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A James Rodríguez no solo le va regular en el Real Madrid. En la selección no volvió a ser el mismo que brilló en Brasil 2014. | Foto: A.P.

FÚTBOL

¿Por qué cayeron los ídolos del fútbol colombiano?

Solo cuatro de los 23 jugadores que estuvieron con la selección en Brasil son titulares en sus equipos. ¿Perdieron la humildad?, ¿tienen mala suerte?, ¿tomaron pésimas decisiones?

23 de enero de 2016

El fútbol, ahora más que nunca, exige a sus estrellas que no dejen de brillar. Hay presión para que ganen todos los títulos, que justifiquen los millones de euros que los equipos pagaron por ellos, que respondan a los salarios astronómicos que ganan, que hagan valer los jugosos contratos publicitarios que celebran con las grandes marcas. Y, tal vez, la peor de las presiones, que soporten la mirada inquisidora de los hinchas y de algunos periodistas que no les perdonan ni el menor error.

Este deporte se convierte en una máquina que crea y tritura ídolos con la misma rapidez. Y aplica, como nunca, a los principales jugadores colombianos que hoy están lejos del nivel que los convirtió en estrellas del fútbol mundial, como James Rodríguez, Radamel Falcao García, Juan Guillermo Cuadrado y David Ospina, entre otros.

Y no solo a ellos. El 81 por ciento de los jugadores de la Selección Colombia, que alcanzó el quinto lugar en el mundial Brasil 2014, se lesionaron o perdieron su titularidad en sus equipos por bajo nivel, como Camilo Zúñiga, Pablo Armero, Jackson Martínez, Abel Aguilar, Cristian Zapata y Teófilo Gutiérrez, entre otros. De los 23 jugadores que hicieron parte de aquel equipo, hoy solo cuatro son titulares (Carlos Bacca, Santiago Arias, Carlos Sánchez y Alex Mejía).

Abundan las teorías que explican la mala racha. La más popular es que algunos jugadores después de Brasil 2014 perdieron la humildad y la madurez mental que les inculcó José Pékerman, el entrenador de la Selección Colombia. Parecía que los tiempos en los que los jugadores nacionales ‘se crecían’ cuando ganaban un partido habían quedado atrás.

El periodista deportivo Iván Mejía abrió el debate el lunes pasado, cuando sentenció en una entrevista radial que “James Rodríguez ha perdido la humildad”.

El joven mediocampista ahora es noticia por todo, menos por el juego. A principios de enero tuvo un incidente con la Policía madrileña cuando conducía su Audi 8 a 200 kilómetros por hora y, lo que más preocupa, los rumores de la prensa catalana que insiste en que el futbolista se rindió ante la vida nocturna de Madrid (incluso ya publicaron el mapa de sus bares favoritos). De todos modos, hay que tomar esta información con pinzas, pues lo señalan precisamente los medios cercanos al Barcelona, el gran rival del Real Madrid.

De James y el fútbol solo se dice que es un suplente de lujo y que su relación con su nuevo entrenador, Zinedine Zidane, no es la mejor. Basta con revisar las imágenes de un partido reciente en el que James asumió una mala actitud cuando su técnico le ordenó calentar. El periodista deportivo Hernán Peláez analiza lo que puede estar pasando con James: “No le ayuda mucho que su esposa esté vinculada a un ‘reality’ de la televisión colombiana. Lo afectan los comentarios sobre ella, sean buenos o malos. Y está distraído, ansioso y comprometido con asuntos sociocomerciales que lo desconcentran de su gran obligación, jugar”.

El diez tiene su defensa: las lesiones se ensañaron con él. En septiembre pasado sufrió un golpe que lo alejó de las canchas casi dos meses, demasiado tiempo para un futbolista que no puede pestañear si se tienen en cuenta los rivales de puesto que tiene en su equipo. Desde entonces, nunca fue el mismo. Al fin y al cabo un dicho del fútbol sentencia: “La banca mata”.

