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El anuncio de Blatter de retirarse de la presidencia de la Fifa tomó al mundo por sorpresa. La explicación podría encontrarse en una carta que en 2008 recibió su cercano colaborador, Jérôme Valcke, de parte del presidente de la Federación de Fútbol de Sudáfrica.

ESCÁNDALO

Qué vendrá después de la salida de Blatter

Las nuevas revelaciones sobre corrupción tienen a la FIFA contra la pared. Lo que las autoridades, los hinchas y la prensa han encontrado no es alentador.

6 de junio de 2015

“¿Por qué debería renunciar?”, le dijo Joseph Blatter a la televisión suiza 24 horas después de ser elegido por quinta vez para presidir la FIFA. “Eso significaría que reconozco que hice algo malo”. Dos días después, sin embargo, en una inesperada rueda de prensa en la sede de la organización, el propio Blatter anunció que se iba. ¿Estaba aceptando su culpa?

No. En su corto discurso escrito en francés, que leyó rápido, de pie y con expresión neutra –casi de mala gana–, el hombre más poderoso del mundo del fútbol justificó su salida como una cuestión de democracia. A pesar de contar con el respaldo de la mayoría de los miembros de la FIFA, dijo, no tenía el apoyo de todo el mundo del fútbol. O sea de “los aficionados, los jugadores, los clubes y de la gente que ama el fútbol”.

Según su hija Corinne, su portavoz no oficial, su dimisión “no tiene nada que ver” con las investigaciones emprendidas por el Departamento de Estado y por las autoridades suizas, que ya tienen bajo arresto a varios miembros de la alta dirigencia de la FIFA. Pero lo cierto es que la Fiscalía gringa y el FBI le están respirando en la nuca. Según afirmó la secretaria de Justicia, Loretta Lynch, “la FIFA es corrupta hasta en sus más altas esferas”.

Como si lo anterior fuera poco, hasta sus antiguos aliados amenazan con revelar una “avalancha” de secretos, según la expresión utilizada por el trinitense Jack Warner, exvicepresidente de la organización. Curiosamente, hasta hace poco, este alegaba que todo era un montaje de las autoridades estadounidenses, que estarían tomando represalias por haber fracasado en su intento de organizar el Mundial de 2022, otorgado a Qatar. Hoy la pregunta que todos se hacen es qué hizo que Blatter cambiara su decisión de aferrarse al cargo que había mantenido durante 15 años.

En la mira del FBI

La pregunta es pertinente, porque lo que pase con Blatter podría afectar las competencias mundiales y regionales pactadas por la FIFA para los próximos años, en particular la Copa América Centenario de 2016, programada para el próximo verano en Estados Unidos, y los mundiales de 2018 y 2022.

También quedan en entredicho las que ya se jugaron, pues de comprobarse que hubo coimas en la atribución de las sedes, las consecuencias políticas pueden ser muy graves para los gobiernos que las pagaron. Desde que se desató el FIFAgate, se sospecha de varias competencias disputadas en las últimas dos décadas. “Desde más o menos 1993 y hasta principios de la década pasada, junto con otros directivos de la FIFA estuvimos de acuerdo en recibir sobornos sobre la transmisión y otros derechos de las Copas de Oro de 1996, 1998, 2000, 2002 y 2003”, le dijo al FBI, en referencia al máximo torneo de la Concacaf, Chuck Blazer, el exdirectivo norteamericano cuya investigación por impuestos desató el escándalo.

Según dijo Blazer a las autoridades, también se dejó sobornar para que los mundiales de 1998 y 2010 se organizaran en Francia y Sudáfrica. El viernes, el FBI anunció a su vez que estaba investigando las condiciones en las que se otorgó el derecho a organizar el Mundial de 2014, celebrado en Brasil.

Y aunque aún se esperan las evidencias que pongan en duda la legalidad en la atribución de ese certamen y del de Francia, el del país de Nelson Mandela ya está manchado. En concreto, The New York Times reveló una carta dirigida que le escribió el presidente de la Federación Sudafricana de Fútbol, Molefi Oliphant, al secretario general de la FIFA, el francés Jérôme Valcke, en la que habla de una “donación” de 10 millones de dólares del gobierno sudafricano a la “diáspora” africana en el Caribe. Valcke, quien ya había sido objeto de una investigación en 2006 por un litigio millonario entre patrocinadores, ha negado que se trate de una infracción, y ha insistido en que no renunciará.

Sin embargo, la Fiscalía estadounidense no tiene dudas de que se trata de un soborno disfrazado. Y en esa operación, justamente, podría estar la razón del anuncio de Blatter. Pues, por un lado, su cercanía con Valcke es ampliamente conocida y, por el otro, la rueda de prensa en la que anunció su salida de la organización se produjo menos de 24 horas después de que se conoció la carta. Además, es difícil creer que un traslado de semejante magnitud se haya podido realizar sin que Blatter estuviera al corriente.

