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WOLFW DENUNCIA

Tom Wolfe hace una implacable denuncia contra el periodismo televisivo.

7 de julio de 1997

Emboscada en Fort Bragg Tom Wolfe Traducción de Juan Gabriel López Biblioteca de Bolsillo Barcelona, 1997 $ 12.900 a puesta en escena es sencilla: dos periodistas de un programa muy exitoso de la televisión gringa le hacen espionaje ilegal a tres militares de Fort Bragg, campo de entrenamiento de las Fuerzas de Operaciones Especiales del Ejército (Boinas Verdes, Rangers y demás) en Carolina del Norte. Los dos periodistas, que saben como todo el mundo que ellos han asesinado a otro militar por el hecho de ser homosexual, logran una prueba del homicidio y, mediante más montajes, tratan de obtener una confesión grabada. Pero les sale el tiro por la culata, porque uno de ellos hace una conmovedora declaración, que demuestra que su actuación es consecuencia de la formación recibida en la base militar. Los periodistas, que buscan el sensacionalismo y nada más, manipulan a su gusto el material con el único objetivo de aumentar la sintonía. Este argumento lo utiliza Wolfe para hacer varias denuncias. En primer lugar, para demostrar cómo el periodismo televisivo sirve a intereses económicos y políticos muy concretos, intereses que nada tienen que ver con el derecho a la información. Y lo denuncia descarnadamente y sin concesiones, mostrando a los periodistas y a los propietarios del medio con el impudor y el cinismo que deben lucir en la realidad. En segundo lugar, hay una denuncia contra la televisión misma y llega a considerar a las personas de acuerdo con la 'generación televisiva' a la que pertenecen. La tercera denuncia es de carácter social. Estos tres jóvenes asesinos son oriundos del sur profundo de Estados Unidos, un mundo sumamente conservador, el cual Wolfe enfrenta con la frivolidad y la ostentación de la élite ilustrada de la costa este. El contraste es revelador de los grandes abismos culturales y sociales del pueblo gringo. Por último, hay una denuncia de los métodos aberrantes de la formación militar, basados en lo que Wolfe llama "testosterona en bruto" o en la violencia irracional de los skinheads. El libro es breve, sólo 140 páginas, pero intenso. Wolfe tiene la audacia de poner a los jóvenes asesinos a hablar con el lenguaje de los rednecks sureños, el cual como es obvio, no puede el traductor trasladar al castellano, pero lo suple creando un habla distorsionada. A mi modo de ver esto _que es una característica esencial de la obra_ dificulta su lectura. Para terminar yo diría que este trabajo está a mitad de camino entre el ensayo y la ficción: un híbrido rico en posibilidades, como lo demuestra Wolfe.