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EL ULTIMO GRAN HEROE

Con el retiro de Carl Lewis se fue la leyenda más grande del atletismo mundial de todos los tiempos.

29 de septiembre de 1997

Miles de deportistas desfilaron por la historia del atletismo. Lograron récords impresionantes, consiguieron hazañas increíbles o fueron intocables en sus especialidades. Pero sólo un hombre reuniótodas esas condiciones: Carl Lewis. La semana pasada este estadounidense de 36 años, conocido en el mundo del atletismo como 'el hijo del viento' y considerado como el atleta más grande de este siglo, decidió colgar sus zapatillas y le dijo adiós al atletismo competitivo. Con un extraño peinado rastafari, Lewis fue ovacionado por los 60.000 espectadores que colmaron las graderías del Estadio Olímpico de Berlín, en donde paradójicamente hace 61 años el hombre al que siempre quiso imitar, Jesse Owens, dejó boquiabierto a Adolfo Hitler al ganar cuatro medallas de oro durante las Olimpíadas de Berlin en 1936. No obstante la nostalgia, para los amantes de este deporte la noticia del retiro de la máxima figura del atletismo no les cayó de sorpresa. No sólo porque todos sabían que aunque durante más de una década Lewis había vencido al tiempo tarde o temprano llegaría el momento en que el peso de los años terminaría alejándolo de las pistas y de la gloria, sino porque el mismo Lewis venía anunciando su retiro desde varios años atrás. Pese a que el último de esos anuncios lo hizo hace ocho meses, ya a mediados de 1995 'el hijo del viento' había dicho que pensaba dejar las pistas. En ese entonces, a los 34 años de edad, anunció con bombos y platillos a los medios de comunicación de su país que ya nada lo motivaba a seguir compitiendo, a intentar romper récords mundiales o a ir a unas olimpíadas, porque "ya le había demostrado al mundo lo grande que era". Y en cierta medida muchos le dieron la razón, pues su palmarés estaba cargado de oro. Nadie había demostrado que podía correr los 100 metros planos en menos de 10 segundos tantas veces como él lo hizo (ver recuadro). En ese momento Lewis ya era una consolidada figura que no admitía discusión y que ya llevaba más de 10 años de gloria.A la carreraCuando tenía solamente 22 años, durante las Olimpíadas de Los Angeles 84, 'el hijo del viento' igualó las proezas del que hasta ese momento había sido el mayor ídolo olímpico de Estados Unidos, Jesse Owens. En esa competencia Lewis, al igual que Owens en Berlín 1936, ganó medallas de oro en 100 y 200 metros, salto largo y carrera de relevos. Cuatro años más tarde, en Seúl 88, Carl superó la fama y las medallas de Owens al ganar nuevamente oro en los 100 metros y el salto de longitud. Y aunque para Barcelona 92 no clasificó para competir en 100 y 200 metros, subió en dos ocasiones a lo más alto del podio para reclamar el oro del salto largo y de la prueba de relevos. Como si fuera poco, estas ocho medallas están acompañadas por ocho títulos mundiales en 100 metros y salto largo. Después de Barcelona pareció como si a Lewis se le hubiera acabado la cuerda y prácticamente desapareció del panorama internacional. A finales de 1995, durante la selección del equipo olímpico para Atlanta, Lewis no clasificó para los 100 y 200 metros y tuvo que conformarse con participar en el salto largo y con ser reserva del equipo de relevos. No obstante, pese a su ferviente deseo de retirarse, 'el hijo del viento' decidió esperar hasta los juegos olímpicos de 1996 convencido por su entrenador, Tom Téllez, de que podría cerrar su gloriosa historia ganando una última medalla de oro olímpica.Cuando llegó a Atlanta era considerado un anciano para el atletismo, y en el panorama habían aparecido figuras como Donovan Bayley, Ato Boldon o Frank Fredericks, que se robaban el show. 'El hijo del viento' voló, y contra todos los pronósticos ganó el oro en salto largo. Lewis necesitó sólo 8,50 metros, su peor marca en olimpíadas (ver recuadro), para entrar a ser el cuarto atleta que en 100 años de olimpismo conseguía nueve medallas de oro. Antes lo habían logrado el fondista finlandés Paavo Nurim, la gimnasta rusa Larissa Latinina y el nadador estadounidense Mark Spitz. Ese día, 4 de agosto de 1996, Lewis no sólo terminó de cubrirse de gloria olímpica sino que demostró que siempre se puede ser más grande.Desde la semana pasada anunció que de ahora en adelante se dedicará a entrenar niños. Dejó de ser para los estadounidenses una leyenda viva y pasó a ser una parte gloriosa de su historia atlética. Y aunque durante su reinado no pocos intentaron buscar alguien que pudiera ocupar su trono, y hoy parecen haber encontrado en Maurice Green a su sucesor (ver recuadro), la realidad es que difícilmente algún atleta podrá igualar las hazañas del último gran héroe del atletismo.