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Zodiaco

El director de 'Seven', David Fincher, ha filmado esta vez una gran película que requiere la paciencia de los obsesivos.

Ricardo Silva Romero
8 de septiembre de 2007

Título original: Zodiac.
Año de estreno: 2007.
Dirección: David Fincher.
Actores: Jake Gyllenhaal, Mark Ruffalo, Robert Downey Jr., Anthony Edwards, Chloë Sevigny, Brian Cox, Dermot Mulroney, John Carroll Lynch.

Hay que ser terco para disfrutar esta gran película. Para saber que una vida puede irse en un solo deseo. Y para darse cuenta de que detrás de cada encuadre hay algún homenaje (una especie de pie de página) al cine norteamericano de los últimos 30 años. Conviene saber que, si se acepta el reto de verla, se estará durante un poco menos de tres horas frente a la agotadora historia de la vida real de un grupo de investigadores que se extraviarán en el laberinto de su propia investigación. Conviene saber que (así sucedió en la función a la que fui) muchos saldrán con ganas de que les devuelvan la plata. Y que aquel género que consolidaron obras maestras como El silencio de los inocentes (1991) o Seven (1995), "el largometraje de asesino en serie", no volverá a ser el mismo después de ver Zodiaco.

Zodiaco parte de una historia que sucedió en California en los últimos dos años de los 60. La de un sicópata invicto, que se llamó a sí mismo 'Zodiaco', que le dedicó 10 largos meses a una serie de crímenes horrendos que reportó a los principales diarios de San Francisco. El asesino jamás fue capturado. Aunque varias veces estuvieron a punto de hacerlo, nunca se pudo confirmar su identidad. Y sin embargo, sus cartas a mano, plagadas de mensajes cifrados y frases inquietantes ("me gusta matar gente porque es más divertido que matar animales salvajes en el bosque porque el hombre es el animal más peligroso", decían), crearon pánico en la gente de la región. Le abrieron paso a una legión de detectives, entre policías, periodistas y aficionados a la verdad que no descansaron hasta conocer el verdadero nombre del monstruo. Y montaron un mito que dio lugar a novelas, series de televisión y películas de serie B.

Dio lugar, también, a un best seller redactado por un caricaturista del San Francisco Chronicle, Robert Graysmith, que no descansó hasta contar la historia de cómo se les fue a todos la vida en el intento infructuoso de capturar al verdugo. Y que inspiró al cineasta David Fincher, director de Seven, El juego y El club de la pelea, a filmar esta obra meticulosa, cargada de guiños de cinéfilo, que logra entrar en la sicosis del perseguidor, que llega a probarnos que lo que hace peligroso al hombre es que puede quedarse atrapado en su cabeza, y acaba por recordarnos las trampas mentales (las soberbias, las tonterías) en las que caen los personajes de novelas tan brillantes como El desierto de los tártaros o El conde de Montecristo.

Hubo un tiempo en el que el cine norteamericano era un cine extraordinario: los años 70. Los grandes cineastas gringos de hoy, Wes Anderson, Alexander Payne y Paul Thomas Anderson entre ellos, han vuelto a esa sensibilidad valiente cada vez que se han sentido perdidos detrás de la cámara. David Fincher era el único que faltaba. Y era de esperar que lo hiciera para filmar una película tan brillante.