de 1802. “Pero no tiene ningún sentido afirmar –dice– que Humboldt se apropió, como lo anota gente poco informada, de ideas de Caldas sobre este tema o sobre el relacionado con la medición de la altura en las montañas por medio del termómetro”.

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Si bien el europeo reconoce a Caldas en trabajos cartográficos, como en un mapa del río Magdalena en un tramo sobre el páramo de Las Papas o en temas de astronomía, sí lo ignoró en La geografía de las plantas. Gómez plantea que lo hizo por protagonismo, para enviar el mensaje de “yo lo vi primero”. Así olvidó a alguien quien bien pudo haber postulado como gestor simultáneo de conceptos de la fitogeografía.

Valencia, también, considera que Humboldt tenía la obligación de hacerlo y que en sus publicaciones no dio crédito a la muy probable colaboración de Caldas en este tema, pese a que lo cita con elogios en otros asuntos. Así es muy probable que el europeo hubiera querido asegurarse la autoría, como lo evidencia la pronta publicación en París, en 1807, de sus ideas sobre La geografía de las plantas.

También habría que decir que Humboldt, además de recursos económicos y formación, contaba con formas para divulgar sus trabajos, era visible, lo que no ocurría con Caldas, quien si hubiera tenido inventos prodigiosos, nadie, seguramente, sabría de ellos.

Mientras Humboldt vivió 89 años y se convirtió en una estrella científica mundial (hoy casi olvidada), a Caldas lo fusilaron a los 48, cuando Morillo ordenó ejecutarlo por participar en el movimiento independentista. El Pacificador respondió a sus súplicas con una frase lapidaria: “¡España no necesita de sabios!”.

Alberto Gómez Gutiérrez, sobre Humboldtiana neogranadina