Los golpes no solo lo persiguen a él. Una rotura de ligamentos, en enero de 2014, sacó de la Copa Mundo de Brasil a Radamel Falcao García, entonces considerado uno de los mejores delanteros del mundo. Y hoy se extraña a aquel ariete que con sus goles clasificó a Colombia al mundial y que le dio varios títulos al Atlético de Madrid. No solo la rodilla lo perjudicó. Sumó la decisión de ir a jugar a equipos ingleses, como Manchester United y Chelsea, donde pagan muy bien: él y Jorge Mendes, su empresario, prefirieron plata antes que bienestar deportivo. “Debió irse a un equipo sin presión de resultados para hacer un plan de regreso”, comenta el periodista Carlos Antonio Vélez.

Es natural que cualquier jugador profesional aspire a millonarios contratos, pero detrás de esto también hay un mercado en el que reciben imposiciones de los dueños de los equipos, de sus agentes y de sus patrocinadores. Y en muchos casos todo ello pone en riesgo su rendimiento deportivo.

Ningún caso lo ilustra mejor que el de Juan Guillermo Cuadrado, el otro gran ídolo de la selección. Luego del mundial, donde muchos compararon su forma de jugar con la de Ronaldinho, se especuló con que sería jugador de los poderosos Barcelona o Bayern. Finalmente, se fue de Fiorentina, donde era la gran figura, al Chelsea londinense por un mejor contrato. Y allí Jose Mourinho, su entrenador, lo tuvo en cuenta muy pocas veces. Desde entonces, y pese a que volvió a Italia, no es ni sombra de lo que fue. En Juventus, su actual equipo, no pasa de ser suplente.

El caso del arquero David Ospina es muy particular. Fue titular casi un semestre de Arsenal, también de Londres, pero perdió su lugar por decisión de su técnico, ante Petr Cech, uno de los mejores arqueros del mundo en los últimos 15 años.

Y si al hincha casi siempre le cuesta aceptar que alguien supere a un colombiano, menos entiende que un técnico no lo tenga en cuenta. En redes sociales le dijeron “burro” a Louis van Gaal cuando no puso como titular a Falcao en Manchester; “tacaño” a Rafael Benítez por no darle la oportunidad a James, o “ciego” a Arsène Wenger por ignorar a Ospina. Pero a la vez critican a los jugadores con adjetivos como “inflado”, “aburguesado”, “sobrevalorado”, “crecido”, “vago”, “acabado”, “mercenario” y, la más clásica, “pechifrío” (sin carácter).

Lo triste es que esto es normal en el fútbol y ni siquiera los mejores se escapan. Lionel Messi, por ejemplo, recibe fuertes críticas en Argentina porque en la selección no juega como en Barcelona. Ya perdió dos finales: Brasil 2014 y la Copa América 2015. Incluso, hace poco algunos de sus compatriotas lo escupieron en un aeropuerto japonés.

De lo mismo también sufre Cristiano Ronaldo, a quien varios aficionados ya lo tildan de “acabado” porque no ha hecho goles en varios partidos. Algunos hinchas de Real Madrid piden su salida.

Francisco Maturana, exentrenador de la Selección Colombia, dice al respecto que “algunos hinchas y algunos periodistas no entienden y no aceptan que se puede jugar mal, que puede haber una mala racha y empiezan a buscar explicaciones desde la distancia, muchas veces sin argumento, con la licencia que da la vida de personas públicas como los jugadores”.

Y esto se magnifica en Colombia. “Ese mal hace parte del ADN colombiano y se manifiesta más que nunca en el fútbol, que es una olla exprés de pasiones. ‘Al caído caerle’ es un deporte nacional”, dice el periodista Nicolás Samper.

Los futbolistas llevan una vida muy acelerada, están rodeados de mucha gente, cambian de país y a veces están solos, lejos de sus familias y tapados de dinero. Lamentablemente, todos aquellos que rodean a este deporte olvidan que los jugadores son seres humanos.

Por ahora, en lo deportivo, preocupa este panorama de los jugadores colombianos y, no es para menos, pues hace pensar que Rusia 2018 está más lejos de lo que se creía. Con los ídolos por el suelo no hay técnico en el mundo que valga. Llámese José Mourinho, Pep Guardiola o José Pékerman.