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GOLPE A LA CABEZA

Con problemas síquicos y de peso, Tomás Molinares debió cambiar el gimnasio por una clínica de reposo y renunciar a su corona mundial.

6 de febrero de 1989

Cuando todo el mundo esperaba que las dificultades sufridas por el boxeo profesional colombiano el año pasado hubieran terminado, el nuevo año comenzó con malos augurios. En el 88 no sólo se perdieron los títulos mundiales de Miguel "Happy" Lora y de Baby Rojas, sino que el más joven de los monarcas, Tomás Molinares, amenazó a finales del año con renunciar a su corona mundial. Sin embargo, gracias a la intervención de su apoderado, el barranquillero William Chams, el boxeador reanudo los entrenamientos con miras a la pelea del próximo 4 de febrero en Las Vegas, frente al norteamericano Mark Breland. Al llegar el año nuevo, se creía pues que todo iba sobre ruedas.
Molinares conquistó el título mundial del peso welter (147 libras) el pasado 29 de julio, cuando venció por K.O. fulminante en el sexto asalto al campeón Marlom Starling, en una pelea que fue duramente críticada por cuanto se dijo que el colombiano había tumbado a su rival cuando ya había sonado la campana que daba por terminado el asalto. A partir de ese momento Molinares estuvo en el centro del escándalo. Desde los comienzos de su carrera se caracterizó, fuera de una fulminante pegada, por su indisciplina, especialmente a lo que al apetito respecta. Siempre tuvo problemas para dar el peso de la categoría, pero se pensó que al conquistar el título mundial y con una bolsa de 200 mil dólares en la mira, todo iba a cambiar .
Todos los esfuerzos fueron vanos. Primero estuvo en los Estados Unidos, pero el frío no lo dejó en paz. Entonces Amílcar Brussa, su entrenador, se lo llevó para la ciudad argentina de Santa Fe, con un clima parecido al de su natal Barranquilla, para que preparara su primera defensa. El 13 de diciembre pasado se supo que el boxeador colombiano había tomado la decisión de dejar a Santa Fe, abandonar el título mundial y tirar por la borda toda una vida de dificultades y sacrificios, pero de mucha gloria. Molinares adujo no poder dar el peso reglamentario, pero tanto Brussa como las personas que lo conocen de tiempo atrás afirmaron que el boxeador presentaba una gran proclividad hacia la comida. Estaba 21 libras por encima del peso permitido y seguía devorando día y noche.
Durante el resto del mes de diciembre, el campeón welter se Concentró cerca de Barranquilla para adelantar su preparación, aparentemente recuperado de sus problemas y dispueto a retener su corona. Pero, año nuevo vida nueva. El 31 de diciembre, cuando supo que su pequeña hija fue llevada al hospital con problemas pulmonares y de gastroenteritis, la depresión lo embargó, abdico al trono y, ante la disyuntiva entre el gimnasio o la casa de reposo, optó por la segunda.
Los médicos hablaron de una personalidad ciclotimica, dada a frecuentes depresiones. Otros hablaron de falta de coraje para afrontar los sacrificios de la profesión. Su contrincante dijo que le tenía miedo. Y los más compasivos dijeron que todo se solucionaba permitiéndole que subiera a la categoría de los medianos, con lo que se superarian los problemas de peso.
A mediados de la semana no se sabía qué iba a ser del futuro del campeón. Un vocero de la Asociación Mundial de Boxeo había afirmado que, de no demostrarse que se trataba de maniobras para dilatar la pelea teniendo en cuenta los dictámenes médicos, se le mantendría su condición de monarca mundial. El problema estribaba en que de las declaraciones de sus entrenadores y de la misma actitud del boxeador, se podría deducir que habia habido indisciplina y que Molinares no se había dado cuenta de la responsabilidad que tenía en sus puños.
Todo esto se dilucidó, y no precisamente de la manera más feliz, el jueves en la tarde, cuando el apoderado de Molinares anunció a la prensa en Barranquilla, que habían decidido renunciar al título. Al día siguiente, los periódicos presentaron las dramáticas imágenes: el ahora ex campeon había dejado las sogas del ring y las había cambiado por las que lo ataban a una cama de hospital mental.