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CINE COLOMBIANO

X500: Una película colombiana sobre los problemas de identidad de los migrantes

El bogotano Juan Andrés Arango estrenó en el país su segunda película después de ‘La Playa D.C.’, una historia sobre migración que se ha llevado aplausos en festivales como San Sebastián. Semana.com habló con él.

7 de mayo de 2017

¿Qué pueden tener en común un joven de los barrios bajos de  Buenaventura (Colombia), un indígena mazahua que entra por primera vez a Ciudad de México y una joven filipina que llega a vivir a Montreal (Canadá)?  Para el cineasta colombiano Juan Andrés Arango, mucho.

Tanto, que en ‘X500’, su segunda película después de ‘La Playa D.C.’ (2012), reúne las tres historias para mostrar que la migración genera problemas similares en muchas personas de distintas partes del mundo, sin importar si llegan a un pueblo del Pacífico, a una capital latinoamericana o a una ciudad del primer mundo.

Los protagonistas son Alex, un joven bonaverense que vuelve a su ciudad natal luego de perder a su hermano por irse de polizonte a los Estados Unidos; David, un indígena que migra a Ciudad México luego de la muerte de su padre, y María, una adolescente filipina que se ve obligada a irse a vivir con su abuela a Canadá luego del fallecimiento de su mamá.

Cada uno de ellos entra en una crisis de identidad cuando se encuentran a sí mismos en un entorno diferente, lejos de sus seres queridos. Alex termina envuelto en un grupo de microtráfico, David se convierte en punk y debe enfrentar a una pandilla de su barrio que persigue a todos los ‘diferentes’ y María se da cuenta de que el sueño canadiense de su abuela está lleno de soledad y discriminación.

“Mi intención con esta película es crear un diálogo para mostrar cómo un tema universal, como es la migración y la adolescencia, comienza a mutar cuando entra en contacto con contextos  radicalmente diferentes”, dijo Arango en entrevista con Semana.com.

“Los tres están en una especie de limbo, han perdido a alguien muy cercano y aún no pueden aceptar ese duelo –cuenta–. Al cambiar de lugar se enfrentan también a sí mismos y luchan por encontrar su espacio. Al final, cada uno a su manera ha logrado tener la fuerza suficiente para hacerlo”.

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Para hacer realidad el proyecto, Arango se llevó su equipo a tres locaciones diferentes: Colombia, México y Canadá. En cada uno de esos países pasó una temporada larga, vivió en los barrios, observó las calles, se familiarizó con la gente y escogió a un grupo actores naturales para interpretar a los personajes. El resultado es una película seleccionada para más de 40 festivales: aplaudida en San Sebastían, finalista en Róterdam y Estocolmo, y ganadora del premio a mejor largometraje en el de Cine Colombiano de Nueva York.

“Fue una experiencia muy retadora –explica–. Había un equipo local en cada uno de los países y eso implico una adaptación cultural fuerte para transmitir la esencia de la película a equipos que entienden el cine de maneras distintas. Fue uno de los aprendizajes más fuertes que he tenido como director”. 

Algunas partes fueron filmadas en idiomas locales que Arango no conocía. Pero siempre tuvo un intérprete a su lado, que le traducía lo que decían los actores. “Yo a ellos no les hago aprender nunca los diálogos, les dejo una libertad para que digan las escenas con sus propias palabras. Eso facilita la naturalidad”.

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El regreso a un tema común

Con ‘X500’ Arango regresa a dos temas que ya había tocado en La Playa D.C., en donde contaba la historia de un grupo de jóvenes afro que viven desplazados en un barrio del sur de Bogotá: la migración y la falta de oportunidades en Buenaventura.

“La migración es uno de los temas que más me interesan como director –cuenta–. Por un lado, es uno de los más importantes en el planeta y, por el otro, siento que está transformando la cara y los espacios de las ciudades, algo que quiero explorar. De hecho, diría que el tema central de mis películas es la transformación y, en ese sentido, la migración es un elemento que hace que esa transformación sea mucho más radical”.

Por eso, los tres protagonistas tienen otros elementos en común: son adolescentes –están en la edad de la incertidumbre y las crisis existenciales–, acaban de perder a un ser muy querido y el hecho de llegar a un lugar extraño en el que, en un principio, no se sienten bienvenidos, hace que esos problemas se acentúen.

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Una experiencia que el propio Arango vivió en su juventud: “Cuando era adolescente me fui por primera vez a Canadá a vivir solo y a estudiar. Y ese hecho de buscarse a uno mismo en un nuevo lugar me marcó profundamente”.

La película, de hecho, llega en un momento en el que tema de los migrantes está en las primeras planas de Estados Unidos, con la política de mano dura de Trump, y de Europa, con los partidos nacionalistas peleando las elecciones. “Hay una resistencia porque muchos temen que los migrantes rompan la manera de vivir y la cultura que ellos tienen desde hace años. Pero ese es un miedo absurdo porque las culturas están en movimiento continuo y la migración hace que se vuelvan más ricas y sigan con vida. Un proceso irreversible y global”.

En el caso de Buenaventura (el protagonista colombiano es del puerto como en su anterior película, ‘La Playa D.C.’), piensa que el puerto es un lugar paradójico: cargado de dolor, pero también de vida. “Estoy enamorado de la cultura afrocolombiana –cuenta–. Durante todo el tiempo de rodaje de La playa estuve escuchando las historias de cómo era crecer en el puerto. Eso me genero mucha curiosidad por explorar ese lugar”.

De hecho en su tercera película volverá al Pacífico colombiano. Esta vez a los ríos, cargados de guerra, minería y cultura. Un tema para abordar con su cámara, que ya se ha convertido en un referente del cine colombiano en todo el mundo.