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HAZAÑA EN LE MANS

Mauricio De Narváez y Diego Montoya reafirmaron la calidad de los pilotos colombianos a pesar de las limitaciones técnicas y económicas

25 de julio de 1983

Cuarto puesto en Le Mans, a nueve vueltas del ganador. A primera vista esta noticia no suena muy espectacular. Sin embargo, cuando es un piloto colombiano quien logra esa ubicación en una prueba tan prestigiosa, el aparentemente intrascendental cuarto puesto se convierte en una hazaña y tal vez la hazaña quedará registrada como la mayor proeza del automovilismo colombiano, si se tienen en cuenta los antecedentes casi legendarios del circuito francés. La gran actuación de Mauricio de Narváez se complementó con el noveno lugar obtenido por otro colombiano en la misma prueba. Diego Montoya logró esta posición y fue el primer clasificado que no iba en un Porshe 935 Turbo, el auto más veloz de la categoría GTX y que fue prohibido en las competencias norteamericanas por ser invencible.
Estas 24 Horas de Le Mans serán recordadas por los colombianos que siguen de cerca el automovilismo. Después de una serie de victorias logradas en Ecuador y luego en los Estados Unidos, a los pilotos colombianos les faltaba intentar otra conquista de Europa, mucho más difícil y utópica si se tiene en cuenta que al abismo que separa a Colombia de los países desarrollados en materia de apoyo económico para sus deportistas hay que sumarle el abismo aún mayor que separa al desarrollo tecnológico entre Europa y Latinoamérica. Tal vez nunca se logre mejorar esta actuación en Le Mans, lo que hará que el tiempo se encargue de convertirla en el "4-4 contra Rusia" de nuestro automovilismo, y el poco despliegue que le dio la prensa al desempeño de Montoya y De Narváez en Le Mans ratifica una vez más que en Colombia son muy pocos los que conocen el tortuoso camino que debe recorrer un automovilista para surgir.
Mauricio de Narváez no es tan veterano como podría indicar su edad. Aunque tiene 42 años, se dedicó de lleno al automovilismo casi a los treinta y lleva ocho años corriendo en los campeonatos de los Estados Unidos, país donde reside. De Narváez no es un automovilista de tiempo completo.
Desde Miami dirige una empresa exportadora de flores y esta actividad le impide estar pendiente de su auto, de los problemas mecánicos o de las mejoras que necesite, lo que es una ventaja que él siempre le da a sus rivales. A pesar de ello, de Narváez es un prestigioso piloto en los Estados Unidos gracias a una serie de victorias que ha logrado cosechar en los campeonatos norteamericanos. De Narváez participó en Le Mans por primera vez en 1981 pero un incendio de su máquina le impidió terminar la carrera. En 1982 su compañero de equipo destruyó poco antes de la carrera el auto y se quedó con las maletas listas. Pero este año De Narváez, quien partió de octavo, logró, junto con los alemanes Merl y Schickentanz, ganar posiciones hasta que en la hora 22 se afianzó definitivamente en el cuarto lugar Mientras tanto Diego Montoya fue el héroe de la jornada al incluir su BRM entre la columna de Porshes que acaparó los primeros lugares. Es sabido que los motores turbocargados son más rápidos que los de aspiración normal como el de Diego. Por eso, si bien no ganó la prueba, logró realizar una espectacular carrera junto con los norteamericanos García y Naon.
La hazaña colombiana en Le Mans coincidió con un comentario publicado en Europa, en el que se critica una nota aparecida en Bogotá contra Roberto José Guerrero, diciendo que esas críticas "no merecen ser respondidas porque son menos que nada, y de ningún modo reflejan la excelente imagen que tiene entre sus colegas y dentro de la Fórmula Uno", según declaró el piloto italiano Michele Alboreto. Los pilotos de Fórmula Uno invitaron al cronista que condenó a Guerrero al kartismo, a que se tomara siquiera la molestia de leer por encima la historia del automovilismo para que se enterara del calvario sufrido por Lauda, Hunt y Tambay antes de llegar a las grandes escuderias. Este llamado de atención también le va indirectamente a esa gran cantidad de cronistas que endiosan boxeadores y beisbolistas mientras se ríen al enterarse de los abandonos de Guerrero. La Fórmula Uno, la máxima categoría del automovilismo, exige aún más sacrificios que la categoría GTX y solamente el tiempo podrá decir si valió la pena darle un compás de espera a Guerrero. Por el momento, lo cierto es que el automovilismo colombiano sigue demostrando que nadie es profeta en un continente que vive pendiente de los resultados inmediatos.