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Muchos partidos se juegan frente a un puñado de espectadores. Es una de las consecuencias de la llegada a primera divisón de equipos sin hinchada, sin tradición, poco competitivos, y de la dificultad de los históricos para salir de la B.

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Fútbol de ascenso o las peripecias para pasar a la A

Con solo tres partidos, ocho equipos históricos luchan por volver a primera división. Con este polémico torneo la dirigencia busca combatir la falta de público, pero este no es el único problema de fondo.

17 de enero de 2015

Ochocientas personas. Esa fue la triste taquilla del último duelo entre Alianza Petrolera de Barrancabermeja y Uniautónoma de Barranquilla, dos equipos recién ascendidos a la primera división. Ese partido no fue una excepción, sino una característica del actual fútbol profesional colombiano. Desde hace algunas temporadas clubes nuevos sin tradición ni seguidores, como Equidad, Alianza Petrolera, Fortaleza, Uniautónoma o Jaguares se treparon a la A, mientras que en segunda división se quedaron varios históricos con numerosa hinchada y varias estrellas:  América, Unión Magdalena, Real Cartagena, Atlético Bucaramanga, Deportivo Pereira, Cúcuta Deportivo, Deportes Quindío y Cortuluá.

En estos días esos históricos tienen la oportunidad dorada para volver a la A con un polémico cambio de reglas. En octubre la Dimayor decidió aumentar el campeonato de primera división de 18 a 20 equipos. El objetivo es que, además de los que asciendan por el sistema normal, suban dos de esos ocho clubes tradicionales.

Esa puede ser una solución para el momento que atraviesa el fútbol en Colombia: un nivel que se equilibró por lo bajo y desaparecieron casi todos los partidos  clásicos (menos en Medellín y Bogotá). Hay demasiados juegos soporíferos, disputados por equipos a quienes casi nadie acompaña en el estadio. Eso golpea las finanzas de los clubes, pues mientras el último partido entre Santa Fe y América en 2011 atrajo a 15.000 hinchas, solo 7.000 espectadores asistieron al último duelo del club capitalino contra Alianza Petrolera.

La tendencia ha tenido consecuencias sobre el nivel general de la liga. Muchos de los equipos recién ascendidos nunca logran ser competitivos y en algunos casos prefieren limitarse a ser una vitrina para vender jugadores. Esos clubes no tienen  una sede estable y dependen de la billetera del gobernador del departamento que acceda a recibirlos. El recién ascendido Jaguares de Córdoba nació hace 20 años como Girardot F.C.; después pasó a ser  Deportes Palmira, Pacífico F.C., Sucre F.C. antes de desembarcar en Montería en 2012.  Así cualquier posibilidad de crear un arraigo y una hinchada, factor fundamental para la proyección a futuro, es imposible.

El problema incluso va más allá, como lo resaltó el técnico de Atlético Nacional , Juan Carlos Osorio, tras perder la final de la Copa Sudamericana frente a River Plate. Los futbolistas criollos a veces disputan sus partidos frente a 300 personas. Cuando juegan de visitantes frente a 70.000 espectadores no tienen herramientas para enfrentar la presión.

Aunque en el deporte es difícil  comparar épocas, en los años ochenta cuatro equipos colombianos disputaron finales internacionales; en los noventa lo hicieron tres, pero en los últimos diez años apenas dos alcanzaron ese listón: Atlético Nacional en 2014 y Once Caldas en 2004. De la liga criolla salen además cada vez menos futbolistas para la Selección Colombia.

El miedo de muchos observadores es que el balompié nacional se ‘peruanice’. En ese país muchos equipos de la B se tomaron la primera división y el nivel ha ido de mal en peor. Al punto que, después de tener un fútbol que se contaba entre los más exquisitos del continente, varios equipos tradicionales desaparecieron, el país lleva desde 1982 sin ir a un mundial y 18 años sin disputar la final de una Copa Libertadores.
 
Traer escuadras ‘históricas’ de la B puede ser parte de la solución. Más gente va a ir a los estadios, los ratings pueden aumentar, hay más músculo financiero en las capitales regionales y empresas con ganas de patrocinar. Ramón Jesurum, presidente de la Dimayor, dijo que “los equipos tradicionales de las ciudades capitales deben volver pronto, a corto plazo, porque a los ‘nuevos’ que han llegado a la máxima categoría y se han mantenido en la disputa de la Liga con todos los méritos deportivos, les ha costado muchísimo construir afición, edificar hinchada”.

Pero el remedio también puede ser peor que la enfermedad. Para Carlos González Puche, director  de la Asociación de Futbolistas Profesionales (Acolfutpro), “este sistema atenta contra los clubes que están haciendo las cosas bien en la B, es una afrenta a los principios de la ética deportiva. Para competir en división de honor hay que ganarse ese derecho. El fútbol es cada vez menos deporte y cada vez más negocio. Este campeonato fantasma responde a los intereses de la televisión. Deberían decir de una que los equipos que prenden pantallas son los de la A y los que no, se quedan en la B”.

Lo cierto es que la medida deja un sabor a injusticia, pues para bien o para mal las reglas son las reglas y mientras que en este microtorneo a los equipos tradicionales les bastan tres partidos para subir, Jaguares tuvo que jugar 23 para llegar a la A.

El descenso de los históricos además no solo fue consecuencia de los malos resultados, sino sobre todo de un  desorden administrativo y financiero pavoroso. América acaba de salir de la Lista Clinton y arrastr    deuda de más de 13.000 millones de pesos. Unión Magdalena ya no tiene estadio y Cúcuta y Cartagena están en proceso de reorganización. El Deportivo Pereira estuvo a punto de perder su personería por un pasivo que alcanza los 17.000 millones de pesos. Entretanto equipos ‘chicos’ como Boyacá Chicó o Equidad  han hecho un trabajo juicioso tratando ser competitivos.

Otro punto polémico es el criterio para escoger los equipos históricos. El fútbol es dinámico y mientras que en la época de El Dorado el Boca Juniors de Cali era una de las escuadras más poderosas y disputaba clásicos con Millonarios o Deportivo Cali, no aguantó el paso del tiempo y desapareció. En Inglaterra el ahora poderoso Chelsea fue por mucho tiempo un club menor de Londres. Y el Leones F.C. de Bello fue fundado hace 57 años, aunque nunca ha estado en primera categoría.

No existe el sistema de campeonato perfecto pero la solución debería ser más global. Como resaltó González Puche, en Europa la Uefa les exige una licencia a los clubes que depende de su organización financiera, deportiva, administrativa y no se autorizan las transferencias que pongan en riesgos el equilibrio económico. El sistema de tener un campeón cada seis meses tampoco permite consolidar procesos y menos aún si las reglas se cambian cada cierto tiempo. En sus 66 años la organización del torneo profesional se ha alterado diez veces. Y habría que revisar la idea, dominante por razones económicas en el mundo entero, de que hay que jugar cada vez más partidos.

En la Serie A italiana, que viene perdiendo calidad, el presidente de la Federación Italiana de Fútbol, Carlo Tavecchio salió con una propuesta audaz: reducir el campeonato de 20 a 18 equipos. Argumenta que el dinero de los derechos televisivos  se repartiría entre menos, y la competencia se apretaría. En Colombia el problema no es de cantidad, sino de calidad y hay que recordar que, a veces, menos es más.