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FINAL FELIZ

Nancy Kerrigan no ganó el oro en los Olímpicos, pero se impuso en una batalla más dura: la que la enfrentaba con Tonya Harding.

28 de marzo de 1994

COMO EN LAS más típicas películas de Hollywood, en las que siempre ganan los buenos, el viernes pasado concluyó la historia entre las patinadoras Nancy Kerrigan y Tonya Harding. Todo había comenzado el 7 de enero de este año cuando la Kerrigan, de 24 años, fue herida en su pierna izquierda por los guardaespaldas de su controvertida adversaria, y ésta llegó a ser acusada de complicidad en el hecho. Desde ese momento el tema se convirtió en el blanco de todos los medios, y las dos deportistas pasaron a ser las protagonistas número uno de los actuales Juegos Olímpicos de Invierno. Las apuestas estaban divididas y sólo quedaba aguardar el momento de la competencia.
Después de muchas especulaciones la pista de patinaje de Noruega presenció el triunfo de la Kerrigan, quien obtuvo la medalla de plata tras dos hermosas actuaciones, mientras Tonya Harding, la "niña mala" de la historia, debió conformarse con un modesto octavo lugar después de haber dañado un patín y obtener una calificación mediocre. Y aunque a casi nadie le importó, la campeona mundial de patinaje artístico, la ucraniana Oksana Baiul de sólo 16 años, ganó la medalla de oro pese a haber sufrido un accidente en su pierna un día antes de la competencia. La deportista ucraniana logró que los nueve jurados pasaran por encima las presiones del público -que quería consagrar a la Kerrigan- y le dieran el primer lugar.
Aparte de los resultados obtenidos por cada una de las patinadoras, lo que más impresionó a los espectadores fue la capacidad de concentración que tiene la Kerrigan. Pese al impacto del ataque y a las presiones del público y la prensa, la bella patinadora demostró que pudo sobreponerse a todo ello y enseñó que las batallas deportivas se ganan en la pista y no en los tribunales, en donde se definirá ahora la batalla jurídica.