El profesor mueve sus manos y de un gesto logra callar a la orquesta. Las agita de nuevo y nuevamente la música regresa. Interrumpe otra vez. Reanuda. Y vuelve a interrumpir. “Muchachos por favor, les he dicho un montón de veces que las partituras no son para tenerlas lindas y guardadas en un plástico. Toca rayarlas, ensuciarlas, hacernos guías para que esto funcione”.El ensayo de percusión es el que necesita el espacio más grande, el timpani, las marimbas y platillos se acoplan cada vez que se les ordena. De nuevo el profesor interrumpe y hace un chiste “Señor Pandereta, esa cola que tiene en la cabeza es un peligro para tocar percusión”. Y todos se ríen.En todo el hotel hay 93 jóvenes menores de edad que hacen su residencia musical para conformar la Orquesta Sinfónica Juvenil. En todo el campo abierto hay carpas en donde los músicos pueden estudiar sus instrumentos.Si hay algo que se respira en todo el lugar es la disciplina y compromiso que todos tienen con sacar el repertorio adelante, es decir, no se escucha otra cosa que “música concebida desde la intelectualidad”, dice uno de los jóvenes flautistas. “Obvio que respetamos los gustos musicales pero no podemos conformarnos con géneros o sonidos básicos, aquí hay una exigencia mayor”.En efecto, la terapeuta del grupo explica que hay que tener siempre alguna terapia que pueda sacar de apuros a cualquier músico a quien sus dedos, manos o brazos ya no dan más “tantos movimientos repetitivos durante todo el día los agota”, dice la especialista.“pa-pi-pa-du-ri-té. No. De nuevo. Pa-pi-pa-du-ri-té. ¡De nuevo!”, se estresa Remo Ceccato, el director de la orquesta. “Por favore, prestemos atención a la música, olvidemos las cámaras, vamos todos con el primer macro compás”. Y suena la música.Y cuando se acaba el macro compás algunos siguen tocando. Y Remo vuelve y los regaña “¡Que no! No me interesa, no me interesa”.El músico italiano a cargo de la dirección cuenta que ya conocía el nivel de las bandas sinfónicas de Colombia, que están esparcidas por municipios de 13 departamentos. “Eso hace que haya buenos músicos en las regiones, de hecho Colombia es de lejos el mejor país de la región”, afirma sin dudar.Los 93 jóvenes están ahí por motivo del programa de estímulos que abre el Ministerio de Cultura. Maritza de Villa mandó un video publicado en YouTube con un repertorio propio de su flauta y uno libre. Luego de un ensayo, una amiga suya le contó que había sido seleccionada para viajar a Bogotá para hacer la residencia. Ella, sin mayor sorpresa, no asimilaba lo que le habían dicho, solo media hora después cayó en cuenta que estaba adentro del selecto grupo de los mejores músicos jóvenes del país.“Trato de escuchar música clásica siempre, porque es lo que necesito para tocar. A veces escucho metal porque también es interesante”, dice De Villa.Al respecto, el director Ceccato confirma lo que todos los jóvenes han dicho “Les enseñamos a respetar los gustos musicales, pero no podemos pretender que sean los mejores músicos si escuchan solo música comercial”.