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Zurdo a la fuerza

Un accidente que le inhabilitó la mano derecha obligó al pintor Mauricio Gómez a replantear su obra y a descubrir colores y texturas inesperadas.

30 de noviembre de 2003

Como decia en alguna de sus canciones Elvis Costello, "los accidentes ocurren". Y a veces estos suceden para bien. Al menos eso piensa el pintor Mauricio Gómez, quien por ponerse a raspar durante días y días la áspera superficie de un cuadro suyo desarrolló una tendinitis que le ha impedido utilizar desde 2001 su mano derecha. "Me operaron, me hicieron una terapia pero hasta ahora eso no ha funcionado mucho. Voy a ver cómo me va con la acupuntura".

Este accidente, que habría acabado con la carrera de más de un artista, lo impulsó a replantear su obra. Al principio fue muy duro, pero poco a poco aprendió a utilizar la mano izquierda y también a dejarse guiar por ella, a darle espacio a la intuición, la sorpresa y a aceptar los resultados inesperados.

En la Galería Diners, de Bogotá, es posible ver el resultado de esta transformación. Gómez dejó atrás técnicas tradicionales como el óleo o acrílico sobre lienzo que le permitían un control total sobre sus cuadros. Ahora se ha transformado en una especie de alquimista que todo el tiempo combina un sinnúmero de texturas. La lista es larga. Arenas de colores, cementos y otros materiales de construcción y acabados arquitectónicos, retazos de hierro oxidado que ha conseguido en los mercados de las pulgas del sur de Francia, canastos, plastilinas y cables de colores muy vivos que venden en almacenes para niños, chaquiras, plumas teñidas, bustos y maniquíes viejos y rotos que él repara con papier maché, bon brill, metales limados que esparce al soplar por un pitillo, espray, piedras de río y playa, accesorios de colorinches que sólo se consiguen en almacenes de acuarios, desechos metálicos de maquinaria industrial, recortes de revistas, papel de holograma que obtiene a partir de calcomanías para niños, lentejuelas que él mismo procesa y machaca en una licuadora. la suya ha sido una incesante búsqueda de nuevos materiales aunque, eso sí, se apega al lienzo como soporte de su obra, pues este es muy fuerte y resiste el peso de piedras y metales sin deteriorarse.

Mauricio Gómez entró en el mundo del arte a los 40 años. Abogado y periodista, fue director del Noticiero 24 Horas y en 1989 se instaló en Atlanta, donde comenzó a tomar clases de dibujo. En 1992 decidió abandonar por completo el periodismo y dedicarse de tiempo completo al arte y se radicó en París donde, así lo señala su colaborador Bernard Blot, "Mauricio se ha dedicado a crear un arte del exilio. La suya es una manera de estar presente así no toque temas relacionados con la política. Sus obras son bellas en París pero aquí en Colombia se ven más interesantes. Aquí es donde uno descubre que son suramericanas".

Gómez ya ha expuesto en Colombia en 1999, también en Diners, y en estos cuatro años el cambio ha sido muy grande. La exposición, que también le dio pie a un libro de Villegas Editores, se llama Con la mano izquierda. A Gómez la mano derecha a duras penas le sirve de apoyo o para realizar movimientos muy sencillos. Por ese motivo dejó un poco que el azar lo guiara por un nuevo mundo. Para comenzar, el hecho de que utilice materiales como cemento y arena lo obligan a trabajar en el piso, y esperar varios días para que sequen los materiales para ver el resultado de su trabajo.

Es de alguna manera un regreso a la infancia (a los niños les encanta echarse en el piso cuando pintan y juegan) y también una especie de aventura, pues en muchos casos el resultado final no nace de una idea previa. "Yo no puedo manejar la mano izquierda como quisiera. Hasta algo tan sencillo como lavarse los dientes se vuelve muy complicado. Eso me da una libertad que antes no conocía. Como la izquierda no se deja controlar he comenzado a hacer regueros, a improvisar. Ya ni siquiera hago bocetos de los cuadros". Sin embargo la mayor parte le ha exigido un trabajo largo y dispendioso.

Como señala Blot, esta exposición es coherente no a partir de la unidad sino de la diversidad. "Es una obra que no requiere de cultura para ser apreciada, agrega. Es accesible desde su primera aproximación. No es como buena parte del arte contemporáneo que se olvida del espectador, que exige una lectura previa y conocer claves del concepto para entender lo que quiere expresar el autor". Casi todas las obras son rostros, pero cada una ofrece un tratamiento muy especial. En esta nueva etapa en la que archivó los óleos y descubrió los pigmentos se ha dado cuenta de que los colores son muy relativos. "El negro puede ser opaco, brillante, transparente, liso, corrugado. el óleo se puede aplicar de muchas maneras pero con él no se logra una enorme diferencia de texturas". Muchos colores imposibles de lograr con óleos o acrílicos los consigue con piedras, hologramas y plumas de colores.

Su obra no refleja para nada estados de ánimo determinados. Cuando más dolor sentía a causa de la tendinitis y lo preocupaban diversos problemas de índole familiar hizo Siva, una de sus obras más alegres y coloridas. Para Mauricio Gómez la búsqueda constante es algo que jamás negocia y considera que el peor error es copiarse a sí mismo, encontrar una fórmula y comenzar a repetirse. "El día que uno crea que un cuadro le salió bueno está muerto porque se parquea, se estanca. De pronto el próximo sí queda bien".