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GOLPE DE GRACIA

En 90 segundos, Mike Tyson acabó con el mas peligroso de los rivales que había enfrentado en su carrera.

1 de agosto de 1988

Todo era espectacular. El escenario, las medidas de seguridad que rodeaban a los protagonistas, los asistentes y, sobre todo, las cifras en dólares que rodeaban la velada más importante en la historia del boxeo, despertaron el interés de todo el mundo. El pasado lunes 27 de junio, Mike Tyson y Michael Spinks subieron al cuadrilátero del Centro de Convenciones de Atlantic City para definir, de una vez por todas, quién era el mejor peso completo en la actualidad.

Sin embargo, cuando los asistentes aún no habían acabado de acomodarse Spinks ya estaba en el suelo, con la mirada vidriosa, y Tyson se había ganado 22 millones de dólares en 90 segundos. Las personalidades que compraron a 1.500 dólares la boleta de ring-side--entre las que estaban Jack Nicholson, Muhammed Alí, Warren Beatty, Don Johnsson y el precandidato a la presidencia Jesse Jackson--, tendrán el dudoso consuelo de haber visto el que tal vez pase a los anales de la historia como el espectáculo más costoso del mundo: 5 mil pesos colombianos el segundo de pelea. Se trató de la cuarta pelea por título mundial de los pesos pesados más rápida que se recuerde, récord impuesto en la pelea que James Jefries le ganó a Jack Finnegan, en 1900, en sólo 55 segundos.

Pero más allá de las consideraciones económicas, los amantes del boxeo--asi como los promotores- se deben estar preguntando lo que pasará en un futuro próximo en la división reina del boxeo. Spinks, el hombre con mejores posibilidades para derrotar al nuevo monstruo de los cuadriláteros, sucumbió en minuto y medio y parece que, por el momento, no hay nadie en el mundo que pueda ponerle la mano encima al ex delincuente neoyorquino.

En poco menos de dos años, Mike Tyson acabó con los más grandes exponentes de los pesos pesados, superó el récord del recordado Rocky Marciano, ganó más dinero que cualquiera de los campeones que lo antecedieron y, finalmente, acabó con el interés del público. Porque, a pesar de que tenía más seguidores que su rival, en el fondo todo el mundo esperaba ver a un Tyson empleándose a fondo, recibiendo golpes y, por qué no, cayendo a la lona antes de dar buena cuenta de Spinks. Desafortunadamente para el espectáculo, todo fue un corto monólogo de no más de 20 golpes. La fuerza sobrehumana de Tyson acabó de entrada con la velada y demostró que no hay nadie que ponga en peligro su supremacía. Al parecer está tan "sobrado", que ha pensado en retirarse ante la falta de contricantes.

De todos modos, a pesar de su contundencia, Tyson está lejos de ser un verdadero ídolo. En sus peleas anteriores, el campeón había empezado con buen paso y sus declaraciones a la prensa lo mostraban como un hombre sencillo, amable y poco dado a las boconerías. Las cosas cambiaron semanas antes del pleito con Spinks, cuando el campeón comenzó a referirse en términos descorteses a su adversario, al afirmar que "no hay nadie en el mundo que me pueda herir", a tener enfrentamientos con sus manejadores, a tener problemas con su esposa (a la que al parecer golpea con frecuencia) y a demostrar que no estaba preparado para la gloria. Esto ha servido para dejar en claro que en el boxeo, como en cualquier otro espectáculo, el carisma juega un papel fundamental. En este aspecto, Tyson se ha tenido que enfrentar con el recuerdo del showman por excelencia en el boxeo, Muhammed Alí, quien insultaba a sus rivales con la misma gracia con la que los ponía fuera de combate en el ring. Tal vez por eso, el mundo entero añora los combates de Alí hasta el punto que, al término de la pelea del pasado lunes, el público le rindió un merecido homenaje al grito de: "Alí, sigues siendo el más grande y...el más hermoso". Ese Ali es, por lo pronto, el más duro rival con que cuenta Tyson. Es un fantasma, claro está, y es eso lo que hace imposible que Tyson lo pueda noquear.--