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Nairo Quintana pedalea con la camiseta de la niñez

El ciclista colombiano se unió a la Unicef para promover programas sociales desde el deporte y el liderazgo para niños y jóvenes. Una noble tarea que floreció en casa, gracias a sus hijos, el entorno en donde creció y la poca ayuda que recibe la infancia.

1 de diciembre de 2018

Dice Nairo Quintana que es el tío fastidioso para sus sobrinos, en el buen sentido de la frase. Una vez tenía que llevarlos al gimnasio, cuando llegó allá pidió una cita para las 4 de la tarde, pero quien lo atendía le dijo que a esa hora no podía, tendría que ser a las 5. Nairo, con su agenda apretada, le insistió que a las 4. "Usted podrá ser Nairo Quintana, pero no puedo ponerlo a esa hora".

"Tengo que contarle la verdad, estoy preparando el gimnasio para unos niños que son huérfanos, son ocho, tengo que alistarlos", le dijo.

En realidad no eran ocho sino 30, y Nairo, conmovido, invitó a sus sobrinos y hermanos. Llegaron todos con helados, galletas y toda la energía posible para hacer que ese diciembre esos niños tuvieran una navidad diferente. Que no se sintieran tan solos. 

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"No soy un charlatán para decir una cosa en la conferencia y hacer lo contrario", dijo el ciclista el pasado viernes durante un evento organizado por Unicef en el que se lanzó el conversatorio ‘Gran Fondo Nairo Quintana‘. Hacía referencia a que sus palabras de apoyo e inspiración siempre son sinceras. Tal vez no salve a nadie, pero cada gesto es un pedalazo para que los niños sientan que tienen esperanza. "Mañana los llevaremos al circo", dice el deportista.

Cuando le preguntaron si quería ser embajador para Unicef no lo pensó dos veces. Ponerse la camiseta azul, pero de esta organización, lo ha potenciado como una figura a seguir en su natal Boyacá. Y no es exagerado decirlo, pues una vez apareció ante cientos de niños que fueron a verlo al coliseo cubierto de Paipa una niña con la cara inundada de lágrimas extendió su frágil brazo para regalarle un dibujo. Un Nairo y su bicicleta. 

Nuestro Unicef es el programa que quiere apoyar el ciclista, allí cientos de jóvenes de toda Colombia asisten y dictan talleres en donde el eje central se concentra en la superación de conflictos internos y externos, la búsqueda para solucionar las situaciones adversas y el forjamiento de un liderazgo comunitario.

Nairo recuerda que el impulso por preocuparse por la niñez se forjó gracias a sus dos hijos. Sonríe cuando habla de su "parejita", y de lo mucho que ama la delicadeza que aflora al bañarlos o cambiarles el pañal. "Ellos me enseñaron que yo tenía que hacer algo por los niños y jóvenes de este país".

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No duda en cantarle la tabla a quienes no lo hacen. "Hay una sola voz contra muchas, y es una sola voz contra tantos oídos sordos. Ese programa no solo estimula el deporte, el talento aquí sobra, pero muchos nos hacen trampa, y cuando tengamos la cultura de hacer las cosas bien pues veremos resultados"

Angie Díaz tiene 20 años, detesta decir que es una víctima del conflicto armado, prefiere llamarse sobreviviente. A los 7 años tuvo que dejar La Sierra, Cundinamarca, y llegar al municipio de Soacha. "De familia campesina", afirma. Pasó muchos meses encerrada, sin nada que hacer y con depresión porque su familia se había separado: su padre no pudo vivir más con ellos. Desde los 12 ingresó al programa de Unicef, y dice que allí descubrió "habilidades que no tenía o no había visto antes". Hoy, Angie estudia Trabajo Social, ha perdido la timidez que los resagos de la guerra le impusieron en su cabeza. Actualmente es una tallerista más que trabaja con comunidades de Soacha.

"Yo creí que no iba a ser profesional, quiero decirles a esos niños que sí pueden serlo, que pueden lograrlo. Yo creí que por ser sobreviviente del conflicto no iba a lograrlo, en este momento estoy aprendiendo a sanar y a perdonar los que me hicieron esto", cuenta la futura trabajadora social.

Eric Cruz es otro joven que ha tenido que sortear la vida entre problemas y adversidades en diferentes barrios de soacha. Por su cabeza no se han borrado los panfletos de la mano negra buscando supuestos delincuentes. "Muchos llegaban tarde a sus casas y tenía mucho miedo", gracias a Nuestro Unicef ha podido conocer a jovenes de todo el país para conversar sobre los conflictos que tienen que afrontar en sus lugares.

"He ayudado a que muchos jóvenes tomen otro camino diferente a los de violencia que hay en mi barrio, mi objetivo es mostrarles que hay muchas alternativas, y con mi comunidad logramos detener esto y alzar nuestra voz para decirles que no somos criminales", dice el joven.

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La tarea de Nairo será promover este programa para que más niños y jovenes se unan. "Hay diferentes niveles de fracaso, y yo creo que no me he sentido un fracasado, yo he tenido caídas y días malos, pero eso no significa que sea un fracasado", dice Nairo, quien recordó a un amigo suyo, un periodista español que dice que nunca se puede ceder ningún espacio para decaer. Que si duele toca seguir pedaleando, porque esa primera muestra de debilidad puede llevar al fracaso.