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Con los pies en la tierra

El fútbol colombiano celebra por cuenta de sus jóvenes. ¿Qué tan importantes son sus triunfos frente al futuro?

6 de febrero de 2005

Diez años en el fútbol equivalen a toda una generación de jugadores. Y ese fue el tiempo que los equipos de Colombia duraron sin asistir a los mundiales juveniles. Ni a los sub-17, ni a los sub-20, y ni siquiera a los Olímpicos, que vienen a ser los mundiales sub-23.

Los futbolistas se estaban acostumbrando a acumular derrotas. Nadie habría apostado por un equipo juvenil de Colombia hace un par de años. Hoy, sorprendentemente, no sólo regresa a las citas orbitales sino que la camiseta tricolor hace parte de la élite del fútbol mundial juvenil al lado de Brasil, España y Argentina. A finales de 2003 quedó cuarto en el mundial sub-17 de Finlandia y tercero en el mundial sub-20 de Emiratos Árabes Unidos. Los éxitos de los muchachos contrastaron a tal punto con el fracaso del equipo de mayores de Francisco Maturana, que Reynaldo Rueda, el técnico que subió al podio y se arropó con la bandera tricolor en territorio árabe, fue escogido para intentar salvar del inminente naufragio al equipo que apenas arrancaba la eliminatoria.

El encargado de relevarlo al mando de la sub-20 fue Eduardo Lara, que venía de alcanzar las semifinales en tierras escandinavas. Bajo su mando, el equipo que disputó el suramericano de la categoría en la zona cafetera tenía la primera opción para quedar campeón al cierre de esta edición. Pero más allá del título, Colombia había asegurado su paso al Mundial de Holanda, donde defenderá ese tercer lugar, y el equipo impresionó a propios y extraños.

Hasta los brasileños, actuales campeones del mundo, cayeron derrotados ante los locales. Con Hugo Rodallega a la cabeza -un goleador inspirado que rompió el récord de anotaciones para este tipo de torneos- y un par de lugartenientes de lujo -un aplomado capitán Abel Aguilar y una grata revelación, Juan Carlos Toja-, esta selección consistente en todas sus líneas emocionó al país.

Como suele ocurrir con las victorias deportivas de Colombia, es difícil tomar distancia y pensar, más allá del júbilo nacionalista, en la verdadera dimensión de las conquistas. Para empezar, el sólo hecho de contar con un proceso serio y continuo con entrenadores de planta que no llegan simplemente a dirigir un torneo, algo inusual en el fútbol colombiano, ya es un logro.

Dejando en claro eso, vale la pena recordar que el escalafón de los torneos juveniles no necesariamente se traslada a las categorías mayores. Los ejemplos abundan. Equipos como Ghana o Arabia Saudita han sido campeones mundiales sub-17 y nadie se atreve a afirmar que son las nuevas potencias del fútbol mundial. Portugal, que fue campeón mundial juvenil en 1989 y 1991, se quedó esperando que su generación dorada de futbolistas, encabezada por Rui Costa y Luis Figo, ganara algún torneo importante, lo que nunca ocurrió.

"Siempre es una buena noticia que los juveniles consigan buenos resultados, España ha sido campeón del mundo sub-20 y de Europa en todas las categorías y sin embargo no ha funcionado muy bien en los dos grandes torneos de selecciones: la Eurocopa y la Copa del Mundo", explica Santiago Segurola, jefe de deportes de El País de Madrid consultado por SEMANA.

Brasil, sin embargo, es la otra cara de la moneda. Su dominio del fútbol mundial se ha trasladado a todas las categorías y hoy por hoy es campeón mundial sub-17, sub-20 y de mayores. Sólo se le escapó el título olímpico, que quedó en manos de Argentina, otro ejemplo exitoso de selecciones juveniles que han sido múltiples campeones del mundo.

"Formar jugadores para la selección mayor es el objetivo fundamental de los juveniles", recuerda el argentino Jorge Barraza, director editorial de la Confederación Suramericana de Fútbol, Conmebol, que públicamente ha destacado a varios de los jugadores del equipo colombiano. ¿Cuántos de los futbolistas de este sub-20 jugarán con la selección mayor? Es imposible asegurarlo con certeza, o afirmar cuánto tiempo habrá que esperarlos. "Maradona o Pelé eran trascendentales en edades juveniles, pero el salto es ciertamente complicado. Es muy difícil de predecir. Ellos no eran los mejores de un campeonato juvenil, eran los mejores de sus respectivos países", apunta Segurola.

Nada garantiza que una figura juvenil conserve un gran nivel en toda su carrera, y hay que recordar que se trata de jugadores que muchas veces, además de su juventud, carecen de una educación diferente a las canchas para tomar las decisiones acertadas. Casos como el de John Edison Castaño demuestran que una 'joven promesa' puede convertirse en una promesa incumplida si se rodea del ambiente equivocado.

Las selecciones juveniles, en últimas, deben ser el semillero de la de mayores. Ser el laboratorio donde los jugadores adquieran experiencia y roce. Y en ese sentido, Colombia está en la dirección correcta. Estímulos como la norma que obliga a los equipos profesionales a alinear a un jugador menor de 20 años ayudan a que se llegue a los torneos juveniles con equipos competitivos. Y lo más importante: los integrantes de esos equipos que idealmente llegaran a ser los convocados de mañana se están acostumbrando a ganarle a Brasil o Argentina sin ningún tipo de complejo.

Con apenas 20 años, un jugador como Abel Aguilar, el capitán de este equipo que también estuvo en Emiratos Árabes, va a tener la experiencia de dos mundiales juveniles y varias convocatorias a la selección de mayores, con la que ya jugó una Copa América. Y no es el único. Edixon Perea es otro de los juveniles que ha tenido sus primeras experiencias en la selección absoluta y no ha desentonado. A ellos se suman los que, como José Julián de la Cuesta y Víctor Montaño, ya están jugando en el fútbol europeo mientras esperan la convocatoria.

Lo más importante, y que sólo se consigue sumando campeonatos, es demostrar que el auge del fútbol juvenil colombiano es producto de un proceso y no de una camada. De un esquema serio de trabajo y no de inspiraciones aisladas.Y, sobre todo, asegurar que ese proceso concluya en la selección mayor.