El caso es que la “diáspora” no recibió los 10 millones de dólares de la donación, que por el contrario terminaron en una cuenta de Warner, quien los destinó a su uso personal. Además, le pagó 750.000 dólares a Blazer, todo a cambio de que votaran por la candidatura de Sudáfrica. Según la Federación de Fútbol de Egipto, Warner les habría pedido a su vez 7 millones de dólares para apoyar su candidatura a hacer ese mundial, lo cual ha enrarecido aún más el ambiente.

Un epílogo muy triste para un campeonato que debía consolidar la entrada de Sudáfrica en la era pos-apartheid, pero que atornilló aún más en su economía la plaga de la corrupción.

La FIFA contra la FIFA

Pese a la satisfacción con la que fue recibido el anuncio de Blatter, lo cierto es que tiene varios bemoles y abre las puertas a un periodo de incertidumbre. Como le dijo a SEMANA Tamir Bar-On, autor del libro The World through Soccer: The Cultural Impact of a Global Sport, “hay que ser realistas: la FIFA funciona según el principio de ‘seguir como si nada’. Va a hacer todo lo posible por evadir las investigaciones en curso. Y aunque es previsible que emprenda algunas reformas e investigaciones, estas no tendrán mayores consecuencias y no le harán mayor daño a Blatter. La estructura de la FIFA está podrida”.

En efecto, es muy diciente que 400 miembros de la plantilla de la organización hayan aplaudido de pie a su jefe en la sede de la organización en Zúrich. Y, más revelador aún, que pese a la investigación en curso, más del 60 por ciento de las federaciones haya votado por reelegir a Blatter. Entre ellas la gran mayoría de las asiáticas, casi todas las africanas, algunas europeas y un buen número de las americanas (como Colombia).

A su vez, Blatter no saldrá inmediatamente. Como él mismo recordó durante su rueda de prensa, los estatutos exigen un congreso extraordinario, que no puede ser convocado antes de seis meses. Es decir, el suizo seguirá en el timón hasta principios de 2016. El dirigente podría instrumentalizar ese periodo de gracia para su propio beneficio instigando aún más la histórica rivalidad que existe en la organización entre las potencias futbolísticas tradicionales, y los pequeños países con poca o nula tradición en ese deporte.

Como le dijo a esta revista Paul Darby, autor de Africa, Football and FIFA: Politics, Colonialism and Resistance, “hasta mediados de los setenta, la FIFA fue un club privado que controlaban los equipos europeos y la elite suramericana. Por ese entonces, sin embargo, la tensión alcanzó a un punto extremo cuando las naciones africanas boicotearon el Mundial de 1966. João Havelange, el antecesor y mentor de Blatter, entendió a cabalidad ese descontento, que capitalizó al ganar la presidencia de la FIFA en 1974. Y a partir de esa fecha, elección tras elección, esa dupla le dio una importancia creciente a las naciones en vías de desarrollo”.

Esa política expansionista convirtió a la FIFA en un conglomerado económico único en el mundo. En efecto, pese a que es una entidad sin ánimo de lucro, la organización mueve una cifra de negocios de tal magnitud, que sus ganancias anuales son comparables a las de un país como Malta. Y aunque las políticas de Havelange y de Blatter están hoy en el ojo del huracán, que su modelo haya prevalecido durante más de 40 años indica que ambos conservan un amplio respaldo en África, Asia y partes de Centroamérica y Oceanía. Ya en la recién estrenada United Passions, una película que la FIFA encargó para festejar el centenario de su fundación, se presenta a los británicos como unos arrogantes que no quieren que los negros ni las mujeres ‘ensucien’ su deporte.

De hecho, en muchos países de esos continentes los medios de comunicación recibieron con desconcierto el anuncio de Blatter, y desde Honduras hasta Japón pasando por Ghana y Nigeria muchos expresaron su tristeza. “Si bien los fines no justifican los medios, quienes estén pensando en lanzar sus candidaturas deberían tener presente esa historia”, concluye Darby.

El fútbol no es el primer deporte que se ve envuelto en megaescándalos de este tipo. El béisbol a principios del siglo pasado, el tenis hace unas décadas, el críquet hace unos años y hasta el balonmano han estado marcados por actos corruptos, que han puesto a sus dirigentes contra la pared. Pero por la cantidad que mueve, el caso del deporte rey es único.

Y aunque aún está por verse cuál será el desenlace del FIFAgate, por el poder de las partes en conflicto, por los montos que hay de por medio, pero también por el hastío que desde hace tiempo acumulan jugadores e hinchas, al día de hoy no se puede excluir ninguna alternativa. Andrew Edgar, uno de los expertos consultados por esta revista, lo puso en términos casi apocalípticos: “Tal como están las cosas, la lucha por el poder podría llevar al surgimiento de una autoridad mundial alternativa, como sucede en el mundo del boxeo profesional”. Lo cual significaría el final del fútbol como se le ha conocido hasta ahora.

Corrupción en el campo de juego

Hasta ahora los casos de corrupción se han limitado a la gestión de los recursos y a la atribución de las sedes. Pero eso podría cambiar.

Según el periódico italiano Corriere dello Sport, tres árbitros del Mundial de 2002 realizaron llamadas sospechosas tras los dos partidos ganados por el anfitrión Corea del Sur. Como se recordará, su selección eliminó a las de Italia y a España en octavos y en cuartos de final tras dos encuentros controvertidos.

A su vez, en Colombia ha vuelto a surgir el recuerdo del partido que la selección perdió contra Brasil, el local del pasado Mundial, al que muchos sospechan que los árbitros privilegiaron desde el encuentro inaugural, en el que el central pitó un discutible penal contra la selección de Croacia.

Sin embargo, las revelaciones que más disgusto han generado son las que se refieren al encuentro que la selección de Irlanda perdió ante la de Francia para clasificarse al Mundial de 2010, que se saldó con una evidente mano del galo Thierry Henry en el minuto 13 del tiempo de reposición. Sin esta, su equipo no se habría clasificado a la justa que se disputaría en Sudáfrica. La semana pasada, el presidente de la selección irlandesa, John Delaney, aceptó que su país había recibido de la FIFA un “préstamo” de 5 millones de euros para que no emprendiera acciones legales contra esa organización.

El gobierno de su país ha dicho que no estaba al tanto de la operación. Lo grave de esos casos es que muestran que su gestión corrupta no solo sirvió para llenar los bolsillos de sus directivos, sino que afectó incluso los resultados sobre el terreno de juego.

¿Hacia inglaterra 2018 y Australia 2022?

La posibilidad de que Rusia y Qatar no sean las sedes de los próximos mundiales ha abierto las puertas a todo tipo de especulaciones. Pero encontrar un candidato idóneo parece una misión imposible.

Independientemente de la suerte que corran Blatter y la cúpula del mundo del fútbol, el proceso que adelanta la Fiscalía suiza sobre la atribución de las sedes de los próximos mundiales ha seguido su curso. Y la disputa por el derecho a organizarlas amenaza con convertirse en una verdadera batalla geopolítica, sobre todo ahora que el FBI anunció que también estaba detrás de la misma pista.

Previsiblemente, Rusia y Qatar han protestado y aseguran que de ninguna manera están dispuestos a que se revise la decisión adoptada por el comité ejecutivo de la FIFA a finales de 2010. Ambos han evocado a su vez la carta nacionalista y se han presentado como víctimas del poder de Washington. Además, los problemas contractuales de quitarles las sedes serían colosales.

Por su parte, la Asociación de Fútbol de Inglaterra atizó el fuego al expresar el jueves que estaba en condiciones de organizar los dos mundiales, pues cuenta con la infraestructura que le dejaron las Olimpiadas de 2012. Pero ¿qué tan probable es que el cambio de planes se concrete?

Ellis Cashmore, profesor de la Universidad de Aston y autor del libro Football’s Dark Side, le dijo a SEMANA que los dos casos son diferentes. “Ya es muy tarde para organizar de nuevo el Mundial de 2018, incluso si se comprueba que la elección de la sede estuvo amañada. Pero el de Qatar en 2022 es diferente, y es razonable pensar que la copa no se desarrollará en ese país. En ese sentido, pienso que Australia podría relanzar su candidatura. Y aunque podría encontrar cierta oposición del Reino Unido, ese país es uno de los grandes favoritos para albergar la copa”.

Antes, sin embargo, los australianos tendrán que demostrar que su candidatura en 2010 no estuvo manchada por la corrupción. Y eso puede tomar tiempo, pues la Fiscalía de ese país ya ha abierto una investigación por presunta malversación de fondos”. ¿La razón? El comité organizador le habría dado –en vano– medio millón de dólares a altos directivos de la FIFA para que le otorgaran el Mundial de 2022.

Del mismo modo, resultaría llamativo que la sede del Mundial de 2018 utilizara las instalaciones de las Olimpiadas de Londres, que a su vez estuvieron marcadas por sospechas de corrupción. En entonces alcalde de París, Bertrand Delanoë, usó en su momento una metáfora futbolística para expresar su descontento: “Entramos al campo de juego, el árbitro estableció unas reglas, y solo un equipo las respetó”.