Home

Deportes

Artículo

DE FUSA A LA HABANA

El gran ciclista colombiano cuenta a SEMANA las impresiones de su viaje a Cuba

Lucho Herrera
21 de marzo de 1988


"Todo el mundo está convencido de que uno, por viajar al exterior constantemente, tiene la posibilidad de conocer y "turistiar". Yo mismo, al comienzo de mis viajes a otros países, tenía la esperanza de poder conocer bien otras naciones y cómo viven las personas en otras partes del mundo. Pero en mi profesión es muy poco, en realidad, lo que se conoce. Siempre que viajamos al exterior es a competir. Los días libres los utilizamos para descansar y para hacer, a toda carrera, las compras para la familia. De resto, todas las carreteras del mundo son iguales y después de los paisajes colombianos, no hay nada igual.

Es por eso que el viaje a Cuba era muy interesante para mi. Desde que conocí la noticia de que Prensa Latina (la agencia de noticias de Cuba) me había premiado como el mejor deportista de 1987, me sentí muy halagado. No creí que en ese país se conociera mucho sobre mí ni sobre el ciclismo colombiano. Luego supe que se trataba de una encuesta realizada entre periodistas de todo el continente y eso hizo mucho más importante el nombramiento. Como no tenía que ir a correr, pensaba que era la oportunidad precisa para poder conocer a fondo un país como Cuba, del que sabía muy poco pero que me llamaba la atención.

El viernes 12 llegué a Cuba, acompañado por Miguel Angel Bermúdez (presidente de la Federación Nacional de Ciclismo) quien iba a hablar con las autoridades deportivas de ese país, sobre intercambio de ciclistas y sobre algunos proyectos a nivel continental como la Universidad de Ciclismo que se hará en Bogotá. En La Habana nos esperaban los periodistas de Prensa Latina. Una demora en los vuelos de Bogotá a Panamá hizo que llegaramos muy retrasados a Cuba pero, a pesar de la tardanza, nos esperaba mucha gente. Estuvimos poco rato en la capital, pues debíamos estar al sábado temprano en Baracoa, una ciudad pequeña, en la que comenzaba la Vuelta a Cuba. Yo era el encargado de cortar la cinta para que empezara la carrera, luego de recibir el trofeo que me tenían. Por eso salimos de afán, en un avioncito que paró en Santiago antes de llegar a Baracoa. Durante el vuelo, los periodistas que nos acompañaban preguntaban mucho sobre las carreras en Europa. Miguel Angel iba muy contento y, mientras yo descansaba un poco, le contó a los otros pasajeros toda la historia del triunfo en la Vuelta a España y hasta les contó chistes de Colombia.

En Baracoa nos esperaba mucha gente. Yo no sé cómo funcionan los medios de comunicación allá, pero mucha gente me conocía y me saludaba, gente común y corriente. Estaba también el director de la carrera y otras personas del gobierno que se interesaron mucho en hablar con Miguel Angel y en conocer cómo fue que yo llegué a ser ciclista. Todo ocurrió muy rápidamente. Yo recibí el trofeo antes de dar la partida para el prólogo de la Vuelta. Es un trofeo en cristal de Bohemia con mi nombre grabado, muy lindo. Cuando regresé a Colombia la gente me preguntaba si era el trofeo más bonito que me habían dado y yo les contesté que los trofeos son para los deportistas como los hijos para la mamá: todos son bonitos y, además, cuesta mucho trabajo conseguirlos.

Cuando acabó la etapa del sábado, me tocó premiar a los tres primeros en la prueba. Luego estuvimos hablando con la gente y con los periodistas. Todo el tiempo nos atendían. Se discutió sobre el trazado de la Vuelta, que a mí me pareció muy bueno, es muy exigente porque tiene plano, subidas, descensos fuertes y los que la corran tienen que estar muy bien preparados. Ese mismo día, por la noche, los directivos de Prensa Latina y la gente del gobierno encargada del deporte nos invitaron a una cena que resultó ser muy animada. La gente es tan amable como los costeños colombianos y yo estaba de verdad muy emocionado.

Ese día Miguel Angel y yo habíamos hablado sobre si la falta de entrenamiento en esos días que estábamos pasando en Cuba iba a afectar mi preparación para el Tour de las Américas que comenzaría la semana entrante. Yo sabía que si no montaba, podía tener problemas. Además, como yo no iba a correr, no llevé ni bicicleta, ni zapatillas, ni nada de implementos. Por eso en la comida, en la que estábamos muy animados, yo le dije a los cubanos que si me conseguían una cicla, unas zapatillas y una pantaloneta, yo corría un pedazo de la etapa del domingo. No se trataba solamente de mantenerme en forma, sino de responderle en algo a esas personas que se portaron tan bien conmigo. El domingo, el director de la carrera me puso la camiseta de Campeón de la Montaña y yo salí con el resto del pelotón que me recibió con alegría. Corrí unos 45 kilómetros hasta el premio de montaña en unos altos cerca de Baracoa. Cuando comenzó el descenso me subí en el carro nuevamente para adelantarme y esperar a los corredores en la meta, porque yo era el encargado de ponerle la camiseta a los líderes.

Yo creo que ese fue el dia más agradable. Por la noche tuvimos otra comida en la que recibí una de mis mejores sorpresas. Un pianista muy bueno comenzó a tocar cumbias y música colombiana en honor de nosotros, y tocaba tan bien que parecía colombiano. Fue una de las mayores emociones que tuve durante la visita, que resultó ser muy corta. La verdad es que las personas de Prensa Latina tenían pensado que nos quedáramos por más tiernpo, pero el comienzo del Tour de las Américas nos obligó a regresar antes de lo que nos habría gustado.

El lunes llegué con Miguel Angel a La Habana. Fue la primera vez que tuve la oportunidad de caminar por la calles y de conocer algo con calma. Claro no hubo mucho tiempo, porque el avión de regreso salía por la tarde. Sin embargo, caminé por las calles de la ciudad, por el Malecón que es una avenida que bordea las playas. Ese día pude ver lo que el día de la llegada no vi. Hay ciertas partes que se parecen como a Cartagena, con castillos y construcciones que lo ponen a uno a pensar en las personas que los construyeron y en todos los hechos que ocurrieron allí.

Por la tarde nos fuimos al aeropuerto, sin haber podido hablar con Fidel Castro, como lo hizo Maradona el año pasado, por culpa del poco tiempo, y sin poder comprar algo de recuerdo. De todas maneras, espero regresar a correr o a pasear, para ver más de cerca ese país, para conocer a sus gentes y para recorrer lugares importantes, como el monumento al prócer Macedo-que sólo pude visitar a la carrera-y otros lugares famosos que me faltó visitar